Alejandro Amenábar (Santiago de Chile, 1972) estrena tras pasar por Toronto y San Sebastián este viernes Mientras dure la guerra, en la que reconstruye los pasos de Miguel de Unamuno (Karra Elejalde) en la Guerra Civil desde su apoyo inicial a los sublevados hasta su enfrentamiento con Millán-Astray (Eduard Fernández) en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, donde profirió la célebre sentencia “Venceréis, pero no convenceréis”. Además, en paralelo, la película narra las acciones que llevaron a Francisco Franco (Santi Prego) a conquistar el mando único del ejército nacional antes de cruzar su camino con el intelectual. Amenábar regresa así al cine español y en español tras Ágora (2009) y Regresión (2015) y lo hace con una impecable reconstrucción histórica en una película que mezcla drama y thriller y que ofrece un acercamiento al autor de Niebla profundo y con aristas.
Pregunta. ¿En qué momento exacto le llamó la atención la figura de Miguel de Unamuno y cuándo descubrió que había ahí una película para usted?
Respuesta. Todo arrancó hace unos años, cuando leí sobre el episodio de Unamuno en el Paraninfo. A pesar de que se trata de un hombre al que todos hemos estudiado en el instituto durante el bachillerato, no sabía nada de este pronunciamiento público. Me sorprendió mucho y empecé a rascar en el tema por curiosidad, para saber cuál fue el posicionamiento de Unamuno durante la Guerra Civil. Esos tres meses en su vida desde el comienzo de la contienda me parecía que trazaban un arco de personaje interesantísimo que conectaba además profundamente con alguien como yo. A partir de ahí, empezamos a investigar lo que estaba pasando entre los sublevados. La coincidencia entre la toma de poder de Franco y la toma de conciencia por parte de Unamuno, unido al hecho de que se hubieran encontrado, prestaba los mimbres perfectos para una película. Por eso, el proceso de escritura del guion resultó bastante rápido.
P. Se ha escrito y debatido mucho sobre las decisiones que tomó Unamuno en la contienda y sobre su discurso y su enfrentamiento con Millán-Astray en el Paraninfo. ¿Cómo se documentó para elaborar el guion y a qué conclusiones llegó?
R. En todas las películas que he hecho basadas o inspiradas en hechos reales, el proceso de escritura siempre me ha resultado apasionante. Me gusta mucho sumergirme en las fuentes y tratar de detectar lo que se puede utilizar dramáticamente. En este sentido, la peripecia de Unamuno en estos días es puro oro. Es cierto que existe la polémica sobre lo que se dijo y lo que no se dijo en el Paraninfo, ya que no existe una transcripción de los parlamentos de aquel día. Atendiendo a todas las fuentes, y creo que las he leído casi todas, no es tan difícil acotar de un modo casi arqueológico lo que se escuchó allí. La versión que Emilio Salcedo escribió durante el régimen de Franco me parece bastante fiable, pero hay muchos detalles que en las versiones de uno y otro lado coinciden, como el sonido de las armas que se estaban amartillando.
P. ¿Qué le llevó a apostar por Karra Elejalde para el papel?
R. Es un tipo brillante que se esconde en el armazón de un niño grande. Quizá esto no encajaba demasiado bien con Unamuno, que era un tipo muy serio, seco y adusto, pero me he fiado del inmenso talento, carisma y humanidad que posee Karra. En esta película sabía que los discursos iban a tener mucha presencia e importancia y quería que cuando Unamuno hablara resonara en la cabeza de los espectadores y creo que, en este sentido, Karra era el actor ideal.
P. Hace poco habíamos podido ver a José Luis Gómez interpretándolo tanto en el cine, en La isla del viento (Manuel Menchón, 2016) como en el teatro, en Unamuno: Venceréis, pero no convenceréis. ¿Conocía estos trabajos?
