Del papel a la pantalla. ¿Cómo un libro se convierte en película?
La simbiosis entre cine y literatura cumple un siglo de vida habiendo dejado obras maestras y sonoros fracasos. Pero, ¿qué puede perder o ganar el libro al cambiar de lenguaje o al caer en manos de otro creador? ¿Cómo lo afrontan los escritores? Hablamos con cuatro de ellos que se enfrentan a este dilema de la mano del proyecto Rodando Páginas.
28 febrero, 2019 01:00Literatura y cine han protagonizado, desde el surgimiento de éste último, la simbiosis más perfecta en la historia de las artes, que ha generado en el último siglo un incontable número de películas cuyo nacimiento parte de una historia literaria, fielmente representada o no. Obras maestras y adaptaciones canónicas comparten cartelera en nuestra memoria junto a sonoros fracasos y proyectos donde libro y película comparten apenas el nombre. Por eso el momento de la transformación, el verter una historia de papel en metraje cinematográfico es un paso delicado que, para muchos escritores, cuando pueden tener voz, se debate entre la curiosidad por el resultado, el miedo a exponer a otro creador su obra.
Pero dudas aparte, muchos autores, cinéfilos confesos, se atreven hoy en día con la idea de lanzarse a una adaptación, proceso que favorece el proyecto Rodando Páginas, una iniciativa de la Asociación Madrileña Audiovisual (AMA) y la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) que potencia el encuentro entre editores y agentes literarios con productores audiovisuales para ayudar a la cristalización de un proyecto común que fusione cine y literatura. Tras un proceso de preselección donde se eligieron las 16 obras literarias finalistas de su segunda edición, entre las 135 presentadas, este jueves 28 de celebra en la Casa del Lector una presentación pública que se complementará con reuniones individuales entre los productores y los titulares de los derechos de adaptación y una mesa redonda sobre venta de derechos y adaptaciones literarias.
Allí estará, por ejemplo, la divertida y paródica Black, black, black, de Marta Sanz, gran amante del cine, que fantasea con que una adaptación de su obra produciría "una película de género negro, muy política y con mucho sentido del humor, pegada a la realidad y a la vez llena de homenajes culturalistas". Incluso se atreve a aportar sugerencias sobre los posibles actores. "Hay que recordar que, por ejemplo, Luz Arranz es clavadita a Simone Signoret... Creo que el juego con el color, la idiosincrasia de los personajes y el enrarecimiento de las claves del género negro por efecto de la violencia son las grandes bazas posibles en la adaptación de este texto, un negro que se descompone humorísticamente para expresar la violencia de la realidad y sus representaciones, pero que no deja de funcionar como género negro", afirma.
"No quiero participar, pero, como cinéfila y farandulera que soy, me gustaría leer el guion y mirar el rodaje por un agujerito", Marta Sanz
Otro escritor firmemente atrapado en las redes del cine es Rafael Reig, que participa con su última novela, la a un tiempo cruda y tierna Para morir iguales, y declara con su habitual humor que este proyecto "fue una sorpresa que encontré en Google, cuando miraba mi propio nombre a escondidas". No obstante, asegura que le hace "mucha ilusión que mi novela provoque la fantasía de un creador en otro medio, aunque el resultado nada tenga que ver con mi novela, sino con su propia obra". Y, sin embargo, también se lanza a bosquejar los trazos de una posible adaptación. "Imagino un buen número de personajes que se relacionan entre sí y que van de la infancia a la edad adulta, en un Madrid que va cambiando a la vez que ellos. También, aunque tenue, la presencia de un misterio y de una trama criminal. Creo que sería una película, por así decir, de humor amargo", reconoce.
Una de las más firmes candidatas a saltar del papel al celuloide es el debut novelístico de Edurne Portela, Mejor la ausencia, que además de cosechar gran éxito entre los lectores fue premiada el año pasado por los libreros de Madrid. En este caso, la autora considera que la historia encajaría muy bien con el sentir actual. "Transcurre en una época y un contexto por el que hay mucho interés, como son finales de los 70 y los 80 en Euskadi". Además, la escritora destaca que "es una novela muy visual y no es difícil imaginarse a los personajes y los contextos de los que hablo. Sería una película dramática, de personajes, con una banda sonora potente (rock vasco a tope), algo opresiva en los ambientes, oscura, pero con un personaje principal, Amaia, que aportaría también ternura y un poquito de humor a la historia", opina.
La voz de la experiencia
Un escritor que no podía estar ausente de un proyecto así es Isaac Rosa, que ya cuenta con tres novelas adaptadas y un par de cuentos convertidos en cortometrajes. "En cada caso los directores-guionistas tuvieron libertad para llevar al lenguaje cinematográfico unas novelas que no eran precisamente cinematográficas, que no admitían adaptaciones literales", reconoce el escritor, que se deshace en elogios hacia su experiencia personal con el siempre peliagudo proceso de adaptación. "Estamos acostumbrados a escritores que acaban peleados con directores a cuenta de adaptaciones, en mi caso todo lo contrario: siempre he participado antes, durante y sobre todo después, acompañando la película en presentaciones y festivales".
