Grandes triunfadores del último Festival de San Sebastián, Jon Garaño, Jose Mari Goneaga y Aitor Arregi se llevaron el premio a la mejor dirección y guión por La trinchera infinita, donde cuentan la terrible historia de los “topos” durante el franquismo. Esos topos eran republicanos que se escondieron en sus casas para evitar ser encarcelados (o fusilados) por el franquismo. Ateridos de miedo, muchos de ellos vivieron enclaustrados más de 30 años hasta que una ley de 1969 amnistió los delitos cometidos durante la guerra civil. Antonio de la Torre interpreta a Higinio, un hombre que escapa por los pelos de la represión franquista al comienzo de la contienda y se refugia en su propia casa junto a su esposa, Rosa (Belén Cuesta), soportando juntos largos años de penurias y mentiras de cara al público. En un ejercicio de “humanismo”, los directores nos trasladan al conflicto sin salir de las cuatro paredes de una casa (o dos, porque se mudan) donde habita como un espectro ese hombre que ve cómo la vida se escurre entre sus manos sin ver la luz del sol. Después del éxito de Loreak (2014) y Handia (2017), los cineastas nos explican por qué en su nuevo filme han querido explorar la “zona de grises” para contar una historia de amor resistente al tiempo y los más duros avatares históricos.
Pregunta. ¿Cómo se dirige una película entre tres?
Jon Garaño. Puede parecer extraño, pero las cosas ya eran así desde el principio. Cuando hicimos Loreak estábamos Jose Mari y yo dirigiendo y Aitor en el guión. La película tuvo cierta repercusión y la siguiente película, Handia, la codirigí con Aitor y Jose Mari estaba en el guión. Con lo cual de alguna manera siempre hemos colaborado los tres. En el caso de La trinchera infinita han sido importantes las circunstancias. La película se rodó en dos partes y por asuntos personales yo no podía estar en la primera parte del rodaje. Entonces decidimos que en la primera fase estarían Aitor y Jose Mari, y en la segunda fase, como Antonio (de la Torre) tenía que engordar quince kilos, estaríamos Jose Mari y yo. Pero en la preproducción, posproducción y montaje hemos estado siempre los tres. En el caso de Jose Mari es el que ha estado siempre en rodaje y también, esta vez, es el único de los tres que es guionista junto a Luiso Berdejo.
Jose Mari Goenaga. La idea surgió de nosotros tres, luego involucramos a Luiso (Berdejo, coguionista). Ya cuando acabábamos la promoción de Handia había fecha para arrancar la preproducción de Trinchera y el guión ya estaba más o menos cerrado. Yo he estado durante todo el proceso, pero mientras rodábamos ellos estaban montando y haciendo de puente entre dirección y equipo.
JG. Debatíamos mucho para intentar llegar a consensos y no tener que desempatar, pero si ya llegábamos al punto en el que no estábamos de acuerdo, ahí sí que a veces votábamos. Luego también pasaba que llegábamos a un acuerdo después de votar y al día siguiente llegaba uno y decía que se lo había pensado mejor y cambiaba de bando.
JMG. Las discusiones han sido interminables… Eso de que a veces siendo números impares se llega más fácilmente a acuerdos en nuestro caso no sé si ha sido así.
Aitor Arregi. Al final en un debate cada uno tiene que exponer lo suyo, pero te puedes eternizar en las argumentaciones y contrargumentaciones. Sobre todo en la última parte, cuando ya la película está cerca de terminarse y las decisiones son finales.
JMG. Hay una primera fase donde se toman muchas decisiones y hay mucho debate. Luego está la primera parte del rodaje donde tienes que ir avanzando. Luego ya empiezas a matizar y en la última fase sí que las discusiones cada día eran más largas. Había momentos que decías “me quiero ir de aquí”.
P. ¿Cómo se explica en una película un periodo tan largo cuando apenas se sale de las mismas cuatro paredes?
JMG. Desde el principio se estableció en guión que queríamos hacer una narración más o menos seca, no abusar de secuencias de montaje. Queríamos ir a momentos concretos y proponer al espectador un juego de reubicarse en cada uno de ellos. Sabíamos que nuestro aliado iba a ser la elipsis porque no podíamos contar los 33 años de golpe. Dijimos, vamos a abrir ventanas a lo largo del tiempo para que el espectador haga el ejercicio de imaginar cómo esa relación de los protagonistas ha ido cambiando.
