Fotograma de Llenos de vida
La realizadora y actriz francesa Agnes Jaoui (Antony, 1964) alcanzó un gran éxito en toda Europa con El gusto de los otros (2000), una deliciosa comedia en la que parodiaba con elegancia e ironía el mundo de la pequeña burguesía de la provincia francesa. Dieciocho años después de aquel filme, la artista demuestra su mejor pulso con Llenos de vida, una comedia desternillante en la que parodia otro mundo que conoce bien, el de las celebridades. Ambientada en una fiesta burguesa que reúne al famoseo del país vecino, la película parte de una situación clásica, como una celebración, para juntar bajo el mismo techo a un grupo de personajes que van como pollos sin cabeza, cada uno atento a sus pequeñas miserias y perdiéndose por el camino lo que sucede a su alrededor.El protagonista es Jean Pierre Bacri, en plan rock star, que interpreta a una vieja gloria de la televisión del estilo de Bertín Osborne en nuestro país. La fiesta es la inauguración de la nueva casa de su productora, Nathalie (Lea Drucker). En ella se encuentra con su ex mujer y madre de su hija, Hélène (la propia Jaui), una mujer de carácter inestable y entregada a las causas nobles que, cuando presiona a su antiguo marido para que lleve a una afgana a su programa, éste contesta: "¿Al menos vende buena mierda?".
La fama como elemento distorsionador que altera la percepción y crea una especie de tensión a su alrededor es uno de los elementos de una película que en el idioma original se llama "plaza pública", lo que alude al hecho de que sus protagonistas diriman sus batallas, con sus éxitos y fracasos, ante el ojo de una audiencia que los conoce a la perfección y ha seguido con devoción sus amores y desamores. Un escrutinio que se multiplica y adquiere su paroxismo en la figura de BiggieStar. Él es un rapero influencer con cientos de miles de seguidores, que acude en chándal a la fiesta, y lleva esa cultura hasta su extremo, convirtiendo la fama en una forma de exhibicionismo constante.
Jaoui logra una gran película gracias a unos diálogos ingeniosos y brutales en los que la plaza pública, entendida como fama pero también como lugar de encuentro social, se convierte en una suerte de batalla campal donde unos pelean contra los otros. La sociedad, en el filme de la realizadora, es una lucha de poder en la que como dice el personaje de Bacri, "gana el más fuerte" y, le secunda su hija, "ser buena persona no sirve para nada". Hay una cierta amargura, que también se refleja en la reflexión sobre el paso del tiempo, en este filme divertido e inteligente en el que la atención de la directora por los detalles (el invitado que no tiene tele pero está obsesionado con los famosos, el baile de los raperos cuando Bacri canta a Montand etc) son la guinda del pastel.
@juansarda