Penélope Cruz en Todos lo saben, de Asghar Farhadi

La película 'española' del director iraní, Todos lo saben, ofrece un retrato cultural, sutil y atento a los detalles reveladores, a partir de un guion extraordinariamente medido. Por su parte, el inexistente interés cinematográfico de Yomeddite hace bastante inexplicable su inclusión en la sección competitiva.

Estamos acostumbrados a que los autores extranjeros, especialmente de cinematografías periféricas al centrismo occidental, adapten su discurso y su cultura a la producción francesa, pero no tanto a la española. El caso del iraní Asghar Farhadi, ganador de dos Oscar por las obras Nader y Simin. Una separación y El viajante, ha despertado el suficiente interés como para dar un digno pistoletazo de salida a esta 71 edición del Festival de Cannes, que acogerá nada menos que seis producciones españolas en su amplia programación.



Hoy se presenta en la Quincena el último (y también muy digno) filme de Jaime Rosales, Petra, que también cuenta con Bárbara Lennie en su reparto, y cuyo trabajo se cuenta sin duda entre lo más notable del quinto largometraje de Farhadi, rodado en español, en la comunidad de Madrid y con un elenco de estrellas latinas: Javier Bardem, Penélope Cruz, Ricardo Darín, Eduard Fernández, etc.



Todos lo saben podría formar con Petra, de hecho, una suerte de díptico en torno a las paternidades secretas y las mentiras familiares, pues si no desde las formas -son películas muy distintas- si están unidas por las reflexiones dramáticas que ponen en escena. El filme de Farhadi arranca desde el intento de costumbrismo para virar hacia un thriller cuando la menor de la familia, reunida para la boda de una de las hermanas, es secuestrada, y adentrarse después en las corrientes del drama familiar o, directamente, del culebrón sofisticado. Farhadi rueda con su habitual tendencia a poner en primer término las estructuras de la dramaturgia y la expresividad de las interpretaciones dramáticas por encima del valor de la imagen, en busca de un realismo artificioso que cuenta con la complicidad de los actores, todos magníficos.



A su modo, es como si el filme tratara de hacer algo tan improbable como hibridar García Lorca con Agatha Christie, o La casa de Bernarda Alba con Diez negritos, y de esa imposibilidad surgen sus mayores desplazamientos de tono y hasta algún personaje que parece pertenecer a otra película. En todo caso, Todos lo saben avanza con una tensión que no quiere dar tregua al espectador, proponiendo subterráneamente una historia de amor quebrada y una narrativa poliédrica en la que, como en los anteriores filmes del iraní, el pasado resurge con toda su fuerza para desvelar las miserias del presente y ofrecer un retrato cultural desde dentro, sutil y atento a los detalles reveladores, a partir de un guion extraordinariamente medido, y con una puesta en escena de apariencia urgente y enérgica que sin embargo no logra ocultar cierta desgana (y desubicación) en comparación con otros trabajos del iraní.



Yomeddite

También a concurso se ha presentado la película egipcia Yomeddite, de A.B. Shawky, bienintencionada road movie de un leproso adulto y un niño huérfano que recorren el país en burro, tren y camión en busca de la familia del primero. Si la primera parte del filme está marcada por un fatalismo que no parece tener más fin que el de los protagonistas -quienes padecen toda clase de calamidades-, el último tramo les reconcilia con la vida y hasta se permite acabar en un tono luminoso, subrayado por un tratamiento musical que enrojecerá a los alérgicos a sentimentalismos y ternurismos. Desde El chico de Chaplin hasta Una historia verdadera de Lynch, los ecos del film resuenan estereotipados en sus referencias a Los olvidados, La parada de los monstruos o El hombre elefante, si bien el drama es tan transparente y directo en sus intenciones que se agradece su ausencia de cinismo y su honesta aproximación humanista a las personas que retrata. En todo caso, el inexistente interés cinematográfico de la propuesta, que recurre a las recetas más viejas y manipuladores para generar emoción en el espectador en su sentimiento solidario con los desfavorecidos y parias sociales, hace bastante inexplicable su inclusión en la sección competitiva.



Donbass

En la sección paralela "Un certain regard" ha presentado el bielorruso Sergei Loznitsa Donbass, donde la estructura fragmentada y los excesos se apropian de un discurso en torno al vacío moral y el embrutecimiento del hombre en un entorno de ocupación bélica. El tono de la farsa, a veces demente y alucinógeno (como ocurría en el tramo final de su anterior filme, Une femme deuce), convive con la captura hiperrealista en una serie de estampas grotescas en la Nueva República de Ucrania, donde en el mundo de la posverdad y las noticias falsas solo parece poder representarse la guerra desde su mediatización y manipulación informativa. A pesar de su interés reflexivo, el drama que pone en escena parece aceptar el horror tomando partido con las imágenes de su representación, un desierto moral y embrutecido en el que la naturaleza demente, salvaje y despreciable del hombre ocupa todos los planos de la película hasta sofocar al espectador. Una experiencia extenuante.