Lazzaro Felice
La directora italiana logra en la obra maestra Lazzaro Felice replicar el neorrealismo mágico de Milagro en Milán sin caer en maniqueísmos. Por su parte, Eva Husson naufraga con un indignante relato entre bélico y melodramático de unas guerrillas kurdas, Les Filles de Soleil.
Diríamos que el resultado de esta sorprendente fábula social es mágico, pues resulta ciertamente milagroso poder generar en el espectador un sentimiento de fe tan luminoso en un entorno de indigencia, en el que las estafas de la aristocracia y la banca se traducen en un nuevo esclavismo, sin pasar por alto la naturaleza depredadora de la condición humana. Sesgada claramente en dos partes, la estructura de Lazzaro Felice funciona como un juego de espejos surcado por la fantasía para que de su desconcertante relato acabe emergiendo una parábola bíblica capaz de radiografiar con humanismo y precisión poética las tragedias sociales y prácticas económicas del capitalismo salvaje. Lazzaro es un joven retraído y servil, de una inocencia imposible, que junto a medio centenar de campesinos trabajan las tierras de la aislada aldea Inviolata, propiedad de una tal Marquesa de Luna. Bajo el yugo medieval, sometidos a unas condiciones que no incluyen salario ni libertad alguna, los aldeanos han asumido desde su abismal ignorancia que así funciona el mundo, pues ni siquiera los niños de la aldea tienen derecho a la educación escolar.
Un acontecimiento extraordinario les arrojará a la supervivencia extrema en la indigencia de la ciudad, donde solo fermenta la miseria, mientras Lazzaro emerge como figura santoral de los parias y oprimidos. Si la primera parte retrata el universo rural ancestral la segunda retrata el exilio forzado al entorno urbano del presente, ambos sometidos a sus formas de esclavitud. Está Lazzaro Felice tocada por la gracia de una cineasta libre y sin complejos, que no se somete a fórmulas preconcebidas y se atreve a caminar sobre el alambre de lo verosímil y lo metafórico. El español Sergi López tiene un gran papel, aportando junto al resto del reparto coral una clase de verdad que introduce notas neorrealistas en una estructura de fantasía alimentada por el mito de San Francisco y el lobo. Una secuencia en la que la familia de indigentes es expulsada de una iglesia, y donde Lazzaro "roba" la música del órgano para llevársela consigo al exterior, dan la medida de la sensibilidad de un filme en el que el sentimiento religioso es más un pretexto mágico que una convicción dramática. En esta crónica espiritual de los desheredados del siglo XX, podemos realmente creer que sus criaturas son pobres pero felices.
Les Filles de Soleil
Dadas las circunstancias, y un jurado presidido por Cate Blanchett, todo pinta para que este año la Palma de Oro por fin recaiga en una cineasta -algo que no se ha repetido desde que Jane Campion presentó El piano-, y desde luego la obra maestra de Alice Rorwacher parte con amplias posibilidades. No es el caso de Eva Husson y su indignante relato entre bélico y melodramático de unas guerrillas kurdas, Les Filles de Soleil. Basada en hechos reales y contada desde el punto de vista de una reportera de guerra alejada de su familia, el filme tiene elementos más que suficientes para un buen drama bélico, pero el resultado es realmente calamitoso, nublado por la ansiedad maniqueísta y la necesidad de subrayar artificialmente unas escenas donde no hay tensión alguna. La estructura se precipita hacia una sucesión de flashbacks carentes de ritmo y pierden el foco de la mirada para tratar de abarcar demasiados temas y abandonarlos en la superficie. No son las mujeres las que importan, finalmente, pues no hay un retrato profundo de estas llamadas "hijas del sol", sino la colección de consignas cantadas y explicadas para espectadores lerdos -"Es la era de la mujer, la vida, la libertad", cantan en las trincheras- que solo revelan un contenido hueco y sin matiz alguno. En la lucha de las "libertarias" contra el Daes, hombres de negro retratados como máquinas del Mal absoluto, Husson explota la vertiente azucarada y propagandística del drama para denunciar las salvajes vejaciones contra las mujeres y los niños de su país, y en todo momento echamos en falta el talento de, pongamos, una Kathryn Bigelow, para realmente hacer una buena película, que es de lo que debería tratarse.El empoderamiento femenino también parece ser el motor que mueve a Ash is the Purest White, el nuevo drama metafórico del chino Jia Zhang-ke, que viene a formar un díptico con Más allá de las montañas. Como en aquélla, el guion recorre un amplio espacio de tiempo a través de una historia de amor frustrado que se hace eco de las profundas y épicas transformaciones de su país. Esta vez se centra en el siglo XXI, de 2001 a 2018, siguiendo las vicisitudes de la joven Qiao, de nuevo interpretada por Zhao Tao, esposa del cineasta, que vive en los márgenes de la sociedad enamorada del gánster Bin (Liao Fan), con quien forma al principio del drama una pareja de apariencia indestructible. Qiao salva la vida de Bin y debe cumplir condena por ello, pero al salir de la cárcel tras cinco años de encierro se encuentra con que está sola y debe empezar de nuevo, que las promesas de "camaradería y fidelidad" con que se brindaban en la primera parte del drama se han desvanecido. El amor y la traición, el dominio y la sumisión, las promesas rotas y la imposibilidad de unos personajes de adaptarse a unos tiempos mutantes, conducen el (melo)drama a lo largo de los años, y que en paralelo se ofrecen también como la trayectoria vital de un cineasta fundamental para comprender las cinefilias del siglo XXI.
Ash is The Purest White
Girl
Y siguiendo la estela de la liberación de la mente y el cuerpo femeninos, presentada en la sección "Un certain regard", merece una especial atención la ópera prima Girl, extraordinario y sorprendente tour de forcé que hacen posible dos jóvenes, el director de 25 años, Lukas Dhont, y el protagonista de 16, Victor Polster. El film se centra en los sacrificios y los sueños de Lara, adolescente enfrentado simultáneamente a la transformación de su cuerpo y a la dura disciplina de la escuela de ballet. Contando con la comprensión y el apoyo familiar, Lara desea por encima de todo cambiar de sexo, pero su cuerpo aún en crecimiento, sometido a un tratamiento hormonal, debe adaptarse a los ritmos y a la legalidad belga para someterse a la cirugía transgénero. El filme transita por tres espacios dramáticos -la familia, el baile y el tratamiento médico-, y su determinación pasa por transmitir los castigos y vejaciones corporales a los que Lara se somete, mediante una puesta en escena que apuesta por la repetición de gestos y el establecimiento de una rutina y que da protagonismo a la representación física como expresión de la actitud psicológica de la protagonista. Girl es una muestra llena de personalidad del cine que busca la aceptación social de la diferencia, pero que privilegia el rigor y la singularidad cinemática por encima de la truculencia, el escándalo o el eslogan activista.@carlosreviriego