Morir para contar
Todos los años, muchas miradas de la Seminci se dirigen a sus importantes secciones de no ficción, Doc. España y Tiempo de Historia, que se han consolidado como un importante referente patrio en el que se estrenan algunos de los títulos que marcarán los próximos meses. Y esta edición ha ganado un trabajo de Hernán Zin (Buenos Aires, 1971), Morir para contar, llamado a tener un fuerte impacto cuando llegue a las salas. Es al mismo tiempo el reflejo de una crisis personal y de un oficio temerario y apasionante. El reportero y cineasta argentino cuenta su profundo terremoto íntimo cuando, estando en Afganistán, después de muchos años cubriendo zonas de conflicto, siente que ya no puede más.En busca de respuestas, Zin entrevista a algunos de los mejores periodistas de guerra de nuestro país y le hace un homenaje a los caídos. Una lista trágica formada por grandes nombres como los periodistas de El Mundo Julio Fuentes y Julio Anguita Parrado a los que se suman otros como los cámaras Miguel Gil, que murió en Sierra Leona, o José Couso, asesinado de forma incomprensible por los estadounidenses durante la invasión de Irak mientras estaba en su habitación del hotel de la prensa. Con gran emoción, la película de Hernán Zin refleja el momento de desconsuelo y dolor que lo llevó a abandonar la profesión que ama (provocando un gran vació en él mismo porque según cuenta no puede ser feliz ni en la vida del primer mundo ni en las guerras) para incidir también de manera especial en los dramáticos secuestros, dando una voz especial a otro periodista de El Mundo, Javier Espinosa, que permaneció recluido por terroristas islamistas varios meses en un caso que dio la vuelta al mundo.
En Morir para contar, el título no puede ser más elocuente. Se habla de miedo, de locura, de pasión, de los motivos profundos que llevan a una persona a jugarse la vida en un país desconocido para transmitir al mundo la tragedia de una gente que vive a miles de kilómetros pero cuyo dolor les concierte de manera casi sobrehumana. Hay testimonios sinceros e importantes de grandes referentes de la profesión como Mónica G. Prieto, Manu Brabo, Javier Bauluz, David Beriain o Gervasio Sánchez que ofrecen un retrato apasionante de los gozos, y el mal que puede ser infinito, de una forma de entender el periodismo que lleva sus mejores ideales hasta sus últimas consecuencias.
Ha habido calidad patria en Doc. España y Tiempo de Historia como viene siendo habitual en los últimos años. El rapero y cineasta Juan Vicente Córdoba (conocido como El Coleta) ha presentado un peculiar largometraje de dos horas (quizá algo excesivas pero casi siempre notables) en las que realiza un muy personal acercamiento al mundo del cine quinqui que marcó los años de la Transición en España. Titulado Quinqui All Star, es un trabajo estructurado en torno a la frustración de Córdoba (que es de barrio y siempre va en chándal) por no poder entrevistar a Carlos Saura, el único director de cine vivo del quinqui (gracias a la sensacional Deprisa, Deprisa de 1981). Mientras Saura no contesta sus mails, Córdoba repasa a los otros dos cineastas fundamentales del género, Eloy de la Iglesia y José Antonio de la Loma, y algunos títulos míticos como Perros callejeros (José Antonio de la Loma, 1977) o El pico (Eloy de la Iglesia, 1983) para realizar un sentido homenaje a un género que logró reflejar con rabia y pasión un momento histórico apasionante.
De todo hay en Quinqui All Stars. Análisis fílmico y sociológico pero también un reflejo de las actuales penurias del propio director y su familia, que van a ser expulsados de su apartamento, conversaciones con su propia madre, mucho feminismo de la mano de Agnès Varda y una tesis de fondo, que los raperos (o traperos) son los encargados de perpetuar hoy día el espíritu de protesta y crónica social del quinqui. Con un tono que va entre la indignación y la poética de extrarradio, es un trabajo muy personal con momentos inspirados.
Producido por Pedro Almodóvar, El silencio de otros, dirigida por Almudena Carracedo y Roberto Bahar, plantea la lucha de víctimas del franquismo porque sus verdugos paguen por sus crímenes o puedan desenterrar a sus muertos. En las cunetas españolas aún quedan los cadáveres de más de 100 mil personas convirtiendo a nuestro país en un verdadero cementerio del horror. Durante seis años, los directores documentan la lucha sin cuartel de unos hombres y mujeres que sueñan con encontrar cierto sosiego en su vejez, aunque solo derive del reconocimiento del dolor causado. Conocemos a un hombre que debe convivir en la misma calle con el mismo torturador que le destruyó la juventud (el infame Antonio González Pacheco, llamado Billy el niño) o a una señora anciana dispuesta a todo para ser enterrada junto a su padre, desparecido en una fosa común. Es un documental correcto que tiene la virtud de tratar un tema importante y crucial para que nuestro país supere de forma definitiva las heridas de la guerra civil y la dictadura.
Destaco finalmente Azul Siquier, de Felipe Vega, homenaje al fotógrafo andaluz Carlos Pérez Siquier (1930), gran retratista de los paisajes sociales más desfavorecidos de su comunidad. El trabajo de Siquier está muy relacionado con el barrio almeriense de La Chanca, una zona de gran pobreza durante los años del franquismo, que el fotógrafo retrató por primera vez obteniendo imágenes de una gran belleza. Maestro de color, Siquier logra unas imágenes de gran impacto visual gracias a su dominio de la composición y un talento especial para reflejar la luz. En una zona sin apenas sombras como Almería, las fotografías de Siquier nos seducen con una paleta de colores tan exquisita que algunas de sus imágenes se asemejan a la pintura.
@juansarda
Genèse, de Philippe Lesage