Si la Academia de Cine prescribe aquel cine español que debe ser visto, como de hecho lo hace mediante su gala anual, entonces el gusto de los académicos parece entrar en sintonía con el del público mayoritario y las televisiones, que el año pasado entregaron su atención principalmente a El reino (13 nominaciones) y a Campeones (11), es decir, los filmes con más candidaturas al cabezón. Si, por otro lado, la Academia debe ser la institución que propulse ese cine que encuentra más dificultades para llegar a las pantallas y recibir la atención mediática que acaso merece por sus virtudes creativas, entonces las nominaciones se antojan extremadamente cicateras. Basándonos en el historial de los galardones, no cabe hablar en todo caso de la Academia como un generador de tendencias creativas, más bien como un amplificador de necesidades industriales.

Basta constatar la ausencia por completo de Petra de Jaime Rosales o que el valioso trabajo de Carlos VermutQuién te cantará, compita apenas en las categorías de Interpretación -y el Goya a Eva Llorach por ¿Actriz Revelación? debería ser incontestable, a pesar de que las protagonistas de Carmen y Lola (8), Rosy Rodríguez y Zaira Romero, parten como favoritas-. Se ignora así el portentoso trabajo de uno de los cineastas españoles por debajo de los cuarenta que mejor noción ha desarrollado de la puesta en escena. La concesión al cine “proscrito” que no admite categorizaciones, avalada esta vez por su triunfo en el Festival de San Sebastián, recae sobre Entre dos aguas (2), portentosa “secuela” que Isaki Lacuesta ha realizado de La leyenda el tiempo(2006), tensando las propiedades de la fabulación y lo real hasta diluirlas por completo. Es improbable que, con apenas dos nominaciones, este regreso doce años después a las personas o personajes de su segundo filme pueda alzarse con la estatuilla a Mejor Película, si bien disputará con altas probabilidades el premio a Mejor Director, aunque sea en competencia con nada menos que el oscarizado Asghar Farhadi.

El caso de Farhadi

Desenredados los ambiguos supuestos en torno a lo que es una película española o no, el filme del iraní rodado en la comunidad madrileña concurre a todas las candidaturas principales. Lo que destaca de Todos lo saben (8) no es precisamente la desganada y desubicada dirección de Farhadi. No en vano es un abanderado del cine de guion, que privilegia siempre el texto sobre la imagen, la intensidad de las interpretaciones sobre la expresividad del plano. La historia escrita por el propio Farhadi, que consigue algo tan insólito y acaso inconsciente como hibridar a García Lorca con Agatha Christie, parte en principio con ventaja para recoger el premio al Mejor Guion Original. Con los pesos pesados de Penélope Cruz, Javier Bardem y Eduard Fernández en sendas categorías de Interpretación (Actriz Protagonista, Actor Protagonista y Actor de Reparto), también cabría esperar recompensa a sus buenos trabajos, pero el eterno Antonio de la Torre (El reino y La noche de 12 años) y el soberbio trabajo de introspección de Susi Sánchez (La enfermedad del domingo, otra gran ausente) lo merecen igualmente.

La presencia de Jesús Vidal y Gloria Ramos en las nominaciones hará que puedan disfrutar fugazmente de la gloria y sentirse auténticas estrellas gracias a su celebrada participación en Campeones. La exitosa película de Javier Fesser, quien podría recoger el premio a Mejor Director y Mejor Guion Original (en colaboración con David Marqués), reúne varias de las características necesarias para convertirse en la “campeona” de la noche: comedia de brocha gorda, cine concienciado y respaldo popular.

No sería extraño que los Goya se decidiesen en su 33 edición por premiar el compromiso con la diferencia, repartiendo los premios entre Campeones y Carmen y Lola, aunque la “divergencia” cinematográfica de cánones y modelos preconcebidos sea poco menos que un espejismo en ambas propuestas.

Poder y corrupción

El relato de amor prohibido, por homosexual, en la comunidad gitana, es un filme de consensos y entusiasmos, de modo que no conviene descartarlo. Arantxa Echevarría ya puede celebrar su Goya a Mejor Dirección Novel, aunque la debutante Celia Rico aporte evidencias de mayor talento y audacia con la magnífica Viaje al cuarto de una madre. Y si se trata de premiar la mirada femenina, ¿dónde han quedado las más que notables Con el viento, de Mertixel Colell, y Mudar la piel, de Ana Schulz?

La posibilidad de que en año electoral se ponga el foco sobre los delitos de la clase política también se contempla. Rodrigo Sorogoyen juega solo en este escenario con un trabajo solvente en torno a la corrupción sistémica en las esferas de poder pero igualmente endeble y ambiguo en sus subtextos críticos, de modo que bien podría repetirse el vacío que se produjo hace dos años con El hombre de las mil caras (dos estatuillas de 11 nominaciones), como si el thriller político, y su menguada tradición en la cinematografía española, todavía no merezca medallas institucionales. Siempre cabe la opción de consolarlo con cabezones menores: Sonido, Efectos Especiales, Dirección de Producción, Música Original. Perdidos en la maleza de las categorías de menor expectación mediática están representados algunos títulos de gran mérito, quizá el mejor cine de la parrilla de nominados, como Apuntes para una película de atracos (Película Documental), Un día más con vida (Película de Animación), El niño que quería volar (Cortometraje de Ficción) o El hilo invisible (Película Europea). Y si al final resulta que Paul Thomas Anderson se va con un Goya habrá sido una noche ganada al tiempo.

@carlosreviriego