Paul Schrader: En Hollywood se le dicta al espectador qué debe sentir
Paul Schrader, en pleno rodaje. Foto: Warner Bros. Pictures / Strizzi, Sergio / Album
Ha llevado el cine contemplativo de Ozu, Dreyer y Bresson a lugares nunca transitados. Paul Schrader, leyenda viva del mejor cine estadounidense, vuelve con renovada energía con El reverendo. La historia, protagonizada Ethan Hawke y Amanda Seyfried, aborda con su habitual estilo las dudas de la fe y plantea debates de calado sobre la sociedad actual.
En esta trama de vigorosa carga emocional y de hermosa factura, un antiguo capellán militar encarnado por Ethan Hawke sirve como párroco de una pequeña iglesia en el Estado de Nueva York tras la muerte de su hijo en Irak y la ruptura de su matrimonio. Su frágil equilibrio mental se tambalea al tratar de ayudar a una feligresa embarazada (Amanda Seyfried), cuyo marido es un ecologista radical con una visión atormentada de la crisis que sufre el planeta.
En este anticipado epitafio de Schrader la culpa, la redención, los dilemas religiosos y la angustia existencial conectan al espectador con el autor. Pero la gravedad tanto visual como dramática de la propuesta supone un giro hacia el cine contemplativo de este epítome del Nuevo Hollywood entregado desde siempre a la acción, el sexo y la violencia.
Pregunta.- En esta película llama poderosamente la atención, por inesperado en su trayectoria, un estilo muy formal, donde además opta por el formato tradicional 1.33:1. ¿A qué responde este cambio?
Respuesta.- En 1972 dediqué un libro al cine contemplativo, comandado por directores como Ozu, Dreyer y Bresson: Transcendental Style in Film. El género del cine lento me interesaba porque enlazaba mis estudios de teología con mi pasión por el cine. Recientemente he revisitado aquel ensayo y lo he actualizado, así que cuando me decidí a rodar una película espiritual, empecé a revisar aquellas técnicas. Repasé, por ejemplo, el trabajo de Andréi Tarkovski y traté de imaginar el uso de mecanismos de privación durante el proceso. Ahí reside la diferencia entre el cine que aparta al espectador y el que lo inclina.
P.- ¿Cuáles serían esas diferencias?
R.- Todas las películas de Hollywood cuentan con un coche a toda velocidad, una mujer desnuda, una banda sonora pegadiza, explosiones... Al espectador se le dicta en todo momento qué debe sentir. Todo pasa por la manipulación y la pasividad. En cambio, el cine contemplativo trasciende, porque se estimula a la audiencia. Cuando empieza a sentir interés, la película se retrae mediante la paleta cromática, la composición, los largos planos estáticos, el ritmo de la edición, la falta de música, el uso de primeros planos, la profundidad de campo… La delicadeza del uso de estos elementos es clave para que en cierto momento consigas que la gente entre en la propuesta. De lo contrario, se irán del cine.
Más allá de la puerta...
P.- ¿Dónde estaría el equilibrio?R.- Debes servirte del aburrimiento como un bisturí para perfilar una reacción emocional sin que se convierta en simple hastío. Bresson fue de los primeros en manejar el efecto de ese uso del tiempo. En su cine se abre una puerta, se cierra y el plano se mantiene cinco segundos. ¿Qué sucede? ¿Qué pasa por la cabeza del espectador? La audiencia deja de ver la puerta para mirar más allá. La experiencia ya no radica en la puerta, sino en el tiempo que empleas mirándola. Eso conecta con la meditación. El cine contemplativo es una danza espiritual.
P.- ¿Por qué ha decidido hacer una película espiritual en este momento de su carrera?
R.- Tiene que ver con la edad y con la rentabilidad. En EE.UU. es muy complicado hacer cine que no sea comercial, porque no hay subvenciones y no se va a recuperar el dinero invertido, mientras que en Europa puedes recurrir a fondos estatales. El punto de inflexión llegó durante una cena organizada por el Círculo de Críticos de Cine de Nueva York en la que conocí al director polaco Pawel Pawlikowski, responsable de Ida. Me estuvo diciendo que había recibido la oferta de trabajar en Hollywood, pero había preferido volver a Polonia y no estar sujeto a cadenas. Hablamos de que hoy en día películas que antes eran prohibitivas ahora ya no lo son. La tecnología nos permite recortar sustancialmente los presupuestos. Aquellas películas que durante los inicios de mi carrera nos llevaban 40 días, hoy se pueden resolver en 20. La ventaja de estos tiempos es que puedes poner en marcha proyectos antes impensables; la desventaja, que quizás nadie llegue a verlos. El caso es que me fui andando a mi apartamento pensando: "Ha llegado el momento de hacer una de esas películas que siempre declinaste". Cuando llegué a casa ya tenía la idea para mi filme.La ventaja de estos tiempos es que puedes poner en marcha antes impensables, aunque nadie llegue a verlos"
Schrader está integrado en el panteón del séptimo arte con clásicos contemporáneos tanto como guionista, caso de Toro salvaje (Martin Scorsese, 1980), como en la silla del director, con títulos de la talla de American Gigolo (1980), El beso de la pantera (1982), Mishima: Una vida en cuatro capítulos (1985) o Aflicción (1997). Durante años, en sus propias palabras, ha estado haciendo "el trabajo del diablo".
