Helen Mirren es Sarah Winchester

El estreno de Winchester: la casa que construyeron los espíritus, el nuevo filme de misterio y horror de los hermanos Spring, viene a sumarse a la moda de películas de terror "basadas en hechos reales", que desde el éxito de Expediente Warren inunda las pantallas. Pero, ¿hasta dónde llega esa realidad y dónde empiezan la ficción y la farsa?

La Mansión Winchester es uno de los lugares embrujados más famosos (y rentables) de los Estados Unidos Mágicos de América. Sita en la ciudad de San José, California, su monstruosa estructura victoriana fue levantada en 1884, a las órdenes de su propietaria, Sarah Winchester, viuda del magnate de las armas William Wirt Winchester, gracias a cuyos innovadores rifles de repetición terminó la Conquista del Oeste por goleada, o mejor dicho balacera, con la victoria absoluta de colonos y soldados sobre nativos americanos.



Dice la leyenda que tras la muerte de su marido y de su hija, un médium -eran años de moda espiritista- le dio recado del primero por vía astral: debía abandonar su hogar en New Haven y viajar al Oeste para construir una casa que cobijara los espíritus de todos aquellos muertos a causa del disparo de un Winchester. Sólo así alejaría la maldición que se había cebado con ella y su familia. Dicho y hecho, la viuda adquirió una granja en el Valle de Santa Clara y comenzó la construcción de una inmensa mansión, que llegó a tener siete pisos de altura hasta que el famoso terremoto de 1906 le bajó los humos y la dejó en cuatro. El edificio creció no bajo las órdenes de un arquitecto, sino de la propia Lady Winchester, convirtiéndose en una suerte de laberinto sin fauno pero con fantasmas, repleto de rincones oscuros, escaleras que dan a la nada, pasillos interminables, huecos extraños y armarios empotrados, como si aquella casa sin hojas pero digna de la imaginación de Escher no estuviera nunca terminada y necesitara devorar ávidamente más y más espacio, sin encontrarse jamás satisfecha.



Un reclamo turístico

Los que sí están muy satisfechos son los actuales propietarios de la mansión, convertida en reclamo turístico que atrae a miles de visitantes todos los años, y también han de estarlo los creadores de Winchester: La casa que construyeron los espíritus, los hermanos Spierig, habituales del género fantástico y de horror, que convierten esta leyenda americana en una historia de misterio, fantasía oscura, heroísmo y redención. Contando con la señorial presencia de Helen Mirren en el papel de Sarah Winchester y con unos decorados vistosos y atmosféricos, el filme nos introduce en la mansión y sus fantasmas de la mano de un personaje de ficción, el Dr. Eric Price, contratado por los gestores de la empresa Winchester a fin de poner a prueba la salud mental de la viuda, con la esperanza de que el médico la declare incapacitada para seguir controlándola libremente.



En este cine de terror paranormal "basado en hechos reales", ¿se oculta quizá un cierto regusto religiosos y moral?

Es de suponer que una millonaria que construye habitaciones para fantasmas, obsesionada por el número 13, que pretende convertir una empresa de armamento en fabricante de patinetes y odia las armas de fuego, no sea la persona más idónea ni más sana mentalmente para dirigirla. O así sería si los fantasmas no existieran, claro. Pero, al menos en la película, existen, vaya si existen. De hecho, algunos son bastante vengativos y no tienen suficiente con que les pongan cama, techo y habitación propia, sino que necesitan sangre y muerte para sentirse plenamente satisfechos. Así, el escéptico Dr. Price -como Vincent, protagonista por cierto de la original La mansión de los horrores (1959) de William Castle- y la viuda de adamantium, Mrs. Winchester, unirán fuerzas para vencer a la oscuridad antes de que esta devore la casa entera.



Lo más impactante de Winchester: La casa que construyeron los espíritus es que se presenta como "inspirada en hechos reales", frase que, aplicada a una historia de fantasmas, hace que te recorra el espinazo un escalofrío del diablo. Pero que hay que coger con las pinzas del escepticismo. Esto es Hollywood. La biógrafa de Lady Winchester, Mary Jo Ignoffo, autora de Captive of the Labyrinth: Sarah L. Winchester, Heiress of the Rifle Fortune (2010), ha encontrado poca evidencia de la leyenda que rodea la mansión encantada y a su encantadora dueña. La idea de construir su propio edificio no obedecería tanto al mandato del Más Allá como al hecho de que, aficionada a la arquitectura, al contar con una cuantiosa herencia, la viuda decidiera emprender por su cuenta la construcción de la casa de sus sueños. En una época en la que difícilmente una mujer podía acceder a los estudios para convertirse en arquitecto, es lógico que aprovechara su fortuna para llevar a cabo sus diseños, y quizá la falta de experiencia la condujera a cometer errores en el acabado de la construcción... O simplemente era más imaginativa que la media y podía permitírselo. Por supuesto, resulta más interesante la versión fantasmal, pero es que, contrariamente a lo que suele afirmarse, la realidad no siempre supera la ficción. Aunque es un buen reclamo para el terror.



