Thanos en Vengadores: Infinity War
Hasta 76 personajes se cruzan en este crossover sin precedentes en la historia del cine que los hermanos Russo no logran domar del todo, lastrado por su disparidad de tonos, su duración y su escaso riesgo visual. Sin embargo, el villano es satisfactoriamente carismático.
Una década en la que Marvel ha arrasado en taquilla con cada nuevo producto, satisfaciendo casi siempre a los fans y a aquellos que buscan evadirse durante un par de horas con explosiones, puñetazos, chistes fáciles y tramas de fácil digestión. En gran medida todas y cada una de las películas han seguido una fórmula más o menos preestablecida para asegurar el éxito, pero esta fórmula ha acabado por ahuyentar a espectadores exigentes. De hecho, las apuestas más disfrutables de todo este universo cinematográfico quizá sean aquellas que han arriesgado con el tono: el movimiento pulp de Joe Johnston en Capitán América: El primer vengador (2011), la socarrona y ochentera space opera de James Gunn en Guardianes de la Galaxia (2014) y la ligereza entre el cine de robos y la comedia romántica que elaboró Edgar Wright para Ant-Man (2014), aunque acabara despedido y sustituido por Peyton Reed.
Vengadores: Infinity War viene a paliar uno de los grandes carencias del universo Marvel: el villano con carisma. Más allá del Loki de Tom Hiddleston, que a la larga acabó por resultar más simpático que temible, es difícil destacar algún otro malo de entre las dieciocho películas que preceden a esta de la que hablamos. Sin embargo, Thanos, creado con técnicas CGI sobre los rasgos de un Josh Brolin que le presta su voz, tiene un plan: reunir las seis Gemas del Infinito para así tener el poder necesario para destruir a la mitad de la población del universo y de este modo preservar sus recursos y restaurar el balance. Entre algunas de estas piedras preciosas y el guantalete de Thanos solo se interponen nuestros héroes favoritos.
Thanos es un fanático, pero vemos que se enfrenta a dilemas e incluso duda... Aunque no llega a la altura de Darth Vader o el Joker, y no será tan memorable como ellos, es de largo el villano más digno de las películas de Marvel. Probablemente sea el personaje que más tiempo está en pantalla, el protagonista de la función. Todo esto, unido al hecho de que por primera vez sentimos que cualquier personaje de los importantes puede morir en cualquier momento, hace que la película adquiera una tensión inédita en las producciones anteriores.
También le sienta bien a la película que se hayan limitado los chascarrillos que Joss Whedon (Los Vengadores y Los Vengadores: La era de Ultrón) creía que debían soltar cada dos por tres todos los personajes. De esta manera, cuando el humor hace acto de presencia funciona mejor (especialmente cuando Star-Lord hace acto de presencia y con un Thor algo desmadrado). Y entre los aciertos también habría que mencionar que, a pesar de que el año próximo vuelvan Los Vengadores, la película tiene un final bastante cerrado y oscuro, que huye del cliffhanger fácil y resulta, de manera inesperada, satisfactorio.
Pero el problema vuelve a ser la fórmula y los hermanos Russo se diluyen en ella. Es cierto que tienen que lidiar con demasiados personajes y escenarios, llegando la película a las dos horas y media. Visualmente es plana y durante la parte central el ritmo desfallece de manera notable. El final desemboca en la consabida set-piece (en este caso dos set-pieces montadas en paralelo), a base del predecible y manido montaje acelerado que tanto daño ha hecho al cine de acción en las últimas décadas. En definitiva, Vengadores: Infinity War está lastrada por su excesivo metraje y por la necesidad, desde el punto de vista conceptual y no narrativo, de incorporar a todos los personajes que se han sembrado durante una década en el Universo Marvel, pero consigue interesar por momentos gracias a un villano decente y a la incertidumbre ante el destino que pueden correr algunos de los personajes.
@JavierYusteTosi