Comenzó a despuntar como actriz a principios del milenio en aquella exitosa serie juvenil llamada Al salir de clase que fue cantera de muchos talentos patrios. Como intérprete, Leticia Dolera (Barcelona, 1981) apareció en títulos como Besos de gato (Rafael Alcázar, 2003), Imagining Argentina (Christopher Hampton, 2003) o De tu ventana a la mía (Paula Ortiz, 2011) hasta que descubrimos a una incisiva cineasta en sus primeros cortos. Con su primer largometraje, Requisitos para ser una persona normal (2015), la artista ya avanzaba el gran asunto que desarrolla en su primera serie, Vida perfecta, donde vuelve a reflexionar sobre la (dolorosa) distancia entre la existencia que soñamos o que el sistema configura como ideal y la cruda realidad. Todo ello desde una visión feminista que ha convertido a Dolera en una de las voces más notorias del movimiento y autora de un libro de gran éxito sobre el asunto: Morder la manzana (Planeta). Aunque, como ella explica, con la serie no quiere lanzar diatribas ni juicios morales.
Producida por Movistar con la colaboración de Corte y Confección de Películas, ganadora del primer premio en el último Festival de Cannes de televisión y adquirida para su emisión por la televisión pública francesa, Vida perfecta nos presenta un universo femenino marcado por los avatares de tres mujeres muy distintas, la propia Dolera (como María) en la piel de una treintañera recién separada que se queda embarazada de un discapacitado mental, Celia Freijeiro (Cristina) en la piel de una ejecutiva apaciblemente casada pero con ganas de nuevas emociones sexuales y Esther (Aixa Villagrán), hermana del personaje de Dolera, una artista temperamental con poco éxito y vida bohemia. Tres personajes dispares para construir un retrato del mundo actual marcado por la perpetua insatisfacción.
Pregunta. ¿Ve esta ficción como una película dividida en ocho capítulos o como una serie?
Respuesta. Es una cuestión interesante porque yo me lo planteé como un bloque, o sea, como una película de cuatro horas que cuando la terminas tienes la sensación de que te han contado un viaje. Cada personaje tiene su arco. Pero, como es un formato serie, cada capítulo también tiene sus tres actos, su punto medio y su propia temática. De hecho, en los primeros capítulos sí que tiro más del “cliffhanger” (dejar en el último minuto al protagonista “colgando de un acantilado”) pero a partir del quinto capítulo entiendo que ya estás enganchado a los personajes y ya no me preocupo tanto de dejar ese suspense y trato de entrar en la complejidad de las emociones de las tres protagonistas.
P. ¿Hay mucho de autobiográfico en la serie?
R. No lo es pero sí nace de mis inquietudes, de mis miedos, de lo que a mí me emociona, de lo que a mí me preocupa, de las preguntas que me hago y veo que se hacen hombres y mujeres de mi entorno. Son preguntas en torno al lugar que ocupa la pareja, el sexo, si la vida que llevas es la que te gusta o te atreves a llevar la que te gustaría. ¿Qué cambiarías si pudieras, te da miedo el fracaso? ¿Sientes frustración? Todas estas preguntas que creo que todos nos hemos hecho en algún momento son las que me apetecía explorar para intentar entender y aportar luz de lo complejas que resultan las emociones humanas.
P. Como en Requisitos para ser una persona normal vemos una reflexión entre la diferencia entre lo que se supone que tiene que ser la vida que uno lleva y la que realmente es. ¿Es un tema que le preocupa mucho?
R. Dicen que todos los autores hablan de sí mismos en las películas y que casi siempre hablan de lo mismo. Cambian los personajes y la trama, pero hay algo de raíz que sueles repetir. Yo no sé si lo siguiente irá por allí pero está claro si ves mi obra que eso sale mucho. Mi primer corto trata sobre una persona que por querer encajar en un grupo es infiel a sí mismo y acepta hacerle bullying a una niña y carga con esa culpa muchos años. Tengo un tema con la necesidad de romper y de no querer encajar en un molde construido por otros para ti. Aquí lo interesante es que en el concepto “vida perfecta” entran muchas cosas: el legado cultural pero también tu propio legado familiar y la educación que te han dado en tu casa y luego la vida que hayas vivido. Hay mucho allí de las decisiones que has ido tomando en tu vida y la pregunta de cuáles son fruto de la casualidad, cuáles las has tomado porque querías y cuáles por una herencia. Esas son las preguntas que me hago.
P. Vemos también el eterno debate entre lo que dicta la cabeza y las razones del corazón.
R. De hecho, las tres protagonistas han perseguido o han anhelado una idea. Tenemos una educación intelectual de lo que es la familia, la pareja, el sexo, el éxito… Todo son como ideas intelectuales que luego cuando las bajas a la tierra, a lo emocional, de repente te encuentras con que no te producen lo que tú pensabas que te iban a producir. En el caso de Cris, ella ha conseguido cumplir con esa idea de superwoman y de mujer y de vida perfecta. De repente, descubre que no es feliz allí porque ha perseguido una idea. Siempre hay un contraste enorme cuando lo que has pensado lo bajas al estómago y al corazón porque la vida te va a sorprender cuando menos te lo esperas. Lo que tú crees que es una bofetada que te hunde en el pozo, luego ese pozo te sirve para madurar, aprender o descubrir algo de ti mismo que no sabías.
P. Esas tres mujeres son muy distintas, Esther (Aixa Villagrán) es la más alocada, Cristina (Celia Freijeiro) es la más conservadora y su personaje está un poco a medio camino. ¿Quería jugar con los estereotipos para después profundizar en ellos?
