Eva Green protagoniza Basada en hechos reales

Puede que Basada en hechos reales, la última entrega del incombustible Roman Polanski (en cuyo guion ha colaborado Olivier Assayas) no se encuentre entre lo mejor de su filmografía pero recoge la solidez y la poética de un director tan veterano como polémico. Emmanuelle Seigner y Eva Green protagonizan un combate de pasiones perturbadas.

Ahora que el irlandés Mark Cousins, cierto gurú de la crítica cinematográfica angloparlante, autor del libro y la serie Historia del Cine, ha decidido dejar de "habitar" las imaginaciones (pongamos, películas) de Woody Allen y Roman Polanski, porque "proceden de mentes perversas" y porque sería tanto "como visitar países con regímenes dictatoriales", ¿en qué posición se coloca el espectador frente al nuevo trabajo del cineasta polaco? Dado que la Cinemateca Francesa tuvo que aplazar sine die su retrospectiva a Jean-Claude Brisseau y dejar de invitar a Polanski para celebrar su cine con otro ciclo integral, ¿somos sospechosos de "complicidad moral" por querer ver Basada en hechos reales, el último thriller erótico-psicológico del autor de Lunas de hiel (1992)? Es más, nos preguntamos, ¿se puede seguir escribiendo sobre el cine de Polanski después del #MeToo? La respuesta, evidentemente, es que sí. Es que debe hacerse. A este cronista al menos le sigue y seguirá interesando su obra como una de las fuentes nucleares para entender el cine moderno y, si queremos, el mundo post-Hiroshima y sus alienaciones.



Juego de suplantaciones

En un fabuloso artículo publicado en la revista Letras Libres, la crítica y ensayista mexicana Fernanda Solórzano hablaba de la era del consentimiento, esa "epidemia" que empieza a afectar a "intelectos y sensibilidades respetables" y cuyo virus se traduce en una suerte de "puritanismo adquirido" que puede conducir al paciente a "comparar ver vídeos de Dáesh que muestran decapitaciones con aceptar ver obras de ficción concebidas por ciertos cineastas". La última obra de Polanski probablemente no se cuente entre sus conquistas más notables, pero sí se asocia al resto de su trabajo con la solidez que confieren los gestos de un veterano que ha construido una de las poéticas (malsanas) más reconocibles del cine europeo del último medio siglo. De hecho, el propio Polanski ha revelado que se sintió atraído por la novela de Delphine de Vigan en la que está basada por sus correspondencias con su obra anterior, especialmente con Repulsión (1965) y El escritor fantasma (2010).



En un juego de apariencias, el director parece encontrar en el espejo líquido de Assayas una suerte de magnetismo

Protagonizada por Emmanuelle Seigner, esposa del cineasta, y Eva Green, en un combate de suplantaciones y pasiones perturbadas, es la historia de una famosa novelista cuya vida se ve vampirizada por una ambiciosa y manipuladora mujer que trata de convertirse en su mejor amiga. Una de las grandes novedades de esta nueva pieza de thriller psicológico de Polanski es que ha coescrito el guion junto a Olivier Assayas, y como si ambos replicaran de algún modo el entramado creativo del filme, en el que las identidades se difuminan y retroalimentan, es difícil discernir en qué momento termina Polanski y empieza Assayas o viceversa, tanto en lo concerniente al desarrollo del guion como incluso en la puesta en escena. Basada en hechos reales, no en vano, apenas desentona con las últimas obras del francés filmadas a mayor gloria de Kristen Stewart, Viaje a Sils Maria y Personal Shopper, en cuanto son crónicas incrédulas del evanescente mundillo cultural, aunque también se amoldan como un guante a los intereses fílmicos y temáticos del polaco.



En un extraño juego de apariencias en el que la vida imita al arte, por tanto, Polanski parece haber encontrado en el espejo líquido de Assayas una suerte de magnetismo hacia el estilo, los temas y la estética del cuerpo de la filmografía del autor de Irma Vep. En cierto modo, pareciera que Polanski es el espectro del filme, y Assayas el escritor fantasma, rol que asume el personaje de Elle (Green) respecto al de la escritora consumida por el bloqueo creativo Delphine (Seigner), cuya pareja es un famoso presentador de un programa literario de la televisión francesa. Las armas y mecanismos de la manipulación se trasladan del relato a las estrategias narrativas que emplea Polanski para embaucarnos en una compleja red de intereses, engaños y traiciones que neutralizan todo atisbo de identidad monolítica. La banda sonora de Alexandre Desplat, magnífica, subraya sutilmente y establece alarmas en el espectador para definir el sentido de las secuencias y las intenciones ocultas en cada personaje.



En un plano teórico, la esencia de Basada en hechos reales no se aleja mucho del concepto de Persona, es decir, la confrontación existencial y psicológica de dos personas que se diluyen en una sola figura. Polanski no posee la sensibilidad plástica de Bergman, pero sí una suerte de depravación y locura que hace verosímiles los delirios obsesivos en juego. El espectador está llamado a la angustia de la duda, aunque no todos los giros del guion obtienen su reflejo en la puesta en escena, tan gélida como siempre en Polanski, pero tocada esta vez por una naturaleza líquida que se contagia a la dinámica de intercambios y suplantaciones. De algún modo, unas imágenes vampirizan a otras como lo hacen los rostros y cuerpos de ambas actrices, contrapunteando el proceso de vampirización que el filme ejerce en el espectador.



En definitva, la nueva película de Polanski intriga pero no sorprende y, al igual que El escritor fantasma, explora la intrincada responsabilidad ética de escribir sobre los otros, lanzando a las tripas del relato una cuestión nuclear para el polaco: toda ficción no es otra cosa que un reciclaje de la realidad. Su anterior filme, La Venus de las pieles, proponía una disección del frágil ego del creador y su tendencia a la autodestrucción, de modo que esta nueva entrega se suma orgánicamente al tándem de obras que la precede. No hay forma de entender esta "trilogía" sin detectar una profunda autocrítica debajo de la exhibición egomaníaca. Los paralelismos entre vida y obra siempre han dado juego a especulaciones y teorías de malditismo en la trayectoria de Polanski, la biográfica y la creativa, lo que nos devuelve al principio de este texto. ¿Habitar su obra es como habitar una mente perversa? El cine de Polanski siempre ha consistido en eso. Exactamente. Y nada más.



@carlosreviriego