R. Me pasó lo mismo cuando estaba preparando Mar adentro (2004), que alguien se me adelantó con la misma historia. En este caso, la película de Manuel Menchón es una aproximación diferente porque trata sobre el exilio de Unamuno en Fuerteventura. En cualquier caso, decidí no verla durante todo el proceso de realización de Mientras dure la guerra para que no me influyera en ningún sentido.
P. ¿Ha influido en el desarrollo del Millán-Astray de Eduard Fernández algún político actual como Trump?
R. Millán-Astray era un personaje muy particular, protagonista de un sinfín de anécdotas. Seguro que era una persona con la que no te aburrías estando a su lado, ya fuera porque te contaría un chiste muy divertido o porque te mandaría fusilar. Nosotros quisimos llevar el personaje hacia una especie de showman que funciona como un complemento casi cómico de Franco. A simple vista no parecen encajar muy bien el uno con el otro, son como el ying y el yang, pero realmente estaban muy hermanados desde la Guerra de África. En cualquier caso, la película habla del fascismo y si miramos alrededor vemos que hay una especie de resurgimiento que adopta distintas formas. Alguien como Trump a mí como ciudadano de este mundo no me genera ninguna confianza. Su discurso, su lenguaje, y sus formas me recuerdan a dirigentes de otras épocas.
P. ¿De alguna manera, quería hablar del presente de España abordando esta historia?
R. Uno siempre intenta buscar en las historias que cuenta una conexión con su propio mundo. Supongo que la imperiosa necesidad que tuve de contar esta historia tiene que ver con la situación política actual. Unamuno, por ejemplo, se opuso al Estatuto de Cataluña y renegaba de la dictadura de Stalin igual que hoy podríamos renegar de la dictadura de Maduro. En el fondo, en aquella época hablaban de las mismas cosas que nosotros.
P. ¿Sentía más libertad a la hora de definir el personaje de Unamuno en pantalla que el de Franco, del que todo el mundo más o menos tiene una imagen hecha en la cabeza?
R. Todo el mundo cree que conoce a Franco, pero cuando te sientas a escribir su personaje te das cuenta de que no es tan fácil. Su cabeza era en muchas ocasiones indescifrable e inexpugnable e intentar entrar en ella es de lo más complicado, pero también ha sido el aspecto del guion con el que más he disfrutado. A veces parecía que se escribía solo. En el caso de Unamuno no quisimos contar con ningún asesor o experto porque quería disponer de libertad a la hora de tomar decisiones, sobre todo en lo que respecta a su intimidad, que era su faceta más difícil de indagar. En muchos casos, hemos reproducido diálogos exactos transcritos por Millán-Astray o Unamuno o el propio Franco.
P. Con Franco debe ser difícil encontrar el punto exacto para la interpretación, ¿no?
R. Sí, sí. Fundamentalmente, lo complicado fue la labor de cásting, encontrar al actor idóneo para interpretar al personaje. Además, yo no quería renunciar a todos sus impedimentos a la hora de hablar, la vocecita, los problemas de vocalización, sus formas suaves… Es lo que le distinguía de otros dirigentes fascistas. Incluir todo eso en el personaje y que no resultara cómico, que no se percibiera como que nos estábamos riendo de él, era muy difícil.
P. Hay elementos de thriller en la película. ¿Cómo entiende el género de Mientras dure la guerra?
R. Yo diría que es un drama con elementos de thriller. El drama está en Unamuno y en los españoles que se vieron apartados entre esas dos Españas que se estaban empezando a matar. Unamuno supongo que formaba parte de lo que se ha llamado esa tercera España. La trama de los militares la desconocía totalmente. Yo pensaba que Franco se alzó contra la Republica, pero cuando empiezas a investigar te das cuenta de que hubo toda una lucha por el poder, con ese golpe de los golpistas. Ahí, y en las reticencias de Cabanellas o el misterio en torno a la coletilla del documento que da título a la película, hay mucho thriller.
