Venecia se consolida como la cita más heterodoxa del panorama cinematográfico tras su inesperado palmarés. Ya lo era por la resistencia de su organización, con Alberto Baretta al frente, a someterse a la corrección política que de un tiempo a esta parte domina la configuración de la programación de los principales festivales. En Venecia, sin embargo, hay espacio para soliviantar a los distribuidores, introduciendo películas de Netflix como Marriage Story (Noah Baumbach) o The Laundromat (Steven Soderbergh), y al movimiento #MeToo con la inclusión de Roman Polanski en la carrera por el León de Oro y por la escasa presencia de directoras en la sección oficial –de las veintiuna películas, tan solo dos están dirigidas por mujeres-.
Resulta sorprendente que el Gran Premio del Jurado presidido por Lucrecia Martel haya recaído en manos del director polaco tras la negativa de la directora argentina a asistir a la proyección de su película J’Accuse (An officer and a Spy) para no aplaudirle. Pero parece que la solidez cinematográfica de esta incursión en el sonado Caso Dreyfus ha superado cualquier tipo de reparo previo, a pesar de que muchos han querido ver una especie de velado autorretrato de Polanski en esta historia de un capitán del ejército francés condenado injustamente por su condición semita.
En cualquier caso, lo más sorprendente de la edición que acaba de Venecia es sin duda ese León de Oro para Joker. La película contaba con varios hándicaps que la alejaban de las quinielas del gran premio: un director, Todd Phillips, especializado en chorradas como Resacón en Las Vegas; un género tan poco premiable como el de los superhéroes y una major como Warner en la producción. Sin embargo, la película funciona gracias a que todo lo cose la superlativa interpretación de Joaquin Phoenix y un guion que hunde sus raíces en dos clásicos de Martin Scorsese: Taxi Driver y El rey de la comedia.
También fue inesperado el premio al mejor director para el maestro sueco Roy Andersson por About Endlessness, un filme en el que mantiene su inconfundible estilo de humor negro y surrealismo pero que está por debajo de las cotas alcanzadas con Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia, su anterior filme que se llevó el León de Oro en 2014. En el apartado interpretativo, el jurado quiso premiar el trabajo de Luca Marinelli en Martin Eden, película de Pietro Marcelo que adapta una novela de Jack London, y a Ariane Ascaride por su papel en Gloria Mundi, una nueva inmersión en las miserias de la clase obrera firmada por el francés Robért Guediguian. Además, el mejor guion fue a parar a manos del chino Yonfan por su película de animación No. 7 Cherry Lane.
Y el cine español también pesco algún premio en Venecia, a pesar de que ninguna aparecía entre las elegidas de la sección oficial. En cambio, los dos títulos con producción española de la sección Orizzonti resultaron premiados. Por un lado, el chileno-español Theo Court se hizo con el premio a la mejor dirección por Blanco en Blanco y la actriz Marta Nieto con el premio a la mejor interpretación femenina por Madre, de Rodrigo Sorogoyen.