JG. A nivel técnico, después de hacer Handia, pensábamos que esta película iba a ser más sencilla. Hay una máxima en el cine que dice que pocos personajes y pocas localizaciones hacen más fácil el factor producción. Pero quizá no teníamos tan en cuenta el factor tiempo de la película. Técnicamente suponía un reto, teníamos que ver la evolución de los personajes, Antonio tenía que engordar, envejecer más de lo normal por las circunstancias en que ha vivido… Fue más difícil de lo que preveíamos. Por ejemplo, la caracterización era complicada.
JMG. Necesitábamos que el paso del tiempo se notase a través del cambio físico de Antonio, pero también de otros factores. Y luego el maquillaje, al igual que con el gigante de Handia, era un reto. Al final cuando te metes en protésicos siempre notas una impostura, pero era inevitable.
AA. El paso del tiempo es una de las cosas más bonitas de ver en una película. Pero también es una de las cosas más difíciles de reflejar. En ese debate entre la secuencia de montaje o la elipsis se apostó por ese tono seco, pero buscando también el entretenimiento. En 33 años pueden pasar muchas cosas incluso estando encerrado en un zulo.
P. ¿De qué forma se entrelazan realidad histórica y sentimental?
JG. Lo que está sucediendo fuera tiene unas repercusiones claras en la relación de pareja. Se acaban de casar y desde el punto de vista sentimental es todo muy bonito. Pero van a tener una evolución como ocurre con cualquier pareja, solo que ellos están viviendo una situación al límite. Primero, por el miedo físico que tiene el personaje principal a salir de casa y, después, porque estar encerrado te genera una visión distorsionada de la realidad. Los inputs que recibes están muy filtrados. Tu canal de información es tu mujer y eso puede hacer que comiences a dudar de todo y que se generen situaciones de conflicto muy particulares. Por una parte es una historia de amor como cualquier otra con la que la gente se puede identificar. Teníamos que encontrar un equilibrio.
AA. En esta historia el contexto histórico político y las emociones van de la mano. Ese contexto es más importante que en ninguna otra película que hayamos hecho. Somos muy fans de David Lean, que es el mejor aunando contexto con historia épica e íntima, llevando energía de uno a otro lado. En este caso el contexto está en off, pero eso no quiere decir que tengas que tenerlo muy presente. Para mí la transición energética es uno de las aspectos más complicados, yo lo viví con Handia. Esas transiciones son para mí lo más difícil que hay a la hora de hacer una película. Pusimos mucho empeño en que no se perdiera una cosa ni otra.
JG. Lo que está pasando fuera les une y les separa. Hay muchos gestos donde ves amor, pero está descompensado. Rosa es la que más ofrece, pero es que Higinio no tiene mucho que dar por su situación personal. Queríamos que se viese ese amos a pesar de todo lo que se pudiesen decir o de todo lo que pudiera ocurrir. Creo que si hay alguna duda sobre ese amor al final queda claro.
JMG. Si ese hombre se encierra en esa casa es porque los dos quieren estar juntos. Lo que sienten el uno por el otro es lo que va a condicionar el devenir de esta historia. Las decisiones las toman por amor. Lo dramático es cuándo se plantean si han hipotecado sus vidas encerrados cuando ya no sienten lo mismo el uno por el otro. Surgen muchas dudas y resulta muy difícil romper esa situación cuando sabes que puedes poner en peligro la vida de la otra persona. En el caso de ella se pregunta cómo puede dejarle si es su vínculo con la vida.
AA. Creo que hay una secuencia en la película en la que se cristaliza claramente lo que decía antes Jon de cómo al final es una relación matrimonial con la que muchos se pueden sentir identificados, ese momento en el que ya no aguantan más y están discutiendo en la puerta de la casa. Es una historia con el agravante de que es un topo y existe ese miedo. Es un momento en el que se mezcla el miedo a salir y lo que te pueda pasar con el miedo a perder a tu pareja. Queríamos mostrar ese vértigo que siente cualquiera cuando parece que no aguantas más y luego reculas. En todos existe ese punto de cobardía, el miedo a dar ese paso. Es una película en la que se mezcla el miedo generado por un contexto político, pero también otra serie de miedos. Siempre decimos que esto para nosotros es una alegoría sobre el miedo y no solamente el miedo por cuestiones políticas, también el miedo a dar un paso, el miedo a salir del armario como también vemos, o el miedo a dejar a tu pareja. Hemos buscado mucho ese componente humano dentro de este conflicto que tiene un contexto muy concreto, pero hay unas agarraderas humanas que funcionan a nivel universal.
