Jonás Trueba: "La cultura no se puede medir como la contaminación"
El cineasta madrileño regresa a la cartelera con La virgen de agosto, un cuento de verano tierno, íntimo, filosófico y algo místico que dialoga con Rohmer
29 julio, 2019 08:34Jonás Trueba (Madrid, 1981) asegura que todavía no sabe explicar bien de La virgen de agosto, pero no escatima palabras durante la entrevista que concede a El Cultural en la terraza de una franquicia de cafeterías situada en el barrio de Salamanca. Estamos lejos del Madrid de sus películas, de Lavapiés, La Latina o Las Vistillas, pero su apretada agenda le obliga a dejar en manos de la distribuidora el lugar del encuentro. Llega un poco tarde, con ese aspecto siempre juvenil que no delata sus 37 años, y con el Premio FIPRESCI y la mención especial del jurado de Karlovy Vary bajo el brazo. No es mal comienzo para la andadura de su quinto largometraje, que se estrena el 15 de agosto aunque se podrá ver antes, el primer día del mes, en una proyección al aire libre en el Jardín de las Vistillas dentro de los Veranos de la Villa.
En La virgen de agosto continúa Trueba indagando en las tribulaciones existenciales y amorosas de su generación. Y lo hace con el cine urgente, sincero, sentimental y humilde que ya desplegó en Los ilusos (2013), Los exiliados románticos (2015) y La reconquista (2017). Ahora seguimos los pasos de Eva, una treintañera que decide quedarse en Madrid en agosto para tratar de encontrarse a sí misma mientras se celebran las verbenas que dan algo de vida a una ciudad adormecida. Itsaso Arana, la Manuela de La Reconquista, interpreta a la protagonista y coescribe el guion de un filme en el que vemos a otros rostros conocidos del universo Jonás Trueba, como Vito Sanz, Francesco Carril o Isabel Stoffel. Estructurada como un diario, la película dialoga con El rayo verde (1986) de Eric Rohmer para ofrecer un cuento de verano tierno, íntimo, filosófico y algo místico.
Pregunta. ¿De dónde surge la premisa inicial?
Respuesta. Me apetecía rodar una película en Madrid durante el verano. Hay algo muy cinematográfico en cómo trascurre el tiempo en esta época, que tiene que ver con la luz, con el sonido, con relaciones azarosas que se circunscriben a unos pocos días. Se lo conté a Itsaso Arana y, charlando y charlando, me di cuenta de que podía ser una buena película para escribir juntos. Ella ha aportado una visión cósmica del mundo femenino que yo no podía tener. Pero la escritura no ha sido tanto de guion como de compartir y hablar durante el rodaje.
“Me gusta la idea de que el espectador siga pensando en la película cuando se enciende la luz de la sala”
P. Eva es su primera protagonista femenina. ¿Se lo tomó como un reto?
R. He hablado mucho sobre la cuestión femenina o feminista con amigas como la cineasta Mar Coll y me dicen que idealizo a las mujeres en mis películas. No lo niego, pero siempre he intentado que fueran personajes profundos, intensos y con matices. Sin embargo, el punto de vista masculino era el que prevalecía y tenía ganas de que la mujer ocupase más espacio. Itsaso me ha dado tranquilidad y seguridad y he podido rodar secuencias femeninas muy íntimas, siempre con humildad y respeto, que de no ser por ella se me habrían escapado. Aunque creo que el punto de vista en esta película no es estrictamente el de una mujer, sino que intenta ser transparente.
P. La película remite de manera directa a El rayo verde, un filme veraniego protagonizado por una mujer que igualmente tiene forma de diario.
R. Para mí lo interesante era dialogar con esta película, plantearla otra vez pero al revés. En El rayo verde vemos a una mujer desesperada porque no tiene con quién irse de vacaciones y se tiene que quedar en su ciudad durante el verano. Aquí, sin embargo, vemos a una mujer que decide quedarse en su ciudad por propia iniciativa. Me gusta trabajar el cine así, como un artista que pinta de nuevo un cuadro de otro que le ha gustado o un músico que versiona una canción. En el cine tenemos el remake, pero es otra cosa que no me interesa tanto.
La crisis de los treinta
P. Eva se enfrenta en la película a una crisis vital. ¿Cree que es un reflejo del estado de ánimo de la treintena?
R. Esa edad me parece interesante porque ya has vivido bastante, tienes cierta madurez, y al mismo tiempo te sientes todavía con energía para replantearte cosas y volver a empezar si es necesario. En cualquier caso, no quería que el conflicto del personaje fuera una crisis existencial sino que buscara la posibilidad de seguir mejorando para encontrar su espacio, su lugar, su identidad. Y hacerlo no a partir de cuentos nacionalistas sino con experiencias propias reales, de puro presente, verdaderas. La película arranca con una cita de Agustín García Calvo que pertenece al himno de Madrid: "Cada cual quiere ser cada una; no vaya a ser menos". En el fondo, ahí está la clave.
P. Parte de la película está rodada en las verbenas de verano de Madrid. ¿Cómo fue la experiencia?
R. Rodar en fiestas populares siempre es complicado, pero no tuvimos ningún problema. La gente se cansaba de nosotros enseguida. Hay planos en la película en los que algunos transeúntes miran a cámara que, curiosamente, me gustan mucho. Me parece que, en contra de la norma, no violentan la toma sino que hacen que parezca que lo que ves está sucediendo de verdad sin que la ficción se detenga.
