El sastrecillo valiente (1938)

La exposición Disney. El arte de contar historias, que tras su paso por Sevilla se exhibe en CaixaForum Barcelona hasta el 24 de junio, indaga en cómo Walt Disney y sus sucesivos equipos creativos han actualizado los relatos clásicos para hacerlos accesibles a los públicos de cada época.

A los siete años, Walt Disney (Chicago, 1901) ya vendía sus dibujos a los vecinos de la granja del norte del estado de Misuri en la que trabajaba su padre. Durante su adolescencia, a lo largo de la cual residió en Kansas City y en Chicago, pasaba las horas en la escuela soñando despierto y haciendo garabatos. Nunca fue buen estudiante. Más tarde, durante la Primera Guerra Mundial, se encargaría de la tira cómica del periódico del instituto. Acabaría viajando a Europa, con la contienda prácticamente finalizada, para prestar sus servicios en la unidad de ambulancias de la Cruz Roja, ya que no tenía edad para alistarse en el ejército. En su vehículo se desperdigaban por todos lados sus peculiares bocetos.



Tras la guerra, Disney regresó a Kansas para diseñar viñetas publicitarias y comenzó a obsesionarse con el mundo de los dibujos animados, creando y comercializando un novedoso método que combinaba imágenes reales y animación. Tras quebrar la empresa en la que trabajaba, el único destino posible para él era la floreciente industria del cine californiana. El 16 de octubre de 1923, junto a su hermano Roy Disney y el animador Ub Iwerks, fundó un humilde estudio de animación en Hollywood.



Diez años después, Disney era ya toda una celebridad. Su capacidad de innovación había quedado más que contrastada con un inapelable triunfo en los Premios Óscar de 1932. En aquella gala recibió con tan solo 31 años un galardón honorífico por la creación de Mickey Mouse, personaje que se hizo muy popular en un corto período de tiempo y que en 1928 había protagonizado una pieza -El barco de vapor de Willie- en la que sonido e imagen estaban totalmente sincronizados por primera vez. Además, conquistó el premio al Mejor Cortometraje de Animación por Flores y árboles, primera pieza animada en Technicolor. Por tanto, ya contaba con los medios técnicos (sonido y color) y una reputación, aspectos indispensables para dar el salto hacia la consecución de metas más importantes.



Siempre en busca de nuevos horizontes, Disney decidió potenciar entonces las historias y creó para ello un departamento de guion, cuyos primeros frutos se recogerían en la producción del cortometraje Los tres cerditos, estrenado en 1933. El estudio adaptó esta fábula, que pretende enseñar las virtudes de ser una persona práctica y trabajadora, con un tono claramente musical y rebajando el tremendismo de la misma. Si en el original los dos cerditos que no se preocupan por construir una casa sólida acaban siendo presa del lobo, en la versión Disney salen indemnes. Si en el texto anónimo publicado por primera vez en 1853 el lobo acaba hervido y engullido por el cerdo superviviente, en el corto animado tan solo se le chamusca el trasero. La película además alcanzó gran popularidad gracias a la canción Who's Afraid of the Big Bad Wolf?, que se convirtió en un himno para levantar la moral de la población en los años de la Gran Depresión. De hecho, la historia en sí misma fue entendida como una especie de parábola de su época y el cortometraje marcó la senda a la hora de encarar el tratamiento de las historias en la factoría Disney.



Robin Hood (1973).

Mitos, Fábulas y leyendas

La exposición Disney. El arte de contar historias, que tras su paso por CaixaForum Sevilla se exhibe en CaixaForum Barcelona hasta el 24 de junio y que llegará a la sede de Madrid el 17 de julio, viene a incidir precisamente en cómo la compañía de entretenimiento norteamericana ha acercado la tradición popular y literaria a millones de espectadores de todas las edades y en todo el mundo gracias a sus películas. "Una de las cosas realmente importantes que han logrado los estudios Walt Disney es compartir mitos, fábulas y leyendas no solo con niños sino también con adultos", explica la directora de la Walt Disney Animation Research Library y cocomisaria de la exposición, Mary Walsh. "Los máximos valores de nuestras películas son la accesibilidad de las historias que cuentan y su capacidad de entretener. De esta manera, el espectador se siente feliz cuando termina la proyección y, además, ha aprendido una lección".



La exposición presenta un total de 212 piezas, con un conjunto amplio de dibujos de personajes y escenarios creados con gran variedad de técnicas: acuarela, carboncillo, pastel, lápiz graso, grafito, tinta, témpera, acrílicos y pintura digital. Además, la muestra también incluye notas de producción, esbozos y páginas de guion que sirven para comprender el enfoque que hizo posible la realización de los clásicos animados de los estudios Walt Disney, así como la proyección de tres cortometrajes y el documental How Walt Disney Cartoons Are Made, de 1939.



El montaje plantea además un viaje que arranca en los estudios Disney originales, con sus mesas de dibujo y con una escenografía que nos transporta a la California de la época, para después transitar por paisajes imaginarios: la cabaña y el bosque, escenario de fábulas y leyendas; el mundo de los tall tales -historias humorísticas y exageradas cuyo origen se ubica en la América del Norte fronteriza y que sintetizan una visión alternativa y popular de la conquista del Oeste-, y por último el castillo, donde las historias de Disney siempre terminan bien.



A la izquierdaLa bella durmiente (1959). A la derecha, La sirenita (1989).

Narrativa de todos los tiempos

Desde la fábula de Los tres cerditos hasta el cuento de hadas de Frozen (2013), pasando por el mito de Hércules (1997) o las leyendas de Merlín, el encantador (1963) o Robin Hood (1973), Walt Disney y sus sucesivos equipos creativos han sintetizado las versiones de una narrativa de todos los tiempos, modernizándolas para hacerlas más accesibles y adecuadas para el público de cada época, siempre a través de la búsqueda constante de la belleza y la sensibilidad.



La muestra de CaixaForum, en la que también se exhiben materiales de filmes como Blancanieves y los siete enanitos (1937), La bella durmiente (1953) o La sirenita (1989), permite descubrir la creatividad de dibujantes y guionistas, así como su capacidad para abordar los temas universales con un nuevo lenguaje. El resultado son películas que no se dirigen solo a niños, sino que sitúan los cuentos tradicionales en el centro de la vida familiar.



@JavierYusteTosi