Ganador de la Palma de Oro en Cannes con la célebre Sueño de invierno (2014), el turco Nuri Bilge Ceylan (Troya, 1959) atesora una ya nutrida filmografía que lo ha convertido en uno de los cineastas más destacados del panorama internacional. Como si fuera un símbolo de su propio país, la obra del artista se sitúa a medio camino entre la tradición narrativa occidental y la mirada oriental. Cineasta de lo trascendente pero también dotado de un fino sentido del humor y la observación, Bilge Ceylan ha convertido la región de Anatolia en el escenario predilecto de sus maravillosas películas. Títulos como, además de la citada, Lejano (2002), Tres monos (2008) o Érase una vez en Anatolia (2011) lo han convertido en el director más importante de Turquía y gracias a una sensibilidad única que brilla en todo su esplendor en El peral salvaje, nuevo filme del maestro que llega a nuestros cines, es una nueva muestra de su enorme talento.

Las películas de Bilge Ceylan suelen parecerse un poco o al menos tener muchos elementos característicos pero también aportar, cada una a su manera, una nueva pieza esencial para acabar de configurar ese mundo casi mágico de Anatolia que retrata en su obra. A la manera de Faulkner y su Yoknapatawpha, la región mítica en la que ambientaba sus novelas, o de Gabriel García Márquez al crear Macondo, el director turco nos presenta una Anatolia que es tanto un territorio real habitado por sus propios seres más o menos fantásticos como un lugar místico que funciona a un nivel simbólico de toda una civilización. En este caso, la ciudad de Çanakkale, en la que vive el protagonista, es un lugar marcado por la huella de dos batallas del pasado, la de Troya, como recuerda una escultura con la forma del famoso caballo, y la más reciente de Gallipoli, el "campo de batalla mejor conservado de Europa", como se recuerda varias veces en el filme, donde perecieron cientos de miles de soldados turcos y anglosajones en una de las contiendas más sangrientas, y absurdas, de la Primera Guerra Mundial.

EL PERAL SALVAJE tráiler en español

El protagonista de El peral salvaje es un personaje clásico de Ceylan, un personaje con rasgos turcos y alma de poeta alemán romántico que se debate, como muchos jóvenes españoles, entre la ambición y la realidad de un país atrasado en el que escasean las oportunidades para los hombres como él. Hay algo de barojiano en ese Sinan (Dogu Demirkol), un estudiante de magisterio que aspira a conseguir una plaza de maestro en provincias mientras sueña con ser novelista. Un sueño que parece imposible o al menos poco probable para el hijo de otro maestro, un hombre carismático y catastrófico (Murat Cemcir) acosado por las deudas contraídas por su afición a apostar en las carreras de caballos. Con una trama mínima, como es habitual, la película nos explica los sucesivos viajes de regreso a casa del joven Sinan, cada vez más amargado ante la descomposición de su familia por las adicciones del padre y su nulo éxito como narrador.

Estructurada en torno a la relación entre el joven protagonista y su desastroso padre, Bilge Ceylan nos cuenta, con sus propias palabras, cómo ha querido tratar el siempre complejo asunto de la herencia: "En mi país tenemos un dicho: 'Todo lo que el padre esconde aparecerá un día en el hijo'. Nos guste o no, nada podemos hacer para impedir que heredemos algunos rasgos de nuestros progenitores, algunas de sus debilidades, sus costumbres y una multitud de otros detalles. El inevitable deslizamiento de un hijo hacia el mismo destino que vivió su padre se describe a través de una serie de dolorosos acontecimientos". Como un romántico clásico, o un punk moderno, Sinan se rebela contra el destino del padre al mismo tiempo que parece condenado, como él, a seguir cavando el mismo pozo por si algún día, quién sabe, aparece el agua.

Se ha destacado en muchas ocasiones la capacidad de Bilge Ceylan para crear imágenes de gran fuerza poética. Heredero de Tarkovski, con el que comparte la capacidad de convertir sus fotogramas en una revelación de lo trascendente, el cineasta sobre todo es hijo de otro grande del cine como Theo Angelopoulos. Como el cineasta griego, autor de películas que reflejaban toda una tradición en la que convergen lo occidental con lo oriental, el mito mismo del nacimiento de una Europa mediterránea y atávica que surge de las entrañas de Alejandro Magno, se hace presente. Entre las ruinas de esa Anatolia al mismo tiempo bella y castigada por una industrialización poco respetuosa con el medio ambiente surge un mundo que Ceylan recrea y construye al mismo tiempo con unas películas en las que además de su capacidad poética sigue brillando su capacidad para crear personajes. En este caso, El peral salvaje es una película más luminosa y más humana, menos hermética quizá, en la que desde el propio título se nos sugiere la metáfora de ese árbol agreste y flexible que florece en la región.

@juansarda