A sus 88 años, queda claro que Clint Eastwood no tiene la menor intención de retirarse. Al periodismo le suele sentar bien la épica y es grande la tentación de proclamar que cada una de sus películas es la última. Sin embargo, Eastwood lleva como mínimo una década pulverizando todas las previsiones. En 2008, poco antes del estreno de Gran Torino (2009), el artista dijo que no pensaba dejar de dirigir pero que aquella era su última actuación. Desde entonces, solo hemos podido verlo una vez más como actor, en Golpe de efecto (2012, Robert Lorenz), pero ha dirigido hasta ocho películas en diez años, lo cual es buen ritmo incluso para alguien con la mitad de años. En su nuevo estreno, Mula, llamada a convertirse una de las películas más populares y taquilleras del cineasta como ya ha sucedido en Estados Unidos, vuelve a tomar el protagonismo como actor. “Nunca sabes cuándo vas a retirarte”, dice ahora, evitando dramáticas despedidas como la reciente de Robert Redford.
Inspirada de forma lejana en la historia real de un octogenario que hizo una pequeña fortuna transportando droga de una punta a otra de Estados Unidos aprovechando que su estampa de encantador anciano le hacía invisible para la policía, Eastwood deslumbra con uno de sus filmes más personales. Desde los primeros fotogramas, es fácil darse cuenta del alto grado de identificación entre el artista y su personaje, un señor que se queda sin medios para ganarse la vida en una época de la existencia en la que no se deberían tener este tipo de problemas. Horticultor profesional y creador de bellas modalidades nuevas de flores, la suya ha sido, además, una vida consagrada al trabajo en la que ha dejado de lado a su familia, compuesta por una exmujer enfadada (Dianne Wiest) y una hija que le odia (interpretada por la propia hija del director, Alison Eastwood) porque no acudió a su boda (como le recuerda su madre, tampoco estuvo en su bautizo, graduación e “innumerables cumpleaños”).
El artista sublime, autor de algunas de las mejores películas de la historia del cine estadounidense como Sin perdón (1992) o Million Dollar Baby (2004), se reencarna y se identifica con un sencillo hombre de campo angustiado porque al final de sus días se encuentra desahuciado y sin un duro en el bolsillo bregando con una familia que lo mortifica a reproches por su conducta. En esta tesitura, surge la oportunidad de ganarse unos dólares como transportista de una misteriosa carga. Sin comerlo ni beberlo, el horticultor se convierte en una de las piezas más valiosas del cartel de Sinaloa y comienza a ganar una fortuna, que emplea en pagar la boda de su nieta o rehabilitar un centro social para veteranos de guerra.
Son muchos los paralelismos entre este personaje y el que Eastwood ya desplegó en Gran Torino. Vemos a un hombre sencillo y tirando a adusto, también producto de una época y una generación racistas y machistas que colisiona con una modernidad que intenta dejar atrás esas rémoras, sin conseguirlo a pesar de los cambios en el lenguaje o las formas. Vemos a Eastwood llamar “negritos” a una pareja de afroamericanos que se quedan tirados en la carretera pero también un sistema policial en el que la gente se muere de miedo, literalmente, cuando son parados en un control rutinario porque, como dice el acobardado hombre, “estos son los cinco minutos más peligrosos de mi vida estadísticamente”. En un país casi militarizado en el que los ancianos pueden quedarse tirados en la calle sin mayor problema, el “delito” del protagonista se convierte en sobrevivir.
Mula es una de las películas más divertidas, sentimentales y hermosas de Clint Eastwood. A sus 88 años, el cineasta da la impresión de querer pedir perdón con este filme en el que purga su sentimiento de culpa por haber antepuesto el trabajo a la familia. En los tiempos dorados del actor y director, solo unos pocos afortunados trabajaban decenas de horas y se pasaban la vida subidos a un avión. Hoy mismo, cualquier ejecutivo medio sabe lo que es pasar demasiado tiempo fuera de casa y cualquier trabajador lo que es tener que echar horas y más horas al curro para sacarlo adelante. El dilema de Eastwood, ese hombre que se da cuenta casi al final de lo equivocadas que estaban sus prioridades, es hoy el dilema de una parte enorme de la sociedad.
Emocionante y emotiva, Mula es una película con la inmensa virtud de hablar sobre lo importante de la vida y hacerlo sin afectaciones ni cursilerías innecesarias. La estampa final de ese Eastwood cumpliendo condena por sus pecados pero redimido al fin de ellos, quizá no es la última que rueda el director, pero si lo hiciera, sería un broche majestuoso para una leyenda.