Mateo Gil de rodaje

Mateo Gil (Madrid, 1972) ha hecho fama y fortuna junto a Alejandro Amenábar, con el que colaboró en la redacción de algunos de sus guiones más emblemáticos como Tesis (1996), Abre los ojos (1997), Mar adentro (2004) o Agora (2009), película que le dio la oportunidad de profundizar en conceptos de Física y es el precedente de esta Las leyes de la termodinámica. Comedia romántica pura y dura sobre un perdedor nato interpretado por Vito Sanz, la película supone a la vez un (fallido) tratado sobre la relación entre las leyes que rigen el universo (o sea, los movimientos de los planetas, las fuerzas gravitatorias, la cuántica y cosas así) con aquellas que rigen las relaciones humanas a partir del romance entre un treintañero que malvive como profesor sustituto de cosmología (Sanz) y una joven modelo despampanante (Berta Vázquez) de la que cae lógicamente rendido. Chino Darín en la piel de un ejecutivo ligón, Irene Escolar como ex novia del protagonista o Josep Maria Pou como catedrático completan el reparto de un filme luminoso y alegre sobre las fuerzas que unen, y desunen, a los seres humanos.



Pregunta.- ¿De dónde surgen sus conocimientos en Física cuántica y teoría de la relatividad?

Respuesta.- Cuando escribimos Agora Alejandro Amenábar y yo estuvimos un año documentándonos, nos lo leímos todo sobre astronomía. Había un montón de material que nunca había utilizado. Para esta película la investigación ya estaba hecha, había cosas que había leído y que tuve que volver a consultar pero eso es todo. Me gusta jugar con la ciencia y yo creo que deberíamos hacerlo más. Siento que hay una especie de pereza por parte de mucha gente para acercarse a la ciencia o a las matemáticas y en cambio es muy gratificante. Hay un nivel de conocimiento que puede ser sencillo y es totalmente accesible. Cuando se vuelve de verdad complicado es cuando llegas a determinado nivel en el que incluso a los mejores les cuesta entender algunos conceptos. Por suerte, también hay personas con una especial facilidad para transmitirla como fue el caso de Stephen Hawking.



P.- Hay momentos en que dan ganas de creer que sí hay alguna relación entre lo que dicta el corazón y las leyes gravitatorias...

R.- A mí la idea se me ocurrió a raíz de la lectura de uno de estos libros de divulgación científica en los que hacía una breve descripción de las leyes de la termodinámica para absolutos legos. Era una descripción muy breve y muy gráfica. Leí las tres y dije, coño, es que tienen una traducción casi literal en los sentimientos. Y pensé: ¿qué pasaría si tirásemos del hilo? Y de ahí surge la película y cómo te la planteas: ¿Cuál sería la mejor manera de proceder escribiendo? ¿Cuento una historia lineal en la que voy aplicando la ley que me conviene o al revés, pongo las leyes en orden y el resto de la película en desorden porque lo hago como un documental? La película es un divertimento absolutamente, no te la puedes tomar de otra manera.



P.- ¿No hay que ser entonces experto en agujeros negros para entenderla?

R.- Yo juego a un nivel en el que me quedo con el titular y hago un chiste con cada ley científica, no me meto en profundidades en parte porque en la película no hay tiempo. Yo veía que se podía hacer combinar ciencia y amor pero no es una película en absoluto difícil de entender, es una comedia pura y dura.



P.- ¿La conclusión es que la ciencia nunca podrá explicarnos por qué nos han partido el corazón?

R.- Podemos intentar explicar de manera científica los comportamientos humanos o por qué nos gusta o nos deja de gustar alguien pero básicamente se resume en que hay demasiados factores para determinar un patrón. Cuando se trata de establecer la órbita de la tierra es una cuestión matemática, geométrica y se puede medir. La única conclusión es que aplicar las leyes de la física al amor es una solemne tontería, pero cuando llegas a esa conclusión, llevamos una hora y media de diversión y eso está bien. Quizá la película sirva para que nos podamos sentir reflejados con algún tipo de sentimiento, cada uno en lo suyo.



P.- Yo pensaba que sí había alguna relación y es que todo está destinado a acabar mal. ¿Ese pesimismo no es científico?

R.- Hombre, el corazón de la película es la segunda ley de la termodinámica que es la entropía. Pero esa consideración de que la entropía significa que todo va a acabar mal es una generalización que se lee así porque nos conviene pero también podría tener otras lecturas como que todo termina en el equilibrio. Se puede ver que acaba mal o que se acaba poniendo en su sitio.



P.- ¿En estos tiempos "líquidos" se acentúa ese principio de incertidumbre de Heisenberg?

R.- Incertidumbre en los sentimientos no la hay ahora ni la ha habido nunca. Solo que antes se firmaba un contrato de por vida que era el matrimonio y los sentimientos pasaban más a segundo plano porque lo importante era ese contrato. Y ahora queremos vivir esos sentimientos, lo cual significa obviamente más incertidumbre. El corazón de la física cuántica es el principio de incertidumbre. Y donde yo lo aplico es a la imposibilidad de saber qué está pasando en la mente de otra persona. Me conviene además que el personaje pase por una etapa de celos porque no está muy seguro de si ella está enamorada de él o está jugando. Tiene un ataque de inseguridad enorme.



