Vittorio Storaro en el seminario que ha impartido en la ECAM. Foto: Patrick Knot

El director de fotografía italiano desembarca en Madrid para participar en la restrospectiva integral que la Filmoteca Española dedica a Carlos Saura, con el que ha trabajado en seis peliculas. Hablamos con él del color en el cine, de su pasión por Caravaggio, de Apocalypse Now, de Woody Allen y del paso de celuloide al digital.

Vittorio Storaro (Roma, 1940) ha traído el sol por fin a Madrid. Quizá solo sea una coincidencia, pero da que pensar el hecho de que el día que llega a la ciudad uno de los directores que mejor ha sabido tratar la luz en la historia del cine sea también la jornada más primaveral del año, casi veraniega. Debajo del brazo, en un sentido metafórico, trae los tres Oscars logrados por Apocalypse Now (1979), Rojos (1981) y El último emperador (1987), y una cantidad ingente de historias sobre las más de 60 películas que ha fotografiado a lo largo de toda su vida, trabajando con directores de la talla de Bernardo Bertolucci, Francis Ford Coppola o Warren Beatty. Sin embargo, lo que le trae a la capital es la retrospectiva integral que la Filmoteca Española dedica a otro de los grandes con los que ha colaborado: Carlos Saura. Ayer presentó Tango (1998) antes de su proyección en el Cine Doré, el viernes repetirá con Goya en Burdeos (1999) y, por último, el sábado se unirá al director oscense para un coloquio tras el pase de Io, Don Giovani (2009), la última de las seis películas que han rodado juntos. "Tenemos que hablar además de la séptima, a ver si empezamos a filmarla pronto", apunta Storaro, que a sus 78 años demuestra una vitalidad notable. Se refiere al proyecto mil veces postergado de Picasso y el Guernica, que ambos persiguen con ahínco y que quizá por fin se materialice.



"Antes de trabajar con Carlos había visto su trilogía sobre el flamenco: Bodas de sangre (1981), Carmen (1983) y El amor brujo (1986)", explica. "Me encantó su manera de hacer cine en esas películas porque estaba utilizando un montón de disciplinas artísticas diferentes y era la mejor expresión del cine como arte colaborativo". Storaro ha mamado cine desde la cuna, ya que su padre era proyeccionista y él le acompañaba muchas jornadas desde la cabina. A los 11 años empezó a estudiar fotografía y a los 18 se apuntó a la Escuela Nacional de Cine italiana, el Centro Sperimentale di Cinematografía. "Durante los nueve años que estudié fotografía y cinematografía me enseñaron cuestiones técnicas, pero no me enseñaron la conexión del cine con la pintura, la música, la danza, la escultura…", se queja Storaro. "El cine es un arte colaborativo, con varios coautores y una persona en la cúspide, como un director de orquesta".



Tras rodar su primer filme como director de fotografía, Giovinezza, Giovinezza (Franco Rosi, 1969), Storaro, en un paseo con su mujer del brazo por la ciudad de Roma, tuvo una revelación al entrar en la iglesia romana de San Luis de los Franceses. Allí había expuesto un Caravaggio. "Nadie antes me había mencionado quien era Caravaggio y La vocación de San Mateo me impactó muchísimo, con ese increíble rayo de luz cruzando la habitación en medio de la noche… Caravaggio había cambiado la historia del arte y yo no sabía nada de él, así que empecé a estudiar por mi cuenta, a leer libros y visitar museos…".



El encuentro con Carlos Saura no llegaría hasta muchos años después, cuando se reunieron para pergeñar Flamenco en 1995. Pero Storaro se sintió enseguida cautivado por las diversidad de artes que aglutina el cine musical del director español. "Saura me dijo que la historia de Flamenco tenía que surgir del ritmo de la danza, del ritmo de la música y del ritmo de la cámara, y quería que yo imprimiera mi ritmo a la película", rememora Storaro. "Para mí era un sueño trabajar así porque podía ser abstracto y utilizar la luz y las sombras para establecer cualquier tipo de asociación o idea visual". La mayor aportación Storaro al universo de Saura fue el uso del color. "Yo le dije a Carlos que no tuviera miedo del color. Después de Apocalypse Now había estudiado el color en profundidad: su simbología, su dramaturgia… Y sabía de lo que hablaba. Pero Carlos era muy escéptico. Poco a poco fue confiando y finalmente él me enseñó a mí sobre el ritmo y yo a él sobre el color".



