Pol Monen y José Coronado en Tu hijo

Miguel Ángel Vivas reflexiona sobre la violencia inherente a la diferencia de clases sociales. Los documentales sobre Bergman ponen el acento en los traumas de la niñez del director y su obsesión con la muerte.

Hace poco más de diez años el director irlandés Neil Jordan triunfaba con La extraña que hay en ti (2007), película en la que planteaba la forma en que una mujer aparentemente normal y corriente (Jodie Foster) enloquecía después de que unos pandilleros asesinaran a su novio para comenzar una sangrienta persecución de los culpables. En aquel notable filme, Jordan nos proponía no solo una clásica película de venganzas sino algo con voluntad de ser más profundo, un viaje al lado oscuro del ser humano y una reflexión sobre cómo el velo de la civilización puede quebrarse en cualquier momento dejando al descubierto esa "extraña que hay en ti" o sencillamente, el animal que llevamos dentro.



El director Miguel Ángel Vivas (Sevilla, 1974), con una larga trayectoria como director de televisión en series de calidad como Mar de plástico (2016) o filmes como Extinction (2016), ha inaugurado Seminci con Tu hijo, en la que plantea un tema parecido que Jordan pero llega más lejos que él al profundizar de manera casi escalofriante en la pisque de un hombre desquiciado. José Coronado (realmente espléndido y muy entregado a su personaje) es un cirujano de Sevilla con una vida acomodada y dos hijos adolescentes. El chico (Pol Monen) es atacado una noche por un grupo de jóvenes aparentemente sin sentido y le dan una paliza que le deja en coma. A partir de aquí, atónito ante la falta de resultados de la policía y furioso por las garantías legales que entorpecen la investigación, el médico inicia una brutal búsqueda de los culpables.



Vivas no plantea la fragilidad de la civilización sino algo peor, la brutalidad en la que ya vivimos. Gracias a una dirección soberbia que progresivamente nos introduce en la mente desquiciada de un protagonista cada vez más aislado de la realidad, la película consigue que hagamos el mismo viaje del desdichado Coronado para que nos acabemos cuestionando íntimamente nuestros valores cuando llega la catarsis final y la película coloca las cosas en su sitio. Hay ecos de Melville en este filme angustioso en el que el director reflexiona sobre la violencia inherente a la diferencia de clases sociales y la consiguiente crueldad de cierta burguesía en una película seca con algunos momentos brillantes que deja poso y obliga a la introspección.



En el año del centenario de Bergman, cobra gran importancia la figura del legendario cineasta, que proyectó en vida muchas de sus películas en la Seminci, que lo convirtió en un icono. El Festival no solo le dedica una retrospectiva, también proyecta dos documentales muy distintos que ofrecen un retrato complejo del genio. La cineasta alemana Margarethe Von Trotta nos propone una visión muy personal en Buscando a Bergman, donde ella misma y sus recuerdos del cineasta, que era su amigo, tienen un gran protagonismo. Por otra parte, Bergman, su gran año, de la directora sueca Jane Magnusson, refleja una visión más académica pero también más crítica del maestro.



Una escena de Buscando a Bergman, de Margarethe Von Trotta

Descubrimos cosas insólitas del artista en estos documentales. Como que encargó su propio ataúd antes de morir y lo guardaba en el trastero porque quería un modelo concreto y era tan desconfiado que no se fiaba de que siguieran sus indicaciones (esto lo cuenta Trotta). O que encima de su mesilla de director había siempre un paquete de galletas María que estaba rigurosamente prohibido tocar. Bergman era tan neurótico que jamás cogía la última galleta por temor a que alguien la hubiera tocado (esto lo explica Magnusson). Trotta ofrece una visión más amable del director y se fija especialmente en su proceso creativo con los actores, entrevistando a muchos de los que trabajaron con él. Magnusson incide más en la vida privada del director para descubrirnos a un hombre obsesionado con su trabajo que fue infiel a sus cinco mujeres y no era capaz de recordar cuándo habían nacido sus hijos. A la hora de analizar su obra, ambas, eso sí, no cabe otra, ponen el acento en los traumas de la niñez del director y su obsesión con la muerte. Habrá tiempo más adelante, cuando se estrenen ambas películas, de ir al detalle de un personaje y una obra casi infinitas.



El cineasta Carlos Saura ha tenido un protagonismo destacado en la Seminci con la presentación de su nuevo trabajo, el documental Renzo Piano, un arquitecto para Santander, donde refleja el proceso de construcción del centro Botín en dicha ciudad. Es un trabajo de gran interés por muchos motivos. En primer lugar, queda claro que la sintonía entre ese Piano que reniega de la "trampa del estilo" o pone el acento en la luz como principal elemento y Saura es total. Por la otra, el conflicto entre la fundación y el arquitecto y una parte de los ciudadanos de la ciudad, que consideran que la intervención urbanística es demasiado agresiva y le da un papel demasiado preeminente a un centro privado, resulta interesante y está bien contada. Queda claro también que Saura se identifica con ese Piano para el que, como para todo gran artista, nada es fácil y muchas veces para alcanzar la belleza no tiene más remedio que navegar a la contra. Las espectaculares y bellas imágenes de la costa cántabra, rodadas con infinito amor por el cineasta, son la guinda del pastel.



Finalmente, confieso mi sorpresa ante la película sueca Border (Gräns), en la que plantea la historia de dos personajes muy feos (con misterio detrás de su apariencia) que destacan además de por su aspecto físico por un increíble olfato para detectar el mal. En el filme, ganador del premio a la mejor película en la sección Un Certain Regard de Cannes, el director sueco de origen iraní Ali Abbasi plantea una curiosa mezcla entre las leyendas nórdicas y drama social al reflejar el sufrimiento de esos personajes marginados por su peculiar aspecto. Un romance imposible y una trama de thriller relacionada con la pederastia y el robo de bebés son otros elementos de una película desconcertante, por momentos difícil de ver, en la que Abbas logra un muy personal canto a la diferencia.



@juansarda