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El director sigue indagando en los caminos abiertos con Mapa en Apuntes para una película de atracos, una nueva incursión en el cine del yo que colisiona con el noir a través de la figura del célebre butronero de Vallecas.

León Siminiani (Santander, 1971) consiguió con Mapa (2013) realizar una de las películas más emotivas, originales y audaces del cine español reciente, un diario fílmico sometido a los azares de la vida en el que compendiaba sus desvelos amorosos y profesionales a partir de un viaje a la India. Con el lema do it yourself por bandera, Mapa venía a cartografiar también algunas de las cuestiones más urgentes del cine contemporáneo en materia narrativa, de producción e, incluso, de distribución, convirtiendo a su director en todo un rara avis de nuestra cinematografía.



Ahora, tras cinco años de trabajo, Siminiani presenta una nuevo filme, Apuntes para una película de atracos, que sigue indagando en esta personalísima senda abierta por él mismo en el cine del yo, pero que a la vez presenta las suficientes novedades como para considerar que se trata de un paso adelante del cineasta.



En esta nueva entrega, Siminiani hace un guiño al ciclo de películas de apuntes que firmó Pier Paolo Pasolini en los años 60 y 70, obras como Localizaciones en Palestina para el evangelio según San Mateo (1965) o Apuntes para una orestíada africana (1975) en las que el director italiano, a modo de cuaderno de notas filmado, preparaba la realización de proyectos que no siempre llegaron a buen puerto. "A mí ese subgénero que pone en el centro del relato el proceso de hacer cine, y que han hecho también directores como Rivette o Desplechin, siempre me ha interesado y de hecho ya estaba en Mapa", explica el cineasta a El Cultural. En el caso de este Apuntes para una película de atracos no existe ningún proyecto ulterior. Siminiani simplemente se acerca al noir sin abandonar, en principio, los rasgos de estilo que ya había establecido en Mapa.



Arranca la película con la voz en off del director afirmando que siempre quiso hacer una película de atracos, mientras vemos en pantalla imágenes de Rififi (Jules Dassin, 1955), uno de los grandes clásicos del género. De ahí saltamos a 2013, cuando Siminiani conoce por la prensa la historia del célebre Robin Hood vallecano, un delincuente que acababa de ser arrestado por la policía y que atracaba bancos con el método del butrón para posteriormente huir por el alcantarillado. El cineasta comienza a interesarse por el caso y consigue entrevistarse con el caco, también conocido como Flako. A partir de ahí, la película se centra en la relación que se establece entre ambos, entre dos universos sociales contrapuestos, entre los aires de grandeza de Flako y el ejercicio de cine intimista de Siminiani. Una relación que bascula de los prejuicios a la amistad y que tiene en la paternidad su piedra de toque: ambos han tenido un vástago cuando arranca la historia.



El filme juega por momentos a ser una verdadera película de atracos, con una claustrofóbica secuencia en la que Siminiani se mete literalmente en el alcantarillado para ganarse la confianza de su objeto de estudio, y utiliza otros recursos como imágenes de archivo o animaciones que proporcionan viveza al relato. Sin embargo, es la arriesgada decisión de otorgar la voz en off a Flako a mitad del metraje la que aporta una nueva dimensión a la película, ampliando sus resonancias a todos los niveles, desde el humano hasta el puramente cinematográfico.







@JavierYusteTosi