Samu Fuentes, a la derecha, durante el rodaje de Bajo la piel del lobo.

El director asturiano estrena su ópera prima, Bajo la piel del lobo, en la que reinventa la fábula de La bella y la bestia con Mario Casas en el papel de un ermitaño que vive en las montañas casi como un animal.

Tras una larga trayectoria como asistente de dirección, el asturiano Samu Fuentes (Noreña, 1972) estrena su primer largometraje como director, Bajo la piel de lobo, en la que retrata a un personaje singular: un ermitaño que vive en lo alto de las montañas casi como un animal, sobreviviendo a base de cazar lobos como si estuviera en la edad de piedra. Ambientada a principios de siglo y protagonizada por Mario Casas, en la película vemos como la bestia se enamora de la bella después de literalmente comprarla, tras un primer intento fallido, y se topa con la dificultad de lidiar con sus emociones después de una larga reclusión. La bella es Irene Escolar y la película de Fuentes narra con ritmo moroso y casi sin palabras la historia de cómo un "monstruo" descubre su humanidad aunque quizá la redención ya no es posible. Un filme con aires de wéstern y mimbres clásicos que proporciona al astro Casas la posibilidad de lucirse con una interpretación carismática de un hombre que ha decidido vivir al margen de la civilización.



Pregunta.- ¿Quería volver a narrar el cuento de La bella y la bestia?

Respuesta.- Obviamente hay algo de esa fábula. Evidentemente tiene que ver con lo salvaje y animal del personaje principal y con cómo debajo de esa apariencia ruda y tosca pueden aparecer zonas más sensibles, que también pueden ser conflictivas. Cuando hablaba con los actores les contaba que estamos abordando una época que por suerte hemos superado en la que los hombres literalmente compraban a las mujeres y donde existía una cultura machista a ultranza.



P.- ¿Es la incapacidad para mostrar sentimientos la maldición de los hombres?

R.- Creo que ha habido un cambio generacional, aunque aún queda mucho por hacer. Hemos dado pasos, pero lentos. Sigue existiendo un peso cultural de esa idea de que un hombre es menos hombre por llorar. En el tiempo en que sucede el filme, años 20 o 30, para un hombre, y no digamos un hombre como éste, el hecho de expresar sentimientos era muy complicado.



P.- ¿Quería revivir de alguna manera el mito del "niño salvaje"?

R.- Lo que muestro es a una persona que vive sola en la montaña y es feliz. Hay gente que para sentirse realizada necesita dinero, o amigos o amor, y en este caso tenemos a alguien que necesita muy poco, tal y como lo entendemos ahora, para sentirse bien. Me llena de satisfacción haber construido un personaje que tiene una mirada pura y sincera.



P.- Da la impresión de que esa soledad del protagonista también es contemporánea, ¿estamos los urbanitas cada vez más aislados?

R.- Aunque la historia transcurra hace cien años, efectivamente, esa soledad no está muy lejos del mundo de hoy. Sin embargo ahora es distinto, lo que pasa es que estamos deshumanizándonos. Cada vez hay más gente que sale a trabajar, se mete en su cueva y se aísla. El personaje de Mario, vive feliz, a gusto, con lo justo y eso es lo que más me gusta de él. Vive en armonía y no necesita nada más. La cosa se complica cuando entra en contacto con lo civilizado.



P.- Llama la atención que apenas hay diálogos, ¿lo veía como un riesgo?

R.- Escuchamos cómo el personaje vive en un mundo de sonidos que quizá a los demás se nos escapan o que para él tienen un significado más profundo. El crepitar del fuego le hace una gran compañía. Desde el principio de la película intentamos que el espectador entre en la historia de una manera más sensitiva y sensorial. No queremos forzar la empatía del espectador para que le caiga bien este o el otro personaje, sino que buscamos que entre en este mundo y capte la ambigüedad de la historia. La película no tiene nada de experimental, teníamos muy claro lo que estábamos haciendo, lo que sí es diferente quizá de lo que estamos acostumbrados.



Bajo la piel del lobo

P.- ¿Cómo trabajó con los actores en un filme que descansa de una manera tan clara sobre sus interpretaciones?

R.- Fue un rodaje complicado de seis semanas pero por suerte tuvimos muy buen ambiente, lo cual ayudó mucho. Es una película de actores al cien por cien en la que casi todo funciona con miradas. Con Mario Casas trabajamos el backstory del personaje. Imaginamos una película que sucede antes de la película en la que Mario perdió a su padre muy joven y después vivió muchos años con su madre hasta que también murió. Es alguien que también tiene una relación de odio con la gente del pueblo. Eso es algo que nunca se cuenta de una manera explícita, pero está todo el rato en el contexto. Mario está ahora en un momento en el que quiere experimentar, lo cual tiene mucho mérito porque está en una situación muy cómoda. Lo que ves es a un actor súper profesional que trabaja todas las horas del día y tiene una concentración brutal. Llegará a ser un gran actor porque se entrega del todo.



P.- ¿Cómo asturiano, siente una implicación personal en esta historia?

R.- Conozco bien el monte asturiano y vengo de una familia de campo. Esta película surgió porque un día dando un paseo con unos amigos por la naturaleza me contaron la historia de un hombre que compró a una mujer y cuando se la llevó a lo alto de la montaña donde vivía y murió tuvo que resguardarla un año hasta que pudo bajar y enterrarla. Lo cual no era tan fácil porque los lobos se la querían comer. Me pareció una historia muy truculenta y muy interesante y a partir de allí me puse a crear el guion.



P.- ¿Cómo ha vivido el rodaje de su primera película?

R.- Siempre dicen que para la primera película es mejor no trabajar con actores famosos y no hacer época y es justo lo que he hecho, pero vamos, ha ido bien. Habla de Asturias y de gente de campo que es lo que conozco. He trabajado en muchos rodajes como asistente de dirección o en el equipo de producción y en mi caso se puede decir que ha sido positivo eso de haber sido aprendiz antes que maestro.



@JavierYusteTosi