“La mejor manera de describir el grado de libertad del que disfruta una sociedad es detenerse a analizar el arte que genera”, explica el director alemán Florian Henckel von Donnersmarck (Colonia, 1973), que estrena este viernes una película basada en la vida del pintor Gerhard Richter, La sombra del pasado. “Cuando un gobierno se inmiscuye en el arte, lo convierte de manera instantánea en propaganda”.
Gerhard Richter, al igual que el protagonista del filme, se formó como artista bajo los estrictos postulados del realismo social en la RDA. Había nacido en Dresde en el apogeo del nazismo y en esa misma ciudad sobrevivió a la guerra. Más tarde, ya con cierta fama como muralista al servicio de la expansión de la conciencia de clase, acabó huyendo a la Alemania Occidental con la idea de encontrar su propia voz dentro de la pintura contemporánea. A día de hoy, con 87 años, es uno de los artistas alemanes más respetados a nivel internacional.
En la película, que abarca de 1933 a 1966, el protagonista interpretado por Tom Schilling sigue escrupulosamente el itinerario de la vida de Richter. Sin embargo, Henckel von Donnersmarck rechaza la etiqueta de biopic. “La ficción es mucho más interesante que los simples hechos, que no tienen por qué tener un sentido dramático”, asegura a El Cultural. “En la ficción tienes libertad para hacer lo que quieras, siempre que mantengas el pacto de verosimilitud que has contraído con el espectador. Me gusta la palabra alemana 'dichtung' porque significa tanto ficción como densidad. Si lo piensas, la ficción está elaborada con el mismo material que los hechos, pero es mucho más densa. Está comprimida por la mano del escritor, del pintor o del director de cine”.
Si en su debut, La vida de los otros (2006), el cineasta indagaba en la crueldad inherente de toda dictadura a través de un policía de la Stasi encargado de vigilar a una pareja de artistas, aquí pone el foco en la capacidad del ser humano para crear belleza ante los reveses más duros de la vida y de la Historia. “Con el director de fotografía Caleb Deschanel buscaba básicamente trasmitir una amplia gama de emociones, pero siempre a través de la belleza”, comenta el director, que ha cumplido un sueño de infancia al contar con Deschanel (El corcel negro) en la producción. “A veces me preguntan quién es mi pintor favorito y diría que es Caleb Deschanel. Pero podría decir lo mismo de Max Richter porque fabrica imágenes a través de la música. Es el compositor más emocional en el que puedo pensar. Su música en el filme apela al romanticismo y crea paisajes mentales”.
Nominada a Mejor Película de Habla no Inglesa en los pasados Óscar, La sombra del pasado es un ambicioso drama romántico -se prolonga más allá de las tres horas- en el que tiene gran peso la relación del protagonista con la hija de un antiguo nazi. Una película con una producción muy cuidada que pretende ser tan grande como la vida misma y que ha devuelto al director el prestigio logrado con su ópera prima y puesto en duda con su fallida aventura hollywodense, The Tourist (2010). “Para mí es más satisfactorio trabajar en mis propias historias, pero todavía no sé porque quería rodar esta película. Si lo sabes desde el principio pierdes la oportunidad de conocerte un poco más a ti mismo durante el proceso”, explica el director.