Julia Solomonoff durante el rodaje de Nadie nos mira

Se ha hablado mucho del reverso del sueño americano pero no tanto desde el punto de vista en que lo hace Nadie nos mira, nuevo filme de la directora argentina Julia Solomonoff (Rosario, 1968), donde lo que vemos es que el fracaso es positivo e incluso sanador. La directora de El último verano de la boyita (2009) cuenta en este filme la odisea de un actor argentino popular en Sudamérica por una telenovela que al llegar a Nueva York se queda frustrado porque su aspecto ario no cuadra con lo que se espera de un latino en una industria que busca estereotipos.



Como su propio título indica, Nadie nos mira es una película sobre la invisibilidad del emigrante, que se convierte en un personaje incómodo en una sociedad que acepta a regañadientes a los recién llegados y donde todo son trabas y obstáculos. La propia Solomonoff, que nos atiende por Skype desde Nueva York, donde reside, ha vivido en distintas etapas varios años en Estados Unidos y no oculta que la película refleja muchas de sus propias experiencias. El filme se estrena en un momento en el que la política migratoria de Estados Unidos ha recibido críticas en todo el mundo después de conocerse de que la policía fronteriza separa a los padres de sus hijos en centros de internamiento.



Pregunta.- Después de ver la película más bien dan ganas de no ir a Nueva York a buscarse la vida. ¿Es muy difícil salir adelante?

Respuesta.- Sea cual sea su resultado, los viajes siempre valen la pena porque nos descubren muchos otros lugares. No es propaganda de Nueva York, eso seguro, pero creo que el filme también cuenta que es bueno pasar por ciertos lugares. La experiencia del protagonista muy positiva para él.



P.- ¿Cuándo somos emigrantes se refuerza nuestra percepción de identidad por oposición?

R.- Se produce un quiebre en el estatus y en la clase social. De repente eres un extranjero buscándose la vida y los habitantes locales no distinguen entre unos y otros. Existe una primera barrera básica que es el idioma, porque uno siempre es un poco más tonto en un idioma que no es el suyo. De hecho, cuando te desarrollas en otra lengua también te conviertes en otra persona.



P.- ¿Cuándo somos emigrantes "nadie nos mira"?

R.- El título se refiere a que en esa situación estás muy sujeto a cómo eres percibido desde fuera. En un país que no es el tuyo toda tu cultura queda reducida a unos cuantos estereotipos que te reducen. Estás en una situación muy vulnerable en la que estás muy pendiente de si te aceptan. Súbitamente los demás tienen un gran poder sobre ti.



P.- ¿Por qué el protagonista es gay?

R.- No he querido hacer una película sobre la homosexualidad. Por motivos personales conozco de cerca a personas gays y lo vivo con mucha naturalidad. Me interesan los sentimientos y la profundidad de estos más allá de su sexualidad. Hay un aspecto que sí tiene más peso y es que trabaje como niñero. Ese es un trabajo muy frecuente entre las mujeres que emigran a Nueva York y casi todas en algún momento lo hacen. Sin embargo, la imagen de un hombre cuidando a unos niños sigue resultando chocante y es un momento interesante para reflexionar sobre nuevas formas de paternidad.







P.- ¿Hasta qué punto la película es autobiográfica?

R.- Cuento algunas de mis experiencias. Yo llegué a Nueva York en un momento en el que en Argentina había una crisis enorme y las cosas no fueron fáciles. Sin embargo, al regresar a mi país viví la mejor etapa de mi vida porque fui directora de un canal público, rodé mi primera película y me pasaron cosas importantes a nivel personal. De forma quizá paradójica, vivir en Estados Unidos me ayudó a encontrar mi lugar en mi país. Fue un momento muy crucial en la vida.



P.- ¿Por qué vivimos en un momento en el que el rechazo a los emigrantes cobra peligrosa fuerza?

R.- Hay algo que es importante y es que la gente con frecuencia tiene una visión muy simplista de la emigración como si fuera un problema estrictamente de papeles y de burocracia. En un momento de crisis de refugiados como los que hemos vivido ves cómo la manera de pensar de mucha gente es reduccionista. Surgen cuestiones de desarraigo y de identidad que son mucho más complejos que el problema de papeles. Te das cuenta de que las diferencias culturales existen y que las manera de ver el mundo son realmente distintas. Hay que entender esa diferencia e investigar en ella.



P.- ¿Hay racismo contra la comunidad latina en Estados Unidos?

R.- Una vez más, vemos esa reducción del otro. En ese país persiste una idea de superioridad, de destino manifiesto como mejor país del mundo que está inculcado en su propia manera de pensar. El problema es que se plantea la asimilación desde un punto de vista acrítico, se supone que te tienes que integrar asumiendo todos sus principios cuando puedes aportar cosas manteniendo una postura más crítica. No existe una buena manera de ser americano ni tiene que ser una postura de sumisión.



P.- ¿Significa Trump un cambio profundo en el país o es un momento?

R.- Estados Unidos no es tan democrático ni tan igualitario como le gusta pensar que es. El país es hoy mucho más intolerante que el que conocí hace 20 años. Es también un país que ha crecido mucho y que se enfrenta a la contradicción de que mientras su presidente tiene un discurso antiinmigración, los siete premios nobeles estadounidenses vivos son inmigrantes. Estados Unidos sin inmigrantes no es nada.



@juansarda