Rosalie Thomass y Kaori Momoi en Recuerdos desde Fukushima, de Doris Dörrie

Inmersos como estamos en la cultura de la inmediatez, se nos olvidan quizá con facilidad algunos recientes sucesos históricos que han sido enormes tragedias. Por ejemplo, el desastre de Fukushima, un accidente nuclear que tuvo lugar en Japón el 11 de marzo de 2011 y que fue el mayor desastre medioambiental provocado por la radiación desde la catástrofe de Chernóbil, en Rusia, en 1986. Un accidente que dañó de forma profunda el ecosistema y destruyó de paso las viviendas y la forma de vida de miles de habitantes que vivían alrededor de la central nuclear y que lo perdieron todo.



Fukushima fue una tragedia insólita porque sucedió en un país que es ejemplo supremo de civilización como Japón. Por ese motivo, porque si sucedía en Japón podía pasar en cualquier parte, Angela Merkel decidió cerrar las centrales nucleares alemanas. Como explica la directora de cine alemana Doris Dörrie, que ha dedicado a aquello una película titualada Recuerdos desde Fukushima, su país, Alemania, fue el único del mundo en el que hubo una consecuencia clara y tangible al suceso. Aunque el interés de la cineasta por el país nipón se remonta a, como mínimo, Sabiduría garantizada (1999), en la que relataba el viaje de dos hermanos alemanes a un monasterio zen para refejar el choque de culturas con una comedia ácida y muy divertida en la que dos alemanes zoquetes alcanzan algún tipo de plenitud después de pasar por la consabida etapa del "lost in translation".



Doris Dörrie

Si en aquel filme Dörrie abordaba las neuras del urbanita occidental en clave de ironía para concluir que la sofisticada y exquisita cultura japonesa es definitivamente superior, en esta ocasión el tono es mucho más grave. La protagonista es una joven teutona que viaja a Japón después de una dolorosa ruptura sentimental conmovida por la magnitud de la tragedia de Fukushima, que refleja su propia crisis personal. ¿Soy lo suficientemente guapa? ¿Gano lo suficiente? Esa mujer en crisis interpretada por Rosalie Thomass se encuentra en Fukushima con una anciana que se resiste a abandonar su hogar, como advierten las autoridades, empeñada en reconstruir su vida en la zona devastada.



"El desastre de Fukushima ofrece un marco en el que contar la historia pero el verdadero tema de la película es la idea de la pérdida", explica la directora. "Me gustaría que los espectadores salieran más contentos de la sala de lo que entraron. Quiero pensar que el filme habla de la pérdida pero también de la esperanza". Una esperanza que muy bien puede surgir de ese diálogo entre Occidente y Oriente que propone el filme. "Son dos culturas que tienen mucho que ofrecerse la una a la otra. Sucede un diálogo en el que creo profundamente".



La joven alemana con el corazón roto viaja a Fukushima formando parte de una expedición de una ONG de payasos que tratan de llevar esa esperanza de la que hablaba la directora a la devastada zona. Cinco años después, cuenta Dörrie, la recibieron con los brazos abiertos a ella y a todo el equipo de la película como símbolo de que la civilización poco a poco comienza a reconstruirse en esa localidad del centro de Japón. Con esos payasos Dörrie también quiere hablar de la "arrogancia" de las ONG y la verdadera estrella de la función es la actriz Kaori Momoi, que en la piel de la última geisha de Japón enseña a la protagonista que es posible volver a amar y no perder nunca la compostura.



@juansarda