Black Panther: revolución en Hollywood
Un momento de Black Panther
El director Ryan Coogler realiza en esta superproducción con el sello Marvel un solemne, atronador y ultradivertido homenaje al inmenso legado de los afroamericanos en la cultura estadounidense y mundial.
Con canciones de Kendrick Lamar Black Panther se convierte en uno de los filmes más ambiciosos de la meca del cine. Una película que, al contrario de lo que últimamente viene siendo habitual, nos cuenta una historia que empieza y acaba en la misma cinta convirtiéndose en un solemne, atronador y ultradivertido homenaje al inmenso legado de los afroamericanos en la cultura estadounidense y mundial. Porque todo funciona en esta película protagonizada por Chadwick Boseman en la piel del heredero de un misterioso reino africano que oculta al mundo su verdadera riqueza disfrazándose de cara al exterior de país del tercer mundo mientras sus felices ciudadanos disfrutan de una prosperidad envidiable gracias a un poderoso mineral y, sobre todo, a su insospechada pericia tecnológica. Una suerte de Galia como la de Asterix que se debate entre el aislamiento y la apertura para acabar llegando a la conclusión de que "solo los idiotas construyen muros", en un claro mensaje a Trump que sorprende por su contundencia y claridad.
En las dos horas largas de Black Panther, que pasan como un suspiro, asistimos a un espectáculo tan desmedido como atronador y al mismo tiempo apasionante. Es una película política con aires shakespearianos sobre la lucha de poder en un pequeño reino que se convierte en metáfora de las que se dan en todo el mundo. Es también un filme con aires de James Bond en el que sus protagonistas utilizan todo tipo de gadgets divertidísimos. Y es una reflexión, muy al estilo de Hollywood, sobre la dignidad de los oprimidos y la inutilidad del odio y la venganza con un mensaje sobre la liberación de los negros que recuerda mucho a lo que cuentan las películas (modernas) del planeta de los simios, que también se plantean como obvia parábola sobre el colonialismo. Por decirlo rápido, queda claro que entre el modelo Mugabe y el modelo Mandela, a Hollywood le gusta el segundo.
@juansarda