Una imagen de la película Las leyes de la termodinámica

P.- ¿Cuál es el papel de los científicos que van apareciendo explicando conceptos de Física cósmica?

R.- Las entrevistas que salen en la película son ciertas y todo lo que dicen se podría utilizar en un documental real. Hago que mis protagonistas se apropien de la teoría de que esas leyes se aplican al amor. De hecho, lo que vemos es el documental que rueda el protagonista y con su voz en off relaciona las leyes de la Física con su relación amorosa. Cuando hay "trampa" a la hora de traducir o fuerza la coincidencia, siempre es el protagonista quien la hace, no el científico. El científico cuenta la ley como es y el protagonista a veces tiene que forzar la máquina. Eso me permite una cierta elasticidad. Pero hay veces que realmente hay una coincidencia que es asombrosa y con algunos conceptos específicos pensaba que podía dar para hacer una película entera.



P.- ¿La "seriedad" de la ciencia casa mal con el cine y por eso se mezclan poco?

R.- A mí la ciencia me ayuda a abrir y ejercitar la mente pero también hay algo en mezclar conceptos de áreas que no tienen nada que ver que es muy interesante. Los científicos me comentaban que está todo muy diversificado y cada uno hace lo suyo. Con lo cual esa conexión de ideas que hacen saltar la chispa es menos habitual. Y hay grandes ideas de la historia de la humanidad que surgen de mezclar conceptos totalmente dispares. A mí la ciencia vista en documentales con frecuencia me inspira porque de lo que yo escribo es de los humanos y sus relaciones y encuentro en la ciencia cosas que me sirven.



P.- ¿Existía el riesgo de que lo teórico anulara a lo afectivo?

R.- La película es un juego conceptual entre documental y comedia. Cuando tienes un concepto tan potente no puedes crear una historia de amor demasiado compleja, donde no se entienden los sentimientos. Tiene que ser gente que podamos entender a primera vista para que el colchón sea fácil de seguir. Tenía que jugar con personajes muy nítidos y en algunos casos con clichés como el del cine, que lo trato como un mundo frívolo. Aunque no es algo que esté marcado hay muchas diferencias: ella es una niña, de unos veintipocos, él está en la treintena, haciendo una tesis muy pesada, y todo eso también está allí.



P.- ¿Son los artistas y científicos almas gemelas porque son "buscadores de la verdad"?

R.- En la comparación voy a defender a los científicos. Hay algo que los diferencia de los artistas y es que son menos egocéntricos. No influye el factor fama que sí existe en nuestro mundo pero sobre todo hay una conciencia colectiva de que el avance solo llegará si los científicos trabajan juntos y colaboran. Individualmente tienen claro que nadie llega a ningún lado. Sin embargo, el arte de hoy, que está tan denigrado por parte de las instituciones, y donde hay tan poco sentido de la colectividad, es una cosa de francotiradores. Aquí que cada uno se busque la vida, si puedes hacer tu película bien y si no te jodes y así estamos todos.



P.- Hábleme de ese protagonista sufridor y 'Woody-allenesco'…

R.- El protagonista es un gran cafre y es él mismo el que la caga desde el principio. Él culpa a las leyes de no sé qué o no sé cuánto pero no dejan de ser construcciones mentales que a posteriori no sirven de nada porque él con su propia actitud está constriñendo y no está dejando fluir los hechos. Es él mismo quien lo estropea. La incógnita para el espectador es si después de todas las veces que la va cagando podrá arreglarlo a tiempo y quedarse con la chica. Creo que esa forma de actuar todos la hemos tenido en algún momento porque cuanto más inseguros estamos con una relación, más intentamos controlarla y estar pendientes. Por tanto, le quitamos la frescura y la estropeamos. La belleza de ella es un fantasma para él. El gran enemigo no es tanto que ella sea guapa como que ella es una tía muy alegre. Es una tipa libre a la que le gusta improvisar.



P.- ¿De dónde surge esa visión tan estereotipada de lo que es el cine?

R.- He querido reflejar el cine como lo vería un tipo que pasa por la calle y lo que ve es a una panda de friquis que gravitan en torno a una cámara. La idea de que es un mundo muy frívolo es jugar con el estereotipo.



P.- Es curiosa esa Barcelona ¡sin procés!

R.- En el guion no había nada marcado y de hecho durante un tiempo la película estuvo a punto de hacerse en Londres porque yo creía que los juegos de palabras podían tener un sentido en inglés. Bueno, luego vimos que no era viable, porque rodar en Londres es una cosa espectacularmente cara. Podíamos hacer la película pero perdíamos el control y a mí en España me han dejado hacerla como quería. La propuesta de hacerla en Barcelona fue del productor, Francisco Ramos, porque decía que estaba harto de que todas las comedias fueran en Madrid. Yo ya había trabajado con mucho equipo de Barcelona y me gusta trabajar con ellos. Yo no quería una película de colorines porque fuera una comedia de imagen súper alegre, casi de drama, no de comedia. Había una conexión con las primeras películas de Woody Allen de buscar esa línea de colores más elegante y Barcelona nos daba eso porque tiene una belleza plástica espectacular.



@juansarda