El director francés Julien Rappenaeu (París, 1971) es hijo del célebre Jean-Paul, autor de películas como Cyrano de Bergerac (1990) y mito del cine popular del país vecino. Guionista de largo recorrido, muchas veces trabajando junto a su padre, Julien debutó como director hace cuatro años adaptando un cómic, Rosalie Blum, en una película sobre el despertar a la vida de un treintañero de provincias que logra superar sus limitaciones mentales obsesionándose con una mujer. Ahora, el cineasta vuelve a adaptar un cómic y se fija en una obra española como Dream Team, escrita por Mario Torrecillas con ilustraciones de Artur Laperla, trasladando la historia de Valencia a la provincia francesa y dulcificando por el camino algunos de los aspectos más duros del original.

Una pequeña mentira cuenta la historia de Théo (Maleaume Paquin), un niño de unos 12 años que destaca como estrella del fútbol en el modesto equipo local. Marcado por el alcoholismo del padre, Laurent (André Dussollier), un hombre en paro y con tendencia a armar broncas, el niño sueña con ser fichado por el Arsenal, el famoso club británico, y darle una esperanza que le haga reaccionar. Cuando es rechazado por el Arsenal por su corta altura, el joven jugador miente a su padre para obligarle a rehabilitarse con la promesa de que si consigue levantarse de la miseria podrá vivir con él en Inglaterra mientras se forma para ser un astro. A pesar de que todo se sustenta en el embuste, la paradoja del asunto es que acaba teniendo un efecto positivo porque, más motivado que nunca, el hombre borracho e iracundo inicia un completo proceso de rehabilitación personal para estar a la altura de las circunstancias.

En la versión de Rappeneau no hay adolescentes que se corten las venas ni sexo entre el padre y la asistente social porque el cómic, además de contar la historia paternofilial, también a retrata en toda su crudeza un barrio periférico de Valencia hundido por el paro y los bajos salarios, mientras aquí vemos un entorno mucho menos conflictivo y mucho más burgués. En suma, Una pequeña mentira es una película más burguesa y más good feeling lo cual no quita que el trabajo de Rappeneau tengas sus virtudes. Lo mejor del filme, sin duda, es su emotivo retrato de esa devoción intrínseca de los niños por sus padres aunque todo indique que están a un pie del abismo. Con una galería de secundarios bien construidos (el sentencioso entrenador, la pesimista amiga o el chaval temeroso de salir a la calle), Una pequeña mentira es una película muy digna que pone en jaque aquello de que la mentira siempre es mala. ¿Acaso podemos vivir sin una dosis de autoengaño?

@juansarda