Era una noche sin una clara favorita y la incógnita era descubrir si Roma, película rodada en castellano en México por Alfonso Cuarón y producida por Netflix, ganaría el Óscar a la mejor película. Al final, la Academia de Hollywood decidió optar por una solución salomónica y dar el premio a la mejor película del año a Green Book, un amable canto a la diversidad racial ambientado en el racista sur de Estados Unidos en los años 60. Fue la sorpresa de la noche porque esta película de Peter Farrelly (sí, uno de esos hermanos Farrelly que ha hecho películas como Dos tontos muy tontos o Algo pasa con Mary) solo había ganado dos Óscar a lo largo de toda la noche, el de mejor guion adaptado para el propio Farrelly y el de actor de reparto para Mahershala Ali por su interpretación de un pianista homosexual que se siente marginado por los de su propia raza y por esos blancos que trataban con extrema crueldad a los afroamericanos.

Una pena que Viggo Mortensen, que está mejor como bruto chófer del Bronx con un corazoncito, no se llevara su Oscar por Green Book. Fue Julia Roberts la artista que dio el Óscar a la mejor producción del año. Hay emoción verdadera detrás de los buenos sentimientos de este filme que evita la crudeza para ganar en concordia y está triunfando a lo grande en los cines españoles. El Óscar de la noche fue también para Carrie Fisher, a quien dedicaron el premio.

Jamás se han visto tantos afroamericanos, ni tantas mujeres en el escenario de unos Óscar que apostaron desde el minuto uno por la diversidad. Unos Oscar que se repartieron a toda prisa en una gala sin presentador y con muchos comentarios negativos para el muro de Trump. "No habrá presentador esta noche, Óscar a la mejor película popular ni muro con México", dijo Maya Rudolph, acompañada de Tina Fey y Amy Poehler, en la única nota cómica memorable de una sorprendentemente sosa gala de unos Oscar en caída libre en las audiencias de televisión de Estados Unidos. Quizá por ello han decidido apostar por la brevedad como forma de recuperar terreno perdido.

Alfonso Cuarón no coronó su gran éxito con la maravillosa Roma, pero subió tres veces al escenario a recoger un Óscar. La primera, para recoger el de la mejor dirección de fotografía que le dedicó a "Chivo" Lubezki, operador habitual de su cine. El director mexicano aún subió dos veces más al escenario. La primera, para recoger el premio a la mejor película extranjera que le dio Javier Bardem, quien resumió el espíritu de la gala al decir eso de "no hay muros que frenen el talento". Recogiendo el guante, Cuarón citó a Chabrol para recordar su frase "de que en la Nouvelle Vague no hay olas sino el mismo océano. Todos formamos parte de ese mismo océano". No deja de ser curioso los títulos de películas que citó Cuarón al recoger ese Óscar: Tiburón, Ciudadano Kane, El Padrino, Rashomon… Y todavía hubo un tercer Óscar para Cuarón como mejor director que le dio otro mexicano como Guillermo del Toro, ganador el año pasado por La forma del agua, con "un nombre que sabe pronunciar". Pero no pudo ser el cuarto. Como no podía ser de otra manera, Cuarón dedicó a sus actrices el premio. Una pena que Yalitza Aparicio no ganara como mejor actriz por su memorable papel de una mujer indígena que trabaja como limpiadora. A esas indígenas que trabajan "sin derechos laborales" dedicó su Óscar.

Los Óscar más repartidos de los últimos años también premiaron por una parte la audacia y el riesgo artístico y, por la otra, premiaron el que ha sido el más sorprendente éxito comercial de Hollywood de los últimos meses, la mastodóntica Bohemian Rahpsody. El biopic de Freddy Mercury le dio al joven Rami Malek un Óscar por su interpretación del turbulento cantante y músico. El intérprete recordó su origen egipcio al recoger su premio en el momento más aplaudido de su intervención.

Fueron precisamente los miembros "vivos" de Queen quienes arrancaron la gala con un medley de sus canciones más populares en un número que terminó con un plano fijo sostenido de Mercury, cuyo espíritu sobrevoló estos Óscar. No en vano, la película "sin director" (el verdadero, Bryan Singer, está desterrado por varias acusaciones de abuso sexual) se llevó cuatro estatuillas a sumar al de Malek sonido, montaje y edición de sonido.

Es posible que La favorita, del griego Yorgos Lanthimos, sea demasiado "rara" para ganar unos Óscar, pero no deja de sorprender que de sus diez nominaciones solo se haya llevado una, aunque no menor. La británica Olivia Colman ganó como mejor actriz por su brillante interpretación de la caprichosa y temperamental reina de Inglaterra en una película memorable donde Lanthimos demuestra su brillantez a la hora de captar las pasiones humanas. Estuvo aguda y simpática al dedicárselo a Glenn Close, eterna perdedora de la gala con sus siete fracasos a cuestas. Como mejor actriz secundaria, otra intérprete afroamericana, Regina King por su papel en El blues de Beale Street, adaptación de una novela de James Baldwin sobre la clase trabajadora afroamericana en los años 70. A Baldwin dedicó su Óscar la llorosa actriz.

Fue una gala de una austeridad probablemente excesiva en la que falta de un ganador claro y sobre todo de un presentador que animara el cotarro con las habituales pullas dejó un sabor un tanto agridulce. El gran momento de la noche lo protagonizaron Bradley Cooper y Lady Gaga, cuya interpretación de Shallow le dio emoción a toda la noche. Después la cantante neoyorquina fue la protagonista del discurso más emotivo cuando, al recibir el Óscar a la mejor canción por el tema compuesto para Ha nacido una estrella, entre lágrimas recordó que detrás de todo logro artístico hay esfuerzo y disciplina.

Y fue también la noche en la que Spike Lee por fin ganó un Óscar (el mismo ha dicho varias veces lo injusto que le parece) por el guion adaptado de Infiltrados en el KKlan. Se lo dio un emocionado Samuel l. Jackson después de proferir un gemido. Después de cinco nominaciones, el gran cineasta llevaba una visera que recordaba el look de los panteras negras y exigió que no le pusieran el "puto reloj" y recordó que sus antepasados eran esclavos.

No pudo ser el Óscar para Rodrigo Sorogoyen y su Madre, siguiendo una larga tradición de nominar cortos españoles y no darles el premio, y hubo otros galardones como el de Ludwig Goransson por la música original de Black Panther, película que se llevó también el Oscar para el mejor diseño de producción y el diseño de vestuario. Por cierto, sorprendió la ausencia de Kendrick Lamar, nominado a mejor canción.

@juansarda