Parecía que poco más se podía decir de un titán del cine y del teatro como Orson Welles. A lo largo de los años se han escrito innumerables estudios sobre su vida y su obra, se han rodado infinidad de documentales e incluso se ha trasladado su vida a la ficción en películas como Me and Orson Welles (Richard Linklater, 2008) o Abajo el telón (Tim Robbins, 1999). Sin embargo, el documental La mirada de Orson Welles nos descubre un nuevo enfoque para acercarnos al director de Ciudadano Kane, Sed de mal y Campanadas a medianoche.

Al igual que Akira Kurosawa o Sergei Eisenstein, Welles fue un consumado dibujante. Su primera formación fue la de artista y nunca abandonó la costumbre de emborronar cuadernos, ya fuera por simple placer o para trabajar en sus distintos proyectos audiovisuales o teatrales. “Mi curiosidad se despertó cuando supe que existían muchos dibujos y pinturas de Welles”, explica Mark Cousins (Belfast, 1965), director de La mirada de Orson Welles y reputado crítico cinematográfico. “Me gusta el aspecto usado del boceto, el aire apresurado, el elemento de sacudirse un estrés, hipnótico, su aire de zona desconocida. Gran parte de mi trabajo en los últimos años ha sido sobre la mirada y me preguntaba si quizás las obras de arte de Welles podrían ayudarme a ver cómo era”.

LA MIRADA DE ORSON WELLES - Tráiler VOSE

La respuesta, una vez visionado el documental, es positiva. Los dibujos y las pinturas funcionan a la perfección como una ventana al mundo del director y como una ilustración vívida de su creatividad y de su pensamiento visual. Cuando murió, hace más de 30 años, el director dejó atrás cientos de bocetos de personajes, escenografías, esbozos de proyectos no realizados, ilustraciones para entretener a sus hijos y amigos, garabatos en los márgenes de cartas personales e imágenes de las personas y lugares que lo inspiraron. La mayor parte de esta obra había permanecido guardada desde su muerte, y buena parte de ella nunca se ha hecho pública. Sin embargo, la hija de Welles, Beatrice, le dio acceso al director a este tesoro para que elaborara la película que quisiera.

Como no podía ser de otra manera, el filme resulta cualquier cosa menos convencional. Es más un ensayo que un documental, pues se levanta sobre la capacidad de asociación de ideas visuales de Cousins y sobre una voz en off que representa una carta al maestro, con la clásica afectación en la dicción del autor de The Story of Film (2004). Aquí no hay entrevistas con personas mirando a cámara ni un repaso cronológico de la peripecia vital del objeto de estudio. Las ideas brotan y la imagen salta de escaneados digitales y animaciones del mundo gráfico de Welles a escenas de películas, a grabaciones y entrevistas radiofónicas o televisivas con el director y escenas rodadas por Cousins durante sus visitas actuales a los principales escenarios donde se desarrolló la vida del autor de Mr. Arkadin.    

A pesar de la aparente anarquía, la película cuenta con una férrea estructura que depara varias sorpresas. Dividida en tres capítulos que llevan por título ‘Peón’, ‘Caballo’ y ‘Rey’, con un epílogo sobre el tema del ‘Bufón’, Cousins consigue establecer la idea de que Welles tenía tantas personalidades como una multitud, muchas de ellas incluso contradictorias. La secuencia de ‘Peón’ analiza la política de Welles, su buena relación con la gente corriente, las imágenes que tratan sobre la modestia de los seres humanos: niños o personas decentes que no están en posiciones de poder. La sección ‘Caballo’ analiza la obsesión de Welles por el amor, sus romances con Dolores del Río y con Rita Hayworth, y su apego quijotesco hacia lo que él mismo veía como ideales caballerescos pasados de moda (de ahí su obsesión por Don Quijote). La sección del ‘Rey’ analiza la fascinación de Welles por el poder y su corrupción, a través de ilustraciones que tratan de figuras como Macbeth, Enrique V, Kane y el mismo Welles: el aspecto épico de los seres humanos, los legisladores y los explotadores. Por último, el epílogo del bufón explora las imágenes de diversión o burla, con una intervención sorprendente del propio Welles.