R. Mi personaje es una persona que lo tiene todo planificado y va a luchar contra sí misma todo el rato porque se le va a derrumbar la “vida perfecta” que estaba a punto de conseguir. Se iba a casar y comprar una casa que supuestamente era su sueño. Cuando todo se derrumba, a una persona que odia improvisar le sucede todo lo inesperado: se queda embarazada de un desconocido, después descubre que ese desconocido tiene una discapacidad intelectual, la vida va a llevarla por derroteros desconocidos y eso chocará con su necesidad de control. Cristina (Freijeiro), en cambio, es la que sí ha logrado la “vida perfecta” que nos han vendido porque es buena esposa, buena amiga, buena madre, viste bien, es guapa… y en vez de sentirse muy realizada se siente estresada. Allí se abre una grieta y a través de esa grieta aparece su deseo. Y el deseo la lleva a reconectar con su sexualidad lo cual es un camino para reconectar con ella misma.
P. ¿Creía que era importante abordar la sexualidad desde el punto de visto de la mujer?
R. La sexualidad es un tema importante porque nos atraviesa a todos. Y es un tema que todavía es un tabú, que todavía sigue siendo una herramienta de opresión. A las mujeres se nos sigue calificando como “putas” o “monjas” según nuestro acercamiento a la sexualidad y a nuestro cuerpo y a mí me apetecía hablar de eso. No había una necesidad de decir “mirad, nosotras también follamos”. Sencillamente, nosotras también follamos y cuando te pones a hablar de vida de una mujer tienes que hablar de sexo porque forma parte de lo que la construye. Esto nos lleva a varios temas. Por un lado, esa falta de conexión sexual de Cristina con su marido que hace que tenga relaciones fuera del matrimonio, algo que sigue siendo tabú aunque pasa mucho a nuestro alrededor. Luego María es presa del amor romántico y no es tan fácil cambiar. Aunque ella no quiere creer en el amor pero tiende a ser enamoradiza. Luego es una persona que se queda embarazada y sigue teniendo deseo sexual. Era importante también hablar de masturbación porque las mujeres nos masturbamos mucho, no todas, no me gusta generalizar, pero es algo de lo que no se habla. Recuerdo cuando era pequeña que los niños siempre hablaban de ello e incluso lo hacían en grupo y entre nosotras ese tema no existía. En realidad, para nosotras es mucho más fácil porque luego no hay que limpiar. Me sale de manera natural hablar de sexualidad desde mi punto de vista y como soy una mujer, mi punto de vista implica que nosotras no solo somos objeto sexual, también somos sujeto de deseo sexual.
P. Hablemos de los personajes masculinos, ¿por qué quería que fueran buenas personas?
R. Yo estoy rodeada de hombres buenos. Es ridículo demonizar a los hombres en una obra creativa. ¡Si no lo hice ni en mi libro! Yo escribí un ensayo, Morder la manzana, y allí hablaba sobre feminismo. Allí plasmé todo lo que había aprendido, hablo de teoría feminista, ficciono cosas que han pasado en la realidad para pasar de lo personal a lo político. En la serie lo que quiero hablar es de lo difícil que es relacionarse, conocerse, lo difícil que es lidiar con las inseguridades, las expectativas de vida. Evidentemente después la serie está atravesada por mi mirada y con el personaje de Cristina, por ejemplo, rompo ciertos tabúes, como las madres que están hartas de serlo, o hablo de temas como que casi siempre son las mujeres las que piden la reducción de jornada. Pero eso es algo que está en la sociedad, no pretendo decir que esto está bien o mal ni dictar una sentencia moral. Creo que el arte no está para eso, su función es acompañarnos en las preguntas y poner luz en esos rincones del alma donde uno no se ha asomado.
P. ¿De qué manera quería tratar el asunto de la discapacidad?
R. En Requisitos para ser una persona normal uno de los personajes protagonistas también tiene discapacidad intelectual, el que hacía de mi hermano que tiene síndrome de Down. Como acabo de decir, a mí lo que me seduce como actriz, guionista y directora es poner luz en esos rincones del alma donde a veces nos da miedo asomarnos. Y creo que la discapacidad es uno de esos lugares. Nos permite acercarnos a esa parte de la sociedad que tenemos silenciada porque parece que las personas con discapacidad no existen. Por supuesto existen y no solo eso, también tienen vida sexual, son padres, son madres… y se enfrentan a mayores dificultades que los demás. En mi primera película traté el asunto de manera más luminosa y aquí sí que quería dar lugar a lo complejo y contradictorio. Desde luego hay un acercamiento positivo, pero sí queríamos tratar las sombras y ver lo difícil que es adaptarse a un mundo en el que la mayoría no tiene una discapacidad. También lo compleja que es la paternidad o maternidad para estas personas. Creo en el poder transformador de la cultura y, cuando cuentas la historia de alguien, ese alguien deja de ser el otro porque te metes en la piel de ese personaje. Narrar es un ejercicio de empatía y si ponemos a personajes que viven en los márgenes o que nos dan miedo creo que estamos tendiendo un puente de empatía que nos enriquece como personas y como sociedad.
P. No quería dejar de preguntárselo, ¿por qué sale tantas veces en el wáter?
R. Jajaja. ¿Pero tú no sabes que los catalanes somos escatológicos? ¡Tenemos en la figura del pesebre un “caganer”! Este es el tema. Dicho esto, es verdad que siento atracción como autora por entrar en lo íntimo, en esos lugares donde generalmente no entra nadie. Lo que sí no sale en la serie que es una cosa muy íntima que es sacarse un moco. Cuando nos sacamos mocos, cada uno tiene su técnica, hay cierto placer en eso… y es algo en lo que no te gustaría verte en una pantalla. ¡Mi siguiente salto en lo creativo puede que sea este!