P. Hay una escena que parece que guarda de alguna manera su visión de España, cuando Unamuno y su ex alumno Salvador se ponen a discutir en un camino. Al final acaban volviendo juntos. ¿Qué quería mostrar en esa escena?
R. Es una escena que incluimos en el último momento y que, efectivamente, me parece que resume muy bien la película. Queríamos que se vieran reflejadas las dos Españas y dar argumentos coherentes y sólidos a una y a otra. El hecho de que aleje la cámara y suba la música no quiere decir ni mucho menos que me sienta equidistante. Pero sí creo que en una sociedad democrática se nos olvida lo importante que es que exista gente que opine lo contrario que nosotros. Hoy en día, en un mismo bloque de vecinos vive gente que vota a distintos signos políticos. Eso demuestra que la democracia está sana. Si todos pensáramos lo mismo y votáramos lo mismo estaríamos en un estado totalitario en el que nos han lobotomizado. Esa voluntad de entendernos y de saber que debemos ser diferentes unos de otros es lo que estaba en el espíritu de la película y el de la secuencia.
P. ¿Cuáles son las principales dificultades para recrear la época?
R. El dinero. Hacer películas es siempre una operación de alto riesgo porque cuestan dinero, sobre todo si te trasladas a otra época y quieres hacer las cosas bien en cuanto a vestuario o ambientación. Por ejemplo, queríamos que la Plaza Mayor de Salamanca apareciera ajardinada como estaba en 1936 y cada detalle que quieres incorporar a la película aumenta el presupuesto: los aviones que cruzan el estrecho de Gibraltar, el maquillaje de los tres personajes principales… En cualquier caso, siempre intento exprimir el dinero al máximo.
P. ¿Por qué cree que existe ese cliché de que solo se hacen películas sobre la Guerra Civil si realmente no son tantas?
R. Más bien creo que existe un cliché sobre el posicionamiento de las películas sobre la guerra civil. Hay muchas heridas que siguen abiertas y eso se respira en todo lo relativo al cine. En San Sebastián hemos coincidido dos películas que tienen que ver con la Guerra Civil, pero no creo que haya muchas películas sobre la contienda y sí muchas comedias. A mí lo que me sorprende como ciudadano es que desconocía muchas cosas sobre sobre el tema. Tengo la sensación de que cuando se llega a la República en el instituto se pasa de puntillas por la guerra. En cualquier caso, creo que sí hay películas sobre la Guerra Civil como marco general o sobre la posguerra, pero no he visto muchas sobre los protagonistas del conflicto, sobre los responsables directos, y eso era otro motivo para rodar Mientras dure la guerra. Hay pocas películas en las que Franco sea uno de los protagonistas principales, Dragón Rapide (Jaime Camino, 1986) y poco más.
P. Desde su punto de vista, ¿cuáles son los factores que pueden echar para atrás a un director español a la hora de afrontar la Guerra Civil en una película?
R. No lo sé. Yo realmente tampoco la había abordado antes, ni siquiera había hecho una película de alto contenido político. Cuando haces un filme de esta naturaleza, en el que tocas temas muy sensibles y acabas metiendo el dedo en la llaga en algún momento, es inevitable que te hagas la siguiente pregunta: ¿Qué necesidad tengo yo de meterme en este ‘embolao’? Lo único que puedo responder es que para mí se convirtió en una necesidad. Hacer una película como ésta es un acto de fe.
P. La Asociación Patriótica Millán-Astray ha protestado por el retrato que ofrece sobre el general…
R. Mi sensación es que ni siquiera han visto la película. A lo mejor si la vieran se quedarían asombrados de que el personaje de Millan-Astray tenga aristas. No es ni blanco ni negro.
P. ¿Cómo se ha sentido al volver a rodar en España y en español?
R. Rodar en tu propia lengua siempre lo hace todo más cómodo, fácil y rápido. Sobre todo el trabajo con los actores, donde tienes que hilar fino.