P. ¿Por qué mantienen el misterio respecto a las dudas sobre la honestidad del pasado del protagonista?
AA. Queríamos romper el binomio blanco y negro: este es el villano y esta es la víctima. Muchas veces nos podemos sentir cómodo en eso. Y queríamos jugar más a la incomodidad, sentir que esos personajes están llamándote a la puerta. Nos gustaba que cuando Gonzalo (un vecino franquista enemigo del matrimonio) viene a preguntar o acusar a Higinio de algo, por mucho que Gonzalo sea una amenaza o el espectador se sienta incómodo con su presencia, queremos que se note que también tiene sus razones. Es una persona que está obsesionada con Higinio por una razón muy potente, que es su hermano. Queremos explorar las zonas grises y no estar siempre con los buenos y malos. En los wésterns hacen eso, te presentan a los personajes, piensas que rol puede jugar desde el primer minuto y luego tienen el resto de la película para ahondar en su psicología y sus características. Sobre todo la profundización del pensamiento de los personajes. A mi me parece incómodo y como espectador me gusta, aspiramos a crear algo parecido en la película.
JMG. Hay una secuencia que es en este sentido muy reveladora que es cuando llega el hijo y le pregunta qué ha hecho para estar encerrado tanto tiempo. Queríamos dejarlo en un terreno ambiguo y nosotros nos sentimos identificados con ese hijo. Cuando nos enfrentamos al pasado de la guerra civil muchas veces es como que te faltan herramientas para saber a ciencia cierta lo que pasó en muchos aspectos. Estamos muy influidos por todas las historias que hemos escuchado. ¿Dónde está la verdad? Hay una imposibilidad de descifrarlo todo. En este caso, de narrarlo, de verbalizarlo. No hay blancos y negros, pero sin perder de vista que lo que más nos importa no es lo que hizo o no hizo ese hombre sino las consecuencias que ha tenido y cómo ha desembocado en esta situación que le toca a vivir a este matrimonio.
P. ¿Por terrible que sea lo que sucede en una guerra, al final la convivencia siempre es inevitable?
JMG. A veces puede parecer que todo funciona como bloques estancos, pero luego en la realidad del día a día, y sobre todo en un pueblo, eso es más complejo. El vecino, Gonzalo, era importante que tuviera mucho sabor a pueblo. Luiso decía que su abuelo era franquista y su abuela era republicana. En el caso de mis abuelos también se daba esa dualidad. Mi abuela era nacionalista vasca y mi abuelo carlista y luego simpatizante de Franco. Parece que toda la genealogía ha sido siempre una, cuando sabes que todo fluye mucho más. Lo que nos permitía esta historia es que, hablando de una casa perdida en un pueblo de Andalucía, te apegas mucho a eso. Ves esos conflictos globales desde un punto de vista doméstico.
JG. La idea es ver un tema tan grande como la guerra civil desde un punto de vista doméstico. ¿Cómo afecta a las personas? No es una cuestión política, porque luego las cosas se confunden y entran otro tipo de asuntos. No fue tanto que unos pensaron de una forma y otros de la otra. Lo que se cuenta en Handia de que el protagonista llega al café de los carlistas y le meten en el bando de los carlistas también pasó en la guerra civil. Muchas veces sin mayor discusión te tocaba luchar en un bando. Había gente con las ideas muy claras pero hay muchos grises y ese es un terreno interesante.
JMG. Para nosotros una referencia es Chaves Nogales. Lees sus cuentos y son de una lucidez increíble porque sobre todo se escribieron en ese momento. A veces, después, con el tiempo, tienes distancia y es más fácil detectar las cosas. Pero en el propio contexto ser capaz de entender a un lado y otro es memorable. Hoy en día la equidistancia es una palabra muy denostada pero es que no es eso, es una visión humanista.
JG. Una de las frases míticas de Chaves Nogales es que podría haber sido fusilado por un bando o el otro.
AA. Yo quiero añadir una cosa sobre el tema de la convivencia. Se habla mucho de lo que exige un bando u otro, pero no se habla tanto de la cesión de uno y otro. En la convivencia muchas veces las cesiones no son equilibradas. Cuando no hay más remedio que ponerte a convivir. Se trata de entender a la otra parte, a lo que has tenido que renunciar. Creo que eso entronca claramente con ese aroma a Chaves Nogales. Se ha tenido muy presente su lucidez y sus ganas de contar lo que estaba viviendo, no tergiversado por un filtro ideológico.