El Festival de Málaga ha crecido en los últimos años y en su 22 edición se presentan nada menos que 22 películas de ambos lados del Atlántico. Ya no es el festival de “cine español” sino “en español” y de un tiempo a esta parte trata de que su selección sea sinónimo de calidad. Quizá como guiño al “antiguo” Festival de Málaga, la programación ha arrancado con una película fuera de concurso como Taxi a Gibraltar, del director argentino afincado en Madrid, Alejo Flah (Sexo fácil y películas tristes). Una comedia de aventuras ligera y, por momentos, disparatada en la que Dani Rovira interpreta a un taxista madrileño “encabronado” porque le han subido el alquiler y no le da con los gastos echando mil horas al tajo y un argentino seductor y un tanto truhán interpretado por Joaquín Furriel. Una pareja improbable que acaba unida en un taxi camino a Gibraltar en búsqueda de un tesoro escondido en sus túneles.
“Hay muchos elementos que creo que últimamente no están presentes en las comedias, como la emoción o la aventura -nos cuenta Alejo Flah-. Esta película una comedia en el sentido de que juega con el absurdo y busca la risa en algunos momentos pero creo que también tiene otros valores además de la búsqueda del gag”. Reinvención de la eterna pareja cómica, Rovira y Furriel emprenderán una aventura tan surrealista como caótica a la que se acaba uniendo Ingrid García Johnson, muy divertida, en la piel de una chica de la provincia andaluza que, harta de su pueblo y renuente a casarse con su prometido, los sigue hasta Gibraltar “porque es otro país”. Un Gibraltar pintoresco que Flah exprime como paisaje cinematográfico: “Me interesaba presentar Gibraltar casi como una realidad paralela. Me interesaba ese universo de túneles y monos con estos personajes que hablan esta mezcla entre el andaluz y el inglés. Me gustaba romper con la realidad”.
La gracia del asunto, por supuesto, está en la comicidad de los actores. Explica Flah: “A mí me parece muy bonito el hecho de que Dani hace la comedia desde un lugar muy distinto. Él siempre se mueve en unas notas más agradables y aquí está con mucha mala leche. Creo que esa cara distinta es muy atractiva. Eso me encanta. Yo lo que veo es que cuanto más alejado de Madrid está, más contento se pone. Nos servía para la película ese tipo, más bien jodido. Y sube alguien al taxi que lo provoca más. Es simpática esta idea de alguien que está enfadado con la vida y poco a poco va recuperando el gusto por ella. Además, hay una esencia en la película que es la desesperación. Para irte a Gibraltar a buscar un tesoro hay que estar bastante desesperado. Pero se trata de una desesperación y una mala leche que vemos todos los días”.
Como si fuera una versión de Ocho apellidos vascos pero en argentino, Taxi a Gibraltar juega con los estereotipos a fondo. Por una parte, el argentino ligón, liante, que no calla y, por la otra, el hombre castellano adusto y de mala leche. “A mí me gustaba partir de cierto estereotipo que hay del argentino en este país. El argentino liante que te cuenta historias y, poco a poco, vas viendo que debajo de la superficie hay algo más. ¡Algo de real tiene ese estereotipo! Quiero reírme de eso y ver cuál es el drama. La desgracia de este tipo, la desesperación”. En un filme amable, no hay malos: "¿Y quién no es dudoso? Poco a poco entiendes cuál es su vida y dónde está su lugar. Hay una épica de los desgraciados, tiene amigos, se lo pasa bien... pero al mismo tiempo cada vez está más desesperado. En algún momento se invierten los personajes”.
El argentino liante y el castellano desabrido acabarán siendo, cómo no, amigos, y nada une más que un enemigo común: la pérfida Albión. “Esa era un poco la idea inicial. Un español y un argentino que se detestan y se acaban uniendo contra el enemigo común, que son los ingleses. La diferencia es que Gibraltar es cómico y Malvinas es trágico. En Malvinas murieron muchos jóvenes en los años 80, fue un tragedia. Es nuestro pequeño Vietnam. De Gibraltar te puedes reír. En los estadios de fútbol en Argentina se canta “Inglés el que no salte”.