"Me hace ilusión que mi novela provoque la fantasía de un creador en otro medio, aunque el resultado nada tenga que ver con ella", Rafael Reig
En esta ocasión, Rosa buscará un proyecto común para su última novela, Feliz final, la crónica inversa de la descomposición de un matrimonio, algo a priori complejo de trasladar al dinamismo cinematográfico. "Todas mis novelas muestran una inicial resistencia a ser adaptadas, que es precisamente lo que los directores toman como desafío", explica el escritor. "En el caso de Feliz final, este reside en la cronología inversa, pero eso es lo que la puede hacer más interesante para un cineasta con ganas de ir más allá de la típica película de amor y desamor. La historia contada al revés provoca otro tipo de conexión emocional, muy potente, por lo que compruebo con los lectores". Además, apela a que su historia ofrece "una visión muy contemporánea de las relaciones amorosas, que muchos están leyendo desde el reconocimiento (doloroso y reparador a partes iguales), y que en imágenes la volvería aún más reconocible".
Hasta aquí hablamos de lo que podría ser o de lo que el escritor querría que fuese. Pero, ¿qué ocurre en ese tránsito del papel a la pantalla? ¿Qué puede perder o ganar el libro al cambiar de lenguaje o al caer en manos de otro creador? Otro veterano en estas lides, el escritor Lorenzo Silva, que cuenta con varias adaptaciones de sus famosas novelas policiacas de Bevilacqua y Chamorro, así como del clásico La flaqueza del bolchevique, cuyo guion fue nominado al Goya, afirma que "la primera vez es muy raro, muy incierto, y la experiencia de ver la película produce una especie de shock. Al final una película basada en un libro es una transacción entre lo que el libro sugiere y lo que permite la realidad de la producción cinematográfica en un contexto dado, una transacción siempre tamizada por la mirada del realizador, que es quien otorga su carácter a la narración fílmica".
"El libro puede perder parte de la sutileza, pues no sé si una película podría ser tan ambigua como es a veces la novela", Edurne Portela
Por eso Silva, a pesar de mostrarse satisfecho con el resultado de sus adaptaciones, aconseja, medio en broma, que "si quieres ver la película que tienes en mente sobre tu libro, lo que tienes que hacer es aprender a dirigir y hacerla tú. Hay que aceptar que el director hace su película, como puede, y al final el que se la juega es él, así que tiene poco sentido plantearse qué enmendarle", opina. "Con que se respete el espíritu de la historia, yo me conformo".
¿Escritor y director?
Sin embargo, esa mezcla de escritor y director no parece tan sencilla como plantea Silva. Para Ray Loriga, guionista de más de ocho películas y director de dos de ellas, "adaptar novelas es siempre jodido. Es más fácil sacar una buena película de un cuento, una nouvelle, e incluso un poema, porque una novela nos enfrenta al terrible proceso de cercenar", explica el escritor. "También hay algo fundamental, que es cómo trasladas la voz del escritor. Hay novelas que pertenecen tanto a la voz que el suceso no es esencial, y son básicamente inadaptables, como El camino de Kerouac o El amante de Marguerite Duras".
Además, Loriga nos insta a no olvidar una cosa clave al hablar de cine y literatura. "Desde sus orígenes, el cine tomó prestadas casi todas sus armas narrativas de la literatura: la elipsis, el flash back, incluso la división de los tiempos... Son dos artes que se han infectado positivamente".
Infecciones y trasvases aparte, lo que está claro es que hoy por hoy son lenguajes muy diferentes, y que el cine lleva, en lo que a público masivo se refiere, la delantera. Y aunque no renuncian a la importancia del libro, los escritores saben que en la actualidad estamos llegando, casi sin transiciones, a un mundo donde prima lo audiovisual y en el que una película puede ser el vehículo perfecto para acercar al público a una historia que de otro modo perdería resonancia. Por ello, a pesar de las dudas, más que miedos, de poner en manos ajenas la obra propia, también hay esperanza y curiosidad.
Más curiosidad que miedo
Por su parte, Edurne Portela se muestra interesada en, si le dejan, participar en el equipo de guionistas, "pues me parece una forma de escritura muy interesante, en la que tienes que romper con convenciones de lo literario y pensar desde el lenguaje visual". Sin embargo, en su caso sí existe el miedo a la adaptación, porque "tengo una idea muy visual de mis personajes y sus ambientes. Los veo. Y me costaría verlos transformados en personajes de cine", reconoce. "Creo que el libro puede perder parte de la sutileza, pues no sé si una película podría ser tan ambigua como es a veces la novela. Sí podría ganar en la recreación del contexto de aquellos años, su estética. Me encantaría que se reprodujera el ambiente de la crisis industrial, el ambiente en las calles, la violencia y sus manifestaciones... el lenguaje visual del cine podría aportar muchísimo".
Para el veterano del grupo, no hay más que hablar. Isaac Rosa simplemente asume que "una novela se convierte en otra cosa al pasar al cine, un lenguaje diferente, otro tipo de recursos. Quiero pensar que lo que inevitablemente se pierde es compensado por lo mucho que se gana en términos de narrativa visual". En su caso, aunque no repetiría la experiencia de colaborar en el guion, como sí hizo en su primera adaptación, también le gustaría participar, "pero respetando el trabajo del cineasta, entendiendo que el cine es un trabajo de equipo, y no pensando en términos de "traición", al contrario: las mejores películas son las que traicionan el material original, la literalidad suele ser garantía de fracaso".