Manuel Martín Cuenca con Javier Gutiérrez durante el rodaje de El autor
No deja de ser curioso cómo Manuel Martín Cuenca ha realizado su mejor película, El autor, siguiendo los consejos que da en el propio filme un tiránico profesor de escritura creativa, o sea, "hablar de lo que conoce". Basada en una novela de juventud de Javier Cercas, El móvil, el director narra la historia de un personaje que siguiendo ese consejo de "captar la realidad", comienza a manipularla para hacerla más atractiva para la ficción.
Pregunta.- ¿Cree que esta es su película más accesible?
Respuesta.- He tenido la sensación cuando estuve en Toronto de que por fin había hecho una película que gustaba más al público. Ojo, al público de festivales, que tampoco es el mismo que el normal. Y luego cuando me dieron el Premio de la Crítica en Toronto me dejó un poco descolocado. Yo no me he sentido nunca maltratado por la crítica. En general, me ha tratado muy bien y me siento muy apoyado. Lo que nunca he hecho es una película que haya funcionado bien en taquilla, me refiero a más de un millón de euros. Si dijera lo contrario mentiría. Películas como La flaqueza del bolchevique no tuvieron un gran éxito en los cines. Después se ha visto mucho y María Valverde ha tenido un gran éxito, pero en su momento no hizo una gran taquilla.
P.- ¿Le apetecía reírse un poco?
R.- Hago las películas que me interesan con la idea de que si me interesan a mí le interesarán a los demás. Siento que El autor es más accesible por la reacción que veo. Pero también tengo mis dudas. Parece que es más abierta, pero quizá el público no lo perciba así. Cuando termino una película no la vuelvo a ver y a partir de entonces me llega a través de los ojos de los demás. Y eso ya es otra película, es lo que me dicen a mí.
P.-El filme tiene algo de drama, de comedia, de thriller... ¿con qué género se queda?
R.- Para los personajes es una tragedia, pero desde fuera es otra cosa. Me gusta la palabra sátira. Nunca rodé con la intención de hacer una comedia. Pero esa ironía ya estaba desde el principio y cuando la montaba me preguntaba si la gente pillaría el sentido del humor porque si no te puede parecer todo muy grotesco. Siempre trabajé la película como una forma sana de reírme de mí mismo. Puedes hacer muchas películas sobre algo que no conoces, pero aquí sí quería hablar de algo que conozco. Ironizo sobre el mundo de la creación, la literatura o la pintura... el mundo de crear historias. Ese personaje nos representa un poco a todos los creadores aunque no sepas muy bien si es un imbécil o un artista. Pero cuando empiezas a rodar una película, ¿quién no se plantea que sea una obra maestra? Luego te sale lo que te sale.
P.- ¿Por qué hay tan pocas novelas en España sobre el mundo literario o películas sobre el mundo del cine?
R.- Es más fácil reírse de los otros y en nuestro sector parece que falta autocrítica. No me interesa cuando leo una novela o veo una película en la que noto condescendencia por parte del autor porque es como perdonarle la vida. Por eso era importante reírme de mí mismo. Más después de hacer películas como La mitad de Óscar o Caníbal, que son muy serias. La mitad de Oscar tiene un momento de ironía en la escena del taxi, pero el tono general es mucho más serio.
P.- ¿Está el arte entre lo sublime y lo ridículo?
R.- El homo sapiens es la única especie que parece que hace arte. Muchos animales se comunican o construyen, pero solo los humanos queremos hacer arte. Eso es algo muy hermoso y muy grande, pero es al mismo tiempo estúpido. Hay muchas películas sobre la grandeza y el proceso tortuoso de la creación de la gran obra. pero yo quería abordarlo desde la ironía.
P.- ¿El gran drama de la creación artística es que depende mucho de la opinión de los demás?
R.- El arte pertenece a la trascendencia, es un acto de desafío de la naturaleza. Hay algo de imitar a Dios en ese crear, la pura palabra, 'creador', estás intentado imitar al gran padre y estás desafiando a la naturaleza. Eso es entrar en territorio desconocido. Efectivamente, cien folios pueden ser La peste de Camus o la nada. Y ahí entra el talento, que es algo muy poco objetivo. Una película es buena o mala en función de lo que diga la gente en un momento determinado. Y eso puede estar muy equivocado. Flaubert tuvo unas críticas muy malas con algunas novelas y el otro día con motivo de Blade Runner revisé unas críticas de la época y en un famoso periódico la ponían a parir. Y ahora es una obra de arte. Todo es subjetivo. Por eso digo que el talento no existe, existe la pulsión de crear. Esa necesidad misteriosa es lo que vale. El resultado, el éxito o el fracaso, es otra cuestión. Pero lo que seguro que existe, lo que une al genio y al imbécil, es la pulsión creativa. Esa necesidad imperiosa de ir hasta los límites. Y entonces la sátira te permite traspasar esos límites.
P.- Aparece un pecado tan español como la envidia. ¿Cómo lo aborda?
R.- No había sido muy consciente, pero está claro que es el motor inicial. Lo peor que le puede pasar a un personaje como este, que quiere escribir la gran novela de su época, es que su mujer tenga un gran éxito escribiendo literatura popular. Eso es lo que le motiva. La venganza, el deseo, la avaricia, la envidia... son un motor. Álvaro (el personaje de Gutiérrez) está imbuido claramente de eso. Yo he intentado que se parezca mucho a cada uno de nosotros. Es una sátira pero son personajes que te ponen frente a un espejo y no es un espejo fácil. Es complicado empatizar con ello. Vemos que el personaje de Antonio de la Torre es muy oscuro también.
P.- ¿Quería reflexionar sobre el papel del artista?
R.- El artista es alguien marginal. Es alguien que pertenece y no pertenece a la tribu. Los artistas siempre han sido castigados y apaleados. Se le maltrata pero al mismo tiempo se le venera. Es alguien que está en los márgenes. Yo pienso en esas primeras tribus y pienso en el primero que cantó o que bailó y creo que como todo artista ahora mismo, estaba en los bordes. Si uno tiene un hijo probablemente no quiera que sea artista porque no es un camino especialmente feliz. Y se da al mismo tiempo en él una mezcla de lucidez y de narcisismo. La vida del artista consiste en que a veces eres adorado y otros vilipendiado por la masa. Son temidos a la vez que necesarios.
P.- Vemos la cara y la cruz del mundo artístico, ¿cómo enfoca conceptos como el éxito y el fracaso?
R.- El éxito es un invitado extraño en tu vida. Yo no he vivido el éxito a gran escala pero por suerte porque lo que veo es que es un fuego. Es un lugar que te devora del todo y muy peligroso incluso para desarrollarte como creador o como artista. El éxito te consume inevitablemente. El fracaso sin embargo me parece una magnifica escuela. Lo que me parece problemático de la sociedad en la que vivimos es que parece que está prohibido el fracaso. Y sin embargo la esencia de la naturaleza humana y del aprendizaje es el error. Uno aprende a caminar porque se cae.
@juansarda