Klaus Kinski, la cólera de Dios
Durante el rodaje de Aguirre, la cólera de Dios, el actor Klaus Kinski atormentó al resto del elenco, especialmente a los extras. En sus frecuentes e inexplicables ataques de ira, que podían desatarse por el detalle más nimio, golpeó con su espada a uno de ellos en la cabeza, que salvó la vida gracias a que llevaba un yelmo. En otra de sus rabietas, disparó un arma de fuego hacia el interior de la tienda donde los actores se relajaban jugando a las cartas y bebiendo tras jornadas de rodaje interminables, hiriendo de bala a un extra. Aquella película fue una de las frecuentes colaboraciones entre el actor alemán y el director Werner Herzog, que se conocieron en los años 50 cuando compartieron piso.
Otra de las películas que hicieron juntos fue Fitzcarraldo, y durante su rodaje en el Amazonas Kinski volvió a hacer de las suyas. Sus monumentales enfados y discusiones (sobre estas líneas vemos sus gritos al jefe de producción por la calidad de la comida y el silencio paciente de Herzog) tuvieron en vilo a todo el equipo, incluyendo una tribu indígena que ofreció a Herzog matarlo por él. Lo cuenta el propio director en Mi enemigo íntimo, documental de 1999 en el que el cineasta alemán recreó su tormentosa, insufrible pero artísticamente fructífera relación de amistad-odio con Kinski.
Dentro de su ciclo Los lunes al cine, Cineteca Madrid proyecta este lunes 9 de julio el documental, precedido de Aguirre, la ira de dios.