El Coleta y Juan Vicente Córdoba
El director construye un documental atípico con imágenes de películas como Perros callejeros o El Pico, de entrevistas con personajes como Quique San Francisco o Daniel Guzmán y muchos planos de la actual periferia para expresar su desacuerdo por la deriva del país y de nuestro cine.
Pregunta.- ¿Quería refutar el cine que se hace ahora con esta película?
Respuesta.- En la actualidad el cine español que hacemos no representa al público. Hay comedias y películas de acción, algunas muy interesantes, pero falta es un cine de calado. En este caso yo de lo que hablo es de las clases obreras y de las periferias. No veo qué se esté contando lo que sucede en este país ni cómo viven este tipo de personajes. Y este tipo de cine solo lo he visto este año con la película de Isaki Lacuesta Entre dos aguas.
P.- ¿El cine español le ha dado la espalda a los problemas sociales?
R.- Si hacemos un poco de historia, hay un momento crucial dentro del cine español que no tiene tanto que ver con lo artístico como con lo industrial. Desde el Ministerio de Cultura se intentó implantar la necesidad de acoger películas de mucho coste para competir con el cine europeo de Francia u otros países. A la mayoría del cine medio y más pequeño, las propuestas más artísticas, se lo cargaron. Hace unos años una serie de cineastas lideramos el movimiento "Cineastas contra la orden": Javier Rebollo, Jonás Trueba, Alberto Moráis… éramos casi doscientos, pero no ganamos la batalla. Con la crisis ese tipo de cine de mucho coste se ha banalizado y se ha visto que una o dos salen bien, pero el resto… Cuando ahora la gente se pregunta por qué nunca vamos a Cannes, Berlín o Venecia, la razón es que nos hemos cargado un cine más artístico. Eso fue vital.
P.- ¿No es bueno que sepamos hacer cine de género y comercial?
R.- En esas películas industriales vemos al actor guapo con músculo, la actriz preciosa… y el español medio ya no se ve en pantalla. Es imposible ahora mismo hacer una película de quinquis. Es una cultura muy distinta a la de los 70 que yo he encontrado a través de la cultura trap, pero no encontrará dinero para un filme así. Sería incluso difícil encontrar a los actores que represente a esa gente. Cuando quieras hacer una película como esta debes recurrir a actores no profesionales.
P.-¿Se considera pesimista o nostálgico?
R.- Para el pesimismo siempre hay un motivo. Yo no soy nada nostálgico. No hay un homenaje al cine quinqui o tiempos anteriores. Son herramientas para trasladar la idea de que el camino por el que vamos como sociedad no funciona, y eso me duele. Lo que hago es una comparativa para ver que en esos años había una crisis del petróleo y un interés por las clases obreras y los desfavorecidos. Era un momento parecido a este marcado por la crisis, el paro juvenil y la crispación política con el resurgimiento de la ultraderecha. Investigando en esa época también ves que la violencia machista era un problema como ahora. Lo que hago es una denuncia social porque la Transición ha quedado vieja, vetusta y hay que hacer una reforma. ¿Quién es responsable? Ni el banquero, ni el político, ni el educador lo es. Acabo con un plano con unos libros de texto porque lo más importante es la educación y estamos en el país con mayor fracaso escolar de Europa. La película es un caleidoscopio de muchas cosas.
P.- ¿Cómo construye una película tan atípica?
R.- Empiezo esta película a partir de una idea, pero no tengo guion. Está todo en mi cabeza, pero no sé cómo hacerlo. Termino el documental Flores de luna (2008) y en él explico la forma en que España pasa de ser un país rural a un país urbano rápidamente. Comienza el chabolismo en Barcelona y Madrid. Aparece esa geografía del cine quinqui, el campo de la Bota o Torre Baró en Barcelona; Somorrostro, Pozo del Tío Raimundo o Vallecas en la capital. En los 80 se derriban las chabolas y se convierten en barrios verticales. Cuando entrevisto a los viejos que vivieron eso, me sorprende el contraste con las nuevas generaciones. Ya no quieren educarse para conseguir una vida mejor, solo hay interés por el dinero para comprar cosas, surge un racismo grande a la hora de dejar entrar a los extranjeros. Y siento que me dejé cosas por contar. Como yo soy un chico de barrio y en mi generación iba a ver esas películas, Perros callejeros o Navajeros, viendo la denuncia social de Carlos Saura o Eloy de la Iglesia, de repente había muchos paralelismos con la realidad actual.
P.- ¿Cómo surge el Coleta como hilo conductor?
R.- Empiezo a ver cuál puede ser el hilo conductor. No quería hacer un documental al uso sino una película muy libérrima y hacer algo que reflexionara sobre las fronteras del documental y la ficción. De esta manera, el protagonista, el Coleta, se convierte en un alter ego mío porque yo no quería salir al estilo Michael Moore. Estuve un año buscando en la periferia de Madrid y me encontré un personaje como el Coleta, cuyas canciones como rapero tienen que ver con el cine quinqui. Me contó entonces que llevaba dos años intentando hacer un documental sobre las bandas sonoras del cine quinqui y se me abren los ojos.