Léa Drucker y Denis Ménochet en Custodia compartida

Siguiendo la estela de Hitchcock, Haneke o Chabrol, Xavier Legrand aborda la violencia doméstica en Custodia compartida, galardonada en el Festival de Venecia con el León de Plata y el premio a la Mejor Ópera Prima.

Arranca Custodia compartida situando al espectador en un lugar incómodo. En los primeros compases de la película, el director francés Xavier Legrand (Melun, 1979) concede el punto de vista de la narración a la jueza que debe decidir a quién corresponde la custodia del pequeño Julien (Thomas Gioria) tras el divorcio de Antoine (Denis Ménochet) y Miriam (Léa Drucker). Asistimos, en una fría y aséptica sala, a la vista oral del caso y, tras los alegatos de las muy profesionales y eficaces abogadas, nos es imposible discernir con claridad cuál de las dos partes miente y cuál dice la verdad. Ella le acusa a él de violento maltratador y él la califica de mentirosa y manipuladora. "Intentaba comunicar la tensión y la carga emocional del momento rodándolo casi en tiempo real", explica Legrand. "Me preguntaba: ¿A quién va a creer el público? ¿Qué razones le convencerán más? El espectador se sumerge en la incertidumbre, pero creo que acaba tomando una decisión".



La vista oral acaba y la jueza desaparece de la película, pero su decisión de conceder la custodia compartida provocará que la película primero mute del drama social al thriller y, por último, desemboque en una de las secuencias más impactantes del cine reciente, deudora del género de terror. "Me guiaron tres películas mientras escribía el guion, Kramer contra Kramer (Robert Benton, 1979), La noche del cazador (Charles Laughton, 1955) y El resplandor (Stanley Kubrick, 1980)", enumera Legrand. "Las olvidé por completo durante el rodaje, pero me ayudaron a enfocar los temas que quería plasmar y a encontrar los estados de ánimo por los que pasan los personajes".



Legrand consigue así un retrato de la violencia doméstica tan preciso como alérgico a la manipulación sentimental que consiguió en la pasada edición del Festival de Venecia el León de Plata a la Mejor Dirección y el premio Luigi di Laurentiis a la Mejor Ópera Prima. Sin embargo, el trabajo del cineasta nunca se entrega a la exuberancia y el exceso sino que es en la economía y la simplificación donde radica su fuerza. "No busco efectos espectaculares, me baso más en la repetición del encuadre en decorados que aparecen varias veces con el propósito de crear cierta familiaridad y, a la vez, la sensación de estar atrapados, de entrar en una espiral terrible", explica Legrand. Mención especial merece la manera en la que el cineasta utiliza el sonido con intención dramática y para crear tensión. La música es casi inexistente a lo largo de la película.



El director, con una dilatada carrera como actor a sus espaldas, toma la decisión de cambiar el punto de vista en varias ocasiones a lo largo del filme. En cualquier caso, es el trabajo de Denis Ménochet el que más sobrecoge por su equilibrada mezcla de virilidad e infantilismo.



En 2016 murieron en Francia 109 mujeres víctimas de la violencia de género, según el Ministerio del Interior galo. "Mi objetivo era concienciar a la gente de la existencia de este terrible problema mediante el poder del cine, algo que siempre me ha fascinado, como hicieron y hacen Alfred Hitchcock, Michael Haneke o Claude Chabrol. Me refiero a un cine que capta al espectador jugando con su inteligencia y sus nervios", asegura Legrand.



@JavierYusteTosi