Fotograma de Jurassic World: El reino caído

El salto de J. A. Bayona a las grandes superproducciones de Hollywood no resulta sorprendente. Si no el más americano, Bayona es el que mejor ha sabido asimilar las bondades y virtudes de una cierta narrativa americana que se ha erigido en estándar en el mundo. Una forma de contar basada en la inmediatez, el ritmo constante, los golpes de efecto y la búsqueda de la emoción que definen unas películas que arrasan en los cines. Heredero confeso de Spielberg, la elección del director no por lógica resulta menos "histórica" en lo que concierne a nuestra producción ya que jamás un director patrio había rodado una película tan cara y destinada a tener un impacto tan enorme a nivel global. Más allá de cualquier consideración, contribuye al prestigio de nuestra industria, que, como marca, ahora que se habla tanto de eso, siempre ha jugado en desventaja respecto a países como Francia o Italia.



Dicho esto, Jurassic World: El reino caído es una película de Hollywood al cien por cien en la que Bayona demuestra su conocido buen dominio para las escenas de acción y generar tensión en el espectador pero que se inscribe de manera plena en una maquinaria quizá demasiado poderosa como para que ni Bayona ni nadie pueda salirse demasiado del carril. En una línea similar a la emprendida por la renovación de la saga del Planeta de los simios, el guionista Colin Trevorrow, que escribió la primera parte de este relanzamiento de la franquicia y actúa como algo parecido a un showrunner, decide darle épica política al asunto para convertir a los dinosaurios en símbolo de una lucha más significativa. Todo ello, sin renunciar a un tono de serie B gozosamente divertido e inscrito en el género clásico de aventuras que siempre ha sido marca de la casa en una mezcla que no siempre acaba de funcionar.



La película retoma la historia al concluir la primera parte. Los dos protagonistas, la hiperactiva Claire, interpretada por Bryce Dallas Howard y a la que Bayona retrata como si fuera una heroína del Hollywood clásico al estilo Katherine Hepburn, y Owen, al que da vida Chris Pratt en una reedición del clásico héroe americano, ese hombre de campo poco amigo de los libros que es algo así como el enfant sauvage, siguen con sus vidas después de la destrucción del parque tras el ataque de los dinosaurios. La cosa se complica porque el volcán de la isla donde viven los animales prehistóricos entra en erupción, amenazando con matarlos a todos si no los trasladan. Cuando el gobierno decide no hacer nada, un millonario contrata a nuestros héroes para que vayan a la isla y ayuden a llevar a los inmensos animales a un nuevo "santuario" en el que podrán vivir en paz. Pero las intenciones del rico filántropo, o más bien de su apoderado, son más oscuras de lo que parece.



Jeff Goldblum en Jurassic World: El reino caído

En El reino caído aparecen todos los temas que parecen dominar la turbulenta actualidad que vivimos. Como en la saga Kingsman, se refleja la idea popular de que existe una élite (el club Bilderberg o como quiera llamarse) que domina el mundo de manera perversa y a través de un largo discurso de Jeff Goldblum, al que se rescata de la primera parte de la saga, escuchamos una reflexión sobre las inmensas posibilidades de hacer el mal que le brinda al ser humano el salto tecnológico en el que vivimos con el asunto de la ingeniería genética como principal riesgo. A todo ello hay que sumar un discurso ecologista de preservación de la naturaleza. Mucha densidad para una película en la que sobre todo vemos a los dos protagonistas (sumen un afroamericano miedoso y una científica escéptica y una niña que lo sabe todo en el capítulo de los buenos) correr mucho de un lado para otro y que termina en un caserón de estilo gótico que recuerda un poco al del Orfanato, quizá un guiño de Bayona a sus inicios.







@juansarda