Posesiones diabólicas

Expediente Warren

Winchester forma parte de una oleada de cine de horror que fundamenta su poder asustante en la pretensión de inspirarse en hechos reales sobrenaturales. El fenómeno iniciado por Expediente Warren: The Conjuring (2013), del marisabidillo James Wan, ha tenido efectos secundarios, pues a esta seguirían Expediente Warren: El caso Enfield (2016) y los spin-off protagonizados por la diabólica muñeca Annabelle (2014) y Annabelle: Creation, todo derivado de las supuestas experiencias auténticas del matrimonio de investigadores cristianos y demonólogos Ed y Lorraine Warren, de las que se avecinan más entregas. No estamos ante un fenómeno nuevo, sino frente al retorno de una fórmula que tuvo en los años 70 su esplendor a partir de El exorcista (1973), de la cual hemos visto numerosas emanaciones satánicas, presuntamente inspiradas en auténticas posesiones diabólicas, como The Crucifixion (2017).



Contando con la señorial presencia de Helen Mirren, el filme nos introduce en la mansión y sus fantasmas
La obra maestra de Friedkin marcó el inicio de una irregular pero saneada connivencia entre lo paranormal y el cine fantástico y de terror. De hecho, el matrimonio Warren investigó en su momento el caso que dio lugar al libro y película Terror en Amityville (1979), una de las franquicias más longevas de la historia del cine de horror, con quince películas a lo largo de cuatro décadas, llegando hasta la recién estrenada Amityville: el despertar (2017). Una vez más, la polémica acompaña la teórica realidad del caso, pues no son pocos quienes lo denunciaran como un fraude. Quien quiera saber más sobre este intrincado asunto hará bien en dirigirse al fascinante documental My Amityville Horror (2012), que deja claro que si la realidad no supera a la ficción bien puede iluminarla y donde los cazademonios Ed y Lorrain Warren no salen precisamente de rositas.



En este no tan nuevo cine de terror paranormal "basado en hechos reales", que se beneficia tanto de los mecanismos ficcionales propios del género de horror como de la credulidad de quienes necesitan pruebas que confirmen la existencia del Más Allá y lo sobrenatural -recordemos a Fox Mulder: "I Want to Believe"- para quizá paradójica tranquilidad de sus atribuladas almas; que tiene un pie en monstruos y pesadillas y otro en el sensacionalismo, el reality show y la investigación psíquica; que se encuentra entre el cuento de fantasmas al calor de la hoguera, la leyenda urbana y el fervor del creyente sincero... ¿se oculta quizá un cierto regusto religioso y moralista? Porque si los demonios, espíritus y entes diabólicos existen, también las fuerzas espirituales y angélicas bondadosas capaces de enfrentárseles (como, de hecho, vemos a menudo en estos títulos) y, por ende, el mismo Dios.



Un nuevo cine religioso

La versión hagiográfica que del matrimonio Warren dan los filmes de James Wan, contrasta de manera sorprendente con las acusaciones vertidas contra ellos como embaucadores profesionales. Los mensajes didácticos que los acompañan (en Winchester la demonización del comercio de armas y hasta indirectamente del psicoanálisis), sumados al papel casi siempre positivo y bondadoso de sacerdotes, demonólogos, monjas y exorcistas, más la presencia habitual de algún personaje escéptico que o bien paga con la vida su incredulidad o bien, como el protagonista de Winchester, acaba redimido, convertido y converso a la realidad de la vida después de la muerte -del Bien y del Mal metafísicos y de la existencia de Algo, llámalo Dios, llámalo Energía, pero Algo hay, como dice el espetero Fernando Tejero de La que se avecina-, todo ello junto, agitado, me inclina a pensar que igual más que ante un nuevo cine de terror estamos ante un nuevo cine religioso para el siglo XXI, un lobo conservador y tradicionalista que se oculta bajo la piel de cordero del cine fantástico y de los viejos cuentos de miedo de antaño.