La gramática de Storaro

La legendaria escena de los helicópteros de Apocalypse Now

Tras rodar un buen número de películas en Italia, varias de ellas con Bernardo Bertolucci (El conformista, La estrategia de la araña, El último tango en París, Novecento…), a finales de los 70 Francis Ford Coppola llamaría a su puerta para rodar Apocalypse Now. Coppola, que venía de trabajar con Gordon Willis en las dos primeras partes de El Padrino, quería un estilo diferente para su descenso al infierno de Vietnam. Según explica en su último libro, El cine en vivo y sus técnicas (Reservoir Books), Storaro proponía utilizar la cámara como un bolígrafo en movimiento, deslizándose de un elemento a otro.



"Apocalypse Now fue mi primer filme internacional, mi primer trabajo con un director internacional, la película que rodaba más lejos de mi casa, y también el rodaje más largo, un año y medio. Fue la más cara, la más difícil, la más peligrosa, pero también la más maravillosa", asegura Storaro. "Yo venía de rodar Novecento, que en Italia representó lo mismo que Lo que el viento se llevó en EE. UU. Pero Apocalypse Now era aún más grande. Para mí no representa dos años de mi vida sino que siempre está conmigo porque fue una experiencia tan fuerte que me cambió profundamente y me hizo crecer de una manera determinada".



Pero, ¿es su mejor película? "Para mí es muy difícil decir algo así. Sería como elegir una página de un libro, una nota de una sinfonía o una secuencia de una película. Cada filme es una pieza del puzle de mi vida, cada momento de mi vida está conectado a un filme en concreto. Todos juntos representa la creatividad de Vittorio Storaro. Pero, como en un diagrama cartesiano, a lo largo de mi vida hay puntos que se conectan que representan descubrimientos inesperados y logros importantes, que son aquellas películas que amas: El conformista, El último tango en París, Novecento, El último emperador



El salto al vacío

La legendaria escena de los helicópteros de Café Society

En los últimos años Storaro ha sumado a la lista de sus colaboradores habituales el nombre de Woody Allen, con el que ha rodado Café Society (2016), Wonder Wheel (2017) y A Rainy Day in New York, película que no sabemos si llegaremos a ver ya que Amazon, productora del filme, parece que quiere desligar su nombre del de Allen después de que el movimiento #MeToo haya colocado al director neoyorquino en el ojo del huracán por los supuestos abusos a Dylan Farrow, hija de su ex-esposa Mia Farrow, cuando era una niña. Hay que recordar que este caso ya fue investigado y el director salió absuelto en su momento.



"Cuando Woody Allen se puso en contacto conmigo para que hiciera Café Society, Coppola me dijo que en ese momento era el mejor director estadounidense", asegura Storaro. "El guion me pareció precioso y sobre todo ofrecía opciones para que la película no fuera plana. En muchas películas de Woody solo hay una idea, pero aquí estaba el Nueva York de 1950 en el que vive la familia judía y el Hollywood bajo la inspiración del expresionismo alemán". Además, tanto para Allen como para Storaro fue la primera vez que se lanzaron al digital. "Le dije que si la hacíamos en celuloide o en digital y él me respondió que en ese momento parecía difícil continuar en celuloide. Estaban cerrando las fábricas de película de cine por todas partes y las cámaras digitales habían progresado muchísimo. Le dije que no podíamos ir por detrás de algo que estaba desapareciendo delante de nuestras narices y finalmente saltamos juntos al digital para descubrir las diferencias entre lo que éramos y lo que somos y en qué podíamos mejorar. Y la verdad es que nos ha gustado y no vamos a volver atrás".



@JavierYusteTosi