“A partir de los 80, ciudades como Madrid se convirtieron en el cine en entes abstractos”
P. Supongo que no ha podido tener el máximo control del rodaje, ¿no?
R. No soy un director al que le guste tenerlo todo muy controlado. Aunque admiro a Hitchcock, me gustan más los cineastas renoirianos que dejan la ventana abierta, por ejemplo Hong Sang-soo. Es decir, cineastas que tienen una clase de control en el que hay cabida para que la vida interfiera. En este sentido, hemos intentado mantener la misma línea de trabajo ya fuese rodando en el interior de una casa o en medio de las fiestas de San Lorenzo. Una de las claves durante el rodaje es que no quería ni una recreación ni una mirada documental sobre las verbenas. Simplemente quería que el espectador sintiera que estaban sucediendo.
P. ¿Cómo llegó Soleá Morente al filme?
R. Realmente, fue una casualidad. Desde un principio queríamos que Soleá estuviera en la película porque sus canciones hablan de buscarse a uno mismo, de buscar un lugar, de darse un tiempo, que son los temas que de alguna manera tratamos. Mi idea original era utilizar alguno de los escenarios de las verbenas para fingir el concierto de Soleá, pero los programadores tuvieron el buen criterio de invitarla a actuar y así pudimos registrarlo.
P. ¿Cree las verbenas madrileñas se han cuidado lo suficiente por parte de las sucesivas administraciones?
R. En los últimos años, Carmena las ha preparado con mucho cariño, tratando de mantener la tradición y al mismo tiempo renovarla. Ahora habrá que ver cómo lo trata el nuevo consistorio, en principio hay que darles el beneficio de la duda. El problema sería que por rivalizar echaran por tierra todo lo que se ha hecho, como pretenden con Madrid Central. La cultura es un tema más complicado porque no se puede medir como la contaminación. En cualquier caso, Madrid siempre ha sido un ejemplo de resistencia a la política. Lo bueno que tiene se ha conservado porque los ciudadanos lo han querido así.
P. Su cine tiene especial cuidado en el retrato que hace de la ciudad, incluso existe una coherencia a la hora de que los personajes deambulen por ella.
R. Intentamos ser fieles a la experiencia real de Madrid y creo que el espectador puede apreciar esa coherencia como algo verdadero aunque no conozca la ciudad. Hay algo misterioso y ancestral en el entorno de Las Vistillas, que es donde nació la ciudad, pero tengo la sensación de que nunca lo logro atrapar. Por eso vuelvo a los mismos sitios una y otra vez, siento que los puedo filmar mejor de cómo lo he hecho.
P. ¿Le ha faltado a Madrid gente que la retrate con cariño?
R. Sí y no. Madrid, como gran urbe cosmopolita, se inventó casi a la vez que el cine, a principios del siglo XX. El cine creció con la ciudad y ha habido retratos de la capital muy interesantes, como los que realizaron Fernán Gómez en El mundo sigue (1963), Berlanga y Juan Antonio Bardem en Esa pareja feliz (1951) o Sáenz de Heredia en La verbena de la paloma (1963). Patino y Saura, un poco a su manera, también han sido grandes cineastas de Madrid. Pero a partir de los 80 hubo un cambio de ciclo que tenía que ver con cuestiones generacionales, ideológicas y estéticas. El cine español comenzó a intentar ser menos español. Ciudades como Madrid se convirtieron en entes abstractos, sobre todo en ese cine más de género. Pero creo que mi generación se está encargando de recuperar la ciudad para el cine. Para mí sería muy extraño rodar en la ciudad en la que vivo y hacerla desaparecer de la película.
P. El sonido en este filme es muy cinematográfico. ¿Le prestó especial atención?
R. Me gusta que mis películas tenga un sonido muy orgánico y directo, pero no estrictamente realista. El sonido de Madrid en agosto es muy rico. Existe un fuerte contraste entre ruidos mundanos, de verbenas y fiestas, y el silencio u otros sonidos que parecen venir del campo, del mar o de la montaña. En definitiva, tratamos de contar la película a través del sonido de una manera subliminal.
“Aunque admiro a Hitchcock, me gustan más los directores ‘renoirianos’ que dejan la ventana abierta”
P. ¿Qué relación pretende que establezca su cine con el espectador?
R. Una relación ambivalente, que incomode y agrade al mismo tiempo. Mis películas están en un limbo extraño, tanto para mí como para el público. Pero sobre todo me gusta la idea de que el espectador siga pensando la película cuando se enciende la luz en la sala. Creo que mis filmes tienen esa cualidad, pero no sé si es buena o mala.
En busca del ‘no estilo’
P. ¿Premios como el de Karlovy Vary le hacen pensar que va por el buen camino?
R. Le confieso que, lejos de sentir que estoy en un punto culminante de mi carrera, ahora me cuestiono más que nunca. Cada vez soy más consciente tanto de mis limitaciones como de las cosas que hago bien, pero no quiero caer en eso que llaman ‘estilo’. Voy en busca de una especie de ‘no estilo’, ese es mi mantra desde hace tiempo. Pero esta película me ha dejado en un lugar extraño. Con La reconquista sentí que cerraba una etapa, y con La virgen de agosto creo que he abierto algo nuevo, pero no sé exactamente qué es.
P. ¿No hay ningún proyecto a la vista?
R. No me quiero precipitar. La producción de mis películas desde Los ilusos es muy pequeña, casi artesana, y el cine que queremos hacer no es fácil sacarlo adelante en la industria española de hoy. Aunque hemos ido consiguiendo cada vez más apoyo, seguimos siendo minúsculos y ridículos. En realidad me gusta esa medida, porque siento que es proporcional a las películas que hacemos. Pero también me apetece probar otros modelos.