Ethan Hawke protagoniza El reverendo, una profunda reflexión espiritual
P.- Como ha apuntado al inicio de la entrevista, se formó como seminarista. Con este filme, ¿quería lanzar un mensaje sobre la encrucijada actual de la fe?
R.- La religión y la espiritualidad son dos cosas diferentes. La religión es una organización, una compañía que tiene reglas, propiedades inmobiliarias, afiliados, jerarquía... Como decía John Lennon: "Dios no me gusta demasiado cuando lo ponen bajo techo". En el corazón de El reverendo hay desesperación. El protagonista sufre lo que Kierkegaard llamaba enfermedad mortal. Arrastra desesperanza, angustia, y trata de redimirse a través de la bebida, de la escritura y de los ritos religiosos. Ni siquiera sé si cree, pero tiene una razón para sufrir. Y la cristiandad tiene una relación persistente con el sufrimiento, empezando por el sacrificio de los animales y siguiendo con la pasión simbólica de Cristo. En la Biblia todo es bastante sangriento y, por tanto, para una persona religiosa arrojada a la desesperación es muy fácil pensar que el sufrimiento y el dolor físico le dan un sentido vital y cierto alivio.
Llega la inteligencia artificial
P.- La reflexión espiritual se entreteje en la película con el desafío medioambiental. ¿Por qué le ha dado tanto peso al cambio climático?R.- Esta película plantea varias cuestiones: el papel del hombre en el mundo, qué implica tener conciencia, cuál es el sentido de nuestras vidas y qué hay después de la muerte. Todos estos asuntos han sido cuestiones teóricas discutidas a lo largo de miles de años. Ahora, con la Inteligencia Artificial, es posible que sea el fin de esa discusión. La frase de Descartes "Pienso, luego existo" ha perdido sentido, porque hay máquinas que piensan mejor que nosotros. El colapso de la ecología, de la que el hombre es responsable, junto a la evolución de las especies ha cambiado el marco de pensamiento y le ha dado una mayor urgencia a esas preguntas.
P.- Al inicio de su carrera, Ethan interpretó papeles de galán adolescente, pero últimamente se ha labrado una carrera con personajes profundos. ¿Qué papeles suyos fueron los que le animaron a llamarlo?
R.- Cuando estaba pensando en mi protagonista tenía en mente un perfil de sufridor, del tipo Jake Gyllenhaal, Oscar Isaac… Ethan es un hombre muy serio: actor teatral, director, dramaturgo y guionista, pero tiene esa cara de niño que le ha acompañado durante 20 años. Ahora es un tipo de mediana edad con una gravedad facial que quería explorar. Los castings consisten en dar a la persona correcta el papel conveniente para su edad y adecuado a su temática. Sus habilidades ya se demostrarán durante el proceso.Buscaba un perfil de sufridor para el protagonista. Opté por Ethan Hawke, que ahora tiene una gravedad facial que quería explorar"
P.- ¿Le costó responder a su ofrecimiento?
R.- Ethan me contestó en 24 horas, así que quiere decir que abrió el sobre y leyó el guión de inmediato.
P.- ¿Por qué pensó en Amanda Seyfried? En qué medida pesó su embarazo real a la hora de seleccionarla como coprotagonista?
R.- Estábamos buscando una actriz en esa franja de edad, y cuando descubrimos que estaba embarazada, el director de casting me dijo que era perfecta para el papel. Le di la razón, no sólo porque no tendríamos que usar prótesis para fingir su estado, sino porque cuando estás financiando un filme todo se pospone por las previsiones de tesorería. Sin embargo, cuando apreté a nuestros productores con el argumento de que si dilatábamos el arranque del rodaje íbamos a perder a Amanda, se pusieron las pilas. Desde luego podía haber hablado con el ginecólogo, pero no creí que fuera a ampliarnos el plazo (risas).
@BegoDonat