Nominada a cinco Óscar después de ganar el Globo de Oro a la mejor producción dramática, Green Book es la clásica película “de calidad” que se estrena por estas fechas, conocidas en el mundo del cine como “temporada de premios”. Dirigida por Peter Farrelly, al que conocemos como co-director de comedias locas como Algo pasa con Mary (1998) o Dos tontos muy tontos (2004) e inspirada en una historia real, es un filme “con mensaje” (contra el racismo) y dos grandes actores como Viggo Mortensen y Mahershala Ali. Ellos soportan sobre sus hombros el peso de un historia ambientada en el sur de Estados Unidos en los años 60. Estamos en una época en la que había un racismo furibundo y lo que vemos es la amistad entre dos hombres que le dan la vuelta al tópico. Porque en este caso el blanco (Mortensen) es el hombre tosco y sin educación y el negro (Ali), un pianista culto y refinado que no ha comido pollo frito en su vida y prefiere ser lapidado antes que tirar un papel al suelo.
La química entre los dos actores funciona y esa es la clave de Green Book, un filme modélico en el que Farrelly podría haber arriesgado un poco más pero tiene lo suficiente para entretenernos dos horas y hacerlo con corazón. La película nos quiere contar la historia de un hombre tan racista que tira a la basura dos vasos utilizados por los operarios negros que han arreglado la puerta de su cocina y la de otro acostumbrado a ser vilipendiado e insultado pero que jamás pierde la compostura. Por supuesto, los dos tienen algo que aprender de la experiencia. Jugando con el típico contraste entre la sabiduría de la calle y del hombre modesto con la ignorancia del que lo ha leído todo pero sabe poco de la vida “real”, de lo que se trata es de que el personaje de Mortensen aprenda a dejar de ser racista y a escribirle cartas de amor decentes a su mujer mientras el pianista consigue soltarse un poco el pelo.
Hace pocas semanas se estrenaba Infiltrado en el KKKlan, de Spike Lee, en la que volvíamos a ver el terrorífico racismo del sur de Estados Unidos, cuyos hombres fueron a la guerra contra sus vecinos del norte para continuar teniendo esclavos. De hecho, el Green Book del título es una guía para viajeros negros por allí, donde no podían hospedarse en los hoteles para blancos o debían hacerlo en el trastero. El protagonista de la película plantea la paradoja que tuvieron que vivir muchos músicos afroamericanos (y que siguen teniendo que vivir aunque de forma menos evidente), el reconocimiento artístico por una parte y por la otra la negación constante de su propia condición de humanos.
Conocemos las historias de humillación e insoportable discriminación que sufrieron los negros en Estados Unidos y también las estrellas del jazz. Si existen dos modelos, el de Coltrane y el de Nina Simone, sin duda el pianista de Green Book está inspirado en el primero. En la cima del éxito, el saxofonista no se metió en política nunca directamente y cuando fue atacado en un club por unos racistas, quitó importancia al suceso y siguió con su vida sin mayor escándalo. Simone, mujer de carácter temperamental, se lo tomaba a la tremenda y a finales de los 60 prácticamente todo su repertorio trataba sobre llamadas a la revolución y la lucha armada contra la policía y las fuerzas del orden. El protagonista del filme, como Coltrane, aboga por una resistencia pacífica y civilizada, lo llama "dignidad" con el loable propósito de cambiar las mentes no con discursos políticos sino con la belleza de la música.