Daniel Giménez Cacho es Diego de Zama en el filme de Martel
La cuarta película de Lucrecia Martel adapta la novela de Antonio Di Benedetto sobre un funcionario de la Corona Española en un puesto fronterizo del Paraguay del siglo XVIII. Daniel Giménez Cacho protagoniza el filme.
En sus anteriores filmes -La ciénaga (2001), La niña santa (2004) y La mujer rubia (2008)- la directora había profundiado con minuciosidad y lirismo en los conflictos sociales de su país, convirtiéndose por el camino en una de las fijas en la Sección Oficial del Festival de Cannes (aunque en 2017 no pudo competir al ser su productor, Pedro Almodóvar, el presidente del jurado). Por ello, era difícil prever que Martel se decantaría en su cuarta película, que llega casi una década después de la anterior, por adaptar una novela de época, publicada en 1956 y ambientada a finales del siglo XVIII. Al tratarse de un largo soliloquio, la elaboración del guion no resultaba una tarea sencilla. "La traducción de un monólogo interior al cine suele ofrecer resultados horripilantes", comenta la directora. "Por eso nunca quise transponer la novela sino que traté de filmar las imágenes que quizá Zama tenía en la cabeza, las situaciones que había vivido o imaginado y que no sabemos si fueron en verdad así. El desafío más grande era situarse en una zona de realismo sospechoso".
Algunas decisiones adoptadas por la directora, sobre todo en relación al vestuario y a la banda sonora, sitúan la película en un lugar un tanto excéntrico, alejado de la representación clásica del pasado. "El tiempo en el cine es muy raro", asegura Martel. "La película está rodada hoy, el libro se publicó en los 50 y la historia está ambientada a finales del XVIII. Entonces, ¿cuál es el tiempo de la película si todos estos momentos están mediando a la vez? En la ficción el tiempo es tan difícil de aprehender que te avala a la hora de crear".
Construida a base de planos cerrados en los que el fuera de campo juega un papel esencial, y con Daniel Giménez Cacho en la piel del protagonista, el filme pone en cuestión también la propia cronología interna de la película. Por ejemplo, algunos personajes repiten la frase que acaban de pronunciar, provocando una sensación de déjà vu que desestabiliza la percepción del espectador. "Para mí era esencial perturbar esa idea del tiempo que tiene el cine más industrial y era imprescindible para ello encontrar el ritmo adecuado", sostiene la directora. "Nos costó muchísimo encontrar ese ritmo, estuvimos seis meses editando la película".
Así, mientras el tiempo se dilata o se contrae como en una ecuación física, Zama espera esa carta que nunca llega. Finalmente, encontrará todo tipo de enfermedades, venganzas y adulterios.
@JavierYusteTosi