Saoirse Ronan, Lady Bird, en un momento de su soberbia interpretación

La actriz de Frances Ha y Mistress America, la musa indie Greta Gerwig, estrena Lady Bird, un título de marcado carácter autobiográfico en el que nos entrega sus recuerdos de adolescente preuniversitaria. La protagonista de pelo rojo, Saoirse Ronan, pone a prueba sus lazos de amistad al tiempo que siente los primeros estupores del romanticismo...

Durante un tiempo fue la reina del underground, como cantaban los Rolling Stones, cuando co-firmó algunas producciones mumblecore antes de su fructífera colaboración con Noah Baumbach en Greenberg (2010), Frances Ha (2012) y Mistress America (2015). Greta Gerwig bien puede haber entendido sus destellos en la pantalla como un proceso en el que puede decirse que ha ido llenando su mochila de mapas y trayectos con los que encauzar su sensibilidad sin que se pierda por el camino. Y así convertirse en la creadora que no tiene menos cosas (interesantes) que decir que Lena Dunham o Miranda July.



A la luz de su primera y autobiográfica película en solitario detrás de la cámara, Lady Bird -por la que ha cosechado una nominación a Mejor Directora en los Oscar-, la actriz ha encontrado una confianza inusual para dotar de ritmo y tono a su película, para que alcance su propio sentimiento con un guión que bascula emocionalmente del humor excéntrico al dolor crudo sin que apenas se vislumbren las costuras.



Una personalidad mutante

Hay algo del itinerario de Jean-Pierre Leaud y sus personajes ‘truffatianos' a lo largo de los años en el modo en que Gerwig se ha ido inscribiendo a sí misma en la pantalla. En ese itinerario, la autora ha desarrollado tres alias para una personalidad mutante cuyo centro resplandece con fuerza: Lady Bird vendría a ser el proyecto de mujer, de artista, que forjó su educación sentimental en Sacramento antes de trasladarse a Nueva York y convertirse en Frances Ha y después en Mistress America. Hoy es la cineasta que nos entrega sus recuerdos bajo la poliédrica forma de unas memorias espirituales, una encendida declaración de amor a su madre y el retrato de una artista adolescente. Hay sin duda un universo intransferible en todo ello, a pesar de todos los clichés que las películas de iniciación a la vida (universitaria) han convenido en establecer y que Gerwig ha decidido, con astucia, no huir de ellos, sino singularizarlos.



En palabras de la propia protagonista de pelo rojo (Saoirse Ronan), Sacramento es el "Medio Oeste de California", y allí transcurre su adolescencia preuniversitaria como si fuera a veces una criatura de Richard Linklater (Boyhood) y otras de Wes Anderson (Academia Rushmore), en los confines de su hogar y el colegio católico con el que mantiene una relación de amor y odio convenientemente explotada en el filme, sobre todo a través de la directora del centro, interpretada por Lois Smith. En el último curso de instituto, Christine, que se hace llamar Lady Bird, se enfrenta al proyecto individual de convertirse en sí misma, de formar una identidad, entre la autoconfianza y la inseguridad propias de la adolescencia. Hipercrítica consigo misma y los demás, también genuinamente idealista, Lady Bird tiene tanto de rebelde como de conformista, de escéptica como de entusiasta.



Su personalidad es en todo caso el imán del filme, reforzado por la soberbia interpretación de Ronan y concentrada en el rojo explosivo de su teñido cabello. Lady Bird, o Christine McPherson, se ofrece sin lugar a dudas como sosias o alter-ego de la propia Gerwig quince años atrás. La actriz y directora vivió, al parecer, como una típica adolescente americana de familia de clase media, padeciendo las preocupaciones y obsesiones de su edad y su entorno cultural, pero Gerwig tiene la habilidad de convertir su testimonio personal en una experiencia de alcance universal, propulsada por impulsos contradictorios y confusos que añaden el necesario factor de turbulencia emocional y energía carismática al relato. Su autorretrato en retrospectiva es el de una joven realmente singular, que nos invita a adorar y a detestar a partes iguales, como si la propia autora necesitara tomar perspectiva de aquellos años de descubrimientos y de inseguridades sin huir de las zonas más incómodas.



Una de las óperas prima más sorprendentes y excéntricas del siglo XXI la firmó Xavier Dolan con apenas 19 años. En Yo maté a mi madre (2009) concentraba el drama en la autobiográfica y belicosa relación con su madre, mientras el joven protagonista atravesaba la turbulenta pubertad construyendo su imaginario y forjando una identidad sexual con la que sentirse cómodo. También Gerwig vuelca gran parte del drama en la necesidad de revelarse a sí misma, y su crisis de identidad nos llega a través de la mirada de su madre, a quien Laurie Metclaff aporta un carisma extraordinario. En el arranque de la película, ambas lloran abiertamente escuchando el final del audiolibro Las uvas de la ira en el coche, luego mantienen una discusión que Christine zanja tirándose en marcha. Queda claro que el trayecto adolescente no se centrará en las relaciones de amistad y los despertares sexuales, como la mayoría de las crónicas púberes.



Desprenderse del onanismo

En su periplo preuniversitario, la joven pondrá a prueba sus lazos de amistad, sentirá los estupores del romanticismo y tendrá sus primeras experiencias sexuales. El reparto que acompaña a Ronan, con Bennie Feldstein, Lucas Hedges (Manchester frente al mar) y Timothee Chalamet (Llámame por tu nombre) a la cabeza, añaden frescas y juveniles vibraciones al relato de despertares púberes, que en su esencia reduce su significado a cómo trascender el egoísmo propio de la edad, empezar a desprenderse de su propio ombligo y pensar, aunque sea un poquito, en los que te rodean. Ese aprendizaje que se antoja hercúleo para cualquier adolescente de serie es acaso el trayecto más conmovedor y memorable que retrata la película. Es Lady Bird un proyecto de naturaleza onanista (como toda autobiografía) que precisamente apela a desprenderse del onanismo.



@carlosreviriego