Juegos de ladrones, juegos de cinéfilos
Una imagen de Juego de ladrones
Juego de ladrones, el nuevo filme protagonizado por Gerard Butler, es una potente reelaboración del clásico género de golpe perfecto, cargada de testosterona y acción pero también de guiños y referencias cinéfagas que van más allá y más acá de Heat, para disfrute del espectador amante del neonoir.
El film noir clásico de los años 40 y 50 encontró en La jungla de asfalto (1950) de John Huston una de las cumbres de este subgénero, marcando tendencia durante años, especialmente en lo que al siempre trágico desenlace se refiere. Pero para llegar a ese clásico moderno que fue Heat (1995), modelo obvio de este Juego de ladrones, primer largometraje dirigido por el guionista Christian Gudegast, habría que pasar primero por la reapropiación del género ejecutada con frialdad y precisión por el policiaco francés de los años 60, que irónicamente tuvo su iniciador en un americano exiliado por el macartismo, Jules Dassin, quien uniendo fuerzas con el escritor Auguste Le Breton consiguió con Rififi (1955) renovar el golpe perfecto, especialmente gracias a la brillante, tensa y espectacular escena del robo, rodada y montada sin utilizar acompañamiento musical alguno, haciendo del silencio y el sonido intradiegético verdaderos protagonistas absolutos de una coreografía precisa y contenida, en un tour de forcé nunca superado pero imitado hasta la saciedad.Gudegast, basándose frontalmente en
A partir de aquí, la planificación y ejecución de los atracos más o menos perfectos adquiriría un tono casi propio del technothriller, una inversión del procedimiento policial, que a veces compartiría protagonismo con éste, al mostrar en acciones prácticamente paralelas la preparación y puesta en escena del atraco al tiempo que las investigaciones y medidas de los detectives o agentes dispuestos a impedir que se lleve a cabo con éxito. En ello destacaría sin duda el gran maestro del polar o policial francés, Jean-Pierre Melville, especialmente con títulos como Bob el jugador (1956), Hasta el último aliento (1966) y Círculo rojo (1970), que partiendo de la mitología del film noir americano e incluso del western, la transformaba en un nuevo universo cinematográfico netamente francés y europeo, igualmente viril y masculino, pero contagiado de cierta estética y tempo orientales, ritualista y sofisticado. Un concepto original que, por supuesto, influiría también decisivamente en el desarrollo del neo-noir del Hollywood de los años 70 y comienzos de los 80.
Gerard Butler en Juego de ladrones
Llegamos así a Juego de ladrones, la última reelaboración de momento de esta variante que se nutre tanto de la vieja tradición del cine negro americano como, sobre todo, de su descendencia modernista y posmodernista, que pasa a su vez por la adopción del modelo francés y europeo a través de cineastas del Nuevo Hollywood como Sidney Lumet, Robert Altman, Arthur Penn e incluso Peckinpah, entre otros. Evidentemente, el film de Gudegast puede considerarse una suerte de inconfeso remake de Heat, la saga de ladrón versus policía firmada por Michael Mann que conquistara a crítica y público en los 90 y que no era, en realidad, sino la excelente pero inferior versión cinematográfica de su telefilme de 1989, L. A. Takedown (visto en nuestro país como Corrupción en Los Angeles), cuyo duelo de caracteres visiblemente inspirado en el cine de Melville resultaba mucho más convincente gracias a estar interpretado por actores televisivos como Scott Plank, en la piel del sargento de policía, y Alex McArthur, como el decidido ladrón de bancos, en lugar de por superestrellas de Hollywood. Sea como fuere, Juego de ladrones ha fagocitado con suficiente energía y convicción, especialmente en sus espectaculares coreografías de robos y tiroteos, un estilo que, en realidad, no es exclusivo de Michael Mann, aunque fuera este quien lo popularizara en gran medida, tanto en sus largometrajes como a través de su espléndida y a menudo incomprendida serie de culto Miami Vice, verdadero catálogo del neo-noir posmoderno de los 80.Esta nueva muestra de "atraco perfecto", que añade a la ecuación un toque de Sospechosos habituales (1995) y recuerda también a otros clásicos de la misma década como Le llaman Bodhi (1991) de Kathryn Bigelow, funciona casi al cien por cien, pese a una duración un tanto dilatada y algunas pinceladas sobre la vida personal de los protagonistas quizá innecesarias. Sus protagonistas, tanto Gerald Butler en el papel del brutal, sarcástico y tirando a desgreñado policía al frente de su equipo, como el impresionante Pablo Schreiber a la cabeza de un no menos impresionante grupo de asaltantes paramilitar, cumplen sin esfuerzo, llenando la pantalla de músculos, virilidad desatada y proyectiles imparables, mientras las escenas clave de asalto, robo, persecución y combate en la jungla urbana angelina están coreografiadas, rodadas y rematadas con profesionalidad y perfección dignas de sus personajes. La escasa y oportuna banda sonora musical de Cliff Martinez, compositor habitual de otro nostálgico del neo-noir y del polar como es Nicolas Winding Refn, refuerza la impresión de austeridad y frialdad propia del género, que el sonido de los disparos hace estallar en siempre agradecida orgía de acción y violencia.
French Connection, de William Friedkin