Timothy Spall y Colm Meaney en El viaje

Salta a la vista que el motivo por el que se estrena en nuestras pantallas una película como El viaje es el "procés" soberanista en Cataluña, con el que el conflicto de Irlanda del Norte en realidad guarda pocas similitudes. La intención es buena, eso está claro, y de lo que se trata es de brindar por una paz posible en España mirándonos en el espejo de dos líderes políticos como el cabecilla de los irlandeses católicos y de los ingleses anglicanos, capaces de llegar a un acuerdo de paz después de décadas de agrio y duro enfrentamiento. Más de 3.500 muertos después, El viaje, como es sabido, nos retrotrae a 2006 para plantearnos una historia con final feliz que no es otra que la de la reconciliación entre dos bandos que durante 40 años se enfrentaron a muerte.



A los británicos les encanta hacer películas sobre episodios significativos de su historia y si hace poco veíamos un filme como el dedicado a Churchill, ahora los protagonistas son dos hombres confrontados con la posibilidad de superar una enemistad eterna y de paso salvar la vida de muchas personas. Dos hombres marcados por la lucha de sus respectivos pueblos, a los que este filme dirigido por Nick Hamm presenta como más parecidos de lo que ambos habrían imaginado, y a los que da vida con entereza Timothy Spall como el reverendo Paisley, una suerte de Donald Trump avant la lettre, y Colm Meaney como Martin McGuinnes, el terrorista del IRA arrepentido que después de años de lucha armada decide apostar por la paz.



Como sabemos, la historia con mayúsculas se escribe con renglones torcidos. En este caso, la necesidad de Paisley de celebrar sus 50 años de matrimonio con su mujer a cientos de kilómetros de donde se celebran las conversaciones de paz propicia que ambos líderes puedan compartir, en el viaje al aeropuerto, una hora y media de intimidad en la que llegar a acuerdos y conocerse mutuamente sin la presión de los focos y el revuelo de los estresados asesores. 90 minutos en los que ambos son vigilados a distancia por personajes como Tony Blair, Primer Ministro en la época y hacedor de los pactos, durante los que deben limar unas asperezas que se miden por el número de muertos.



Sustentada por las dos grandes interpretaciones de sus dos actores protagonistas, nos advierten al principio del metraje que lo que vemos es una fantasía sobre lo que pudo ocurrir en ese viaje en un coche al que McGuinness y Paisley subieron como enemigos y del que bajaron como amigos. Es posible que algunos, sobre todo las nuevas generaciones, hayan olvidado la brutalidad de un conflicto que segó la vida de cientos de personas, sometió a toda la región a vivir con el miedo atroz y constante al terrorismo y creó un clima de odio y violencia en Irlanda del Norte cuyas consecuencias no han sido superadas. Quizá hubiera estado bien que Hamm se hubiera demorado un poco más en ponernos en situación para que sepamos valorar mejor la magnitud histórica de lo que cuenta. Sin grandes estridencias, El viaje ofrece un relato verosímil de los hechos y nos da por momentos la impresión de asistir en directo y por el hueco de la cerradura a la trastienda de uno de los grandes momentos de la historia reciente.



@juansarda