La cultura de Estados Unidos, en su exaltación de la individualidad, siempre ha defendido la causa de los rebeldes y los librepensadores capaces de enfrentarse al orden establecido. El personaje del “maverick”, ese tipo que desafía a las convenciones y logra imponerse a los prejuicios para demostrar su valía, implica toda una tradición narrativa en la cual el protagonista no debe superar tanto sus propias limitaciones como convencer a una sociedad recelosa de que tiene razón. Lo hemos visto muchas veces, desde el “don nadie” que logra adecentar Washington en Caballero sin espada (1949), de Frank Capra, a la Erin Brokovich (2000), de Steven Soderbergh. La película Le Mans 66, dirigida por James Mangold con Christian Bale y Matt Damon como protagonistas, vendría a ser una nueva vuelta de tuerca a la construcción del héroe a la americana.

Bale, un tanto histriónico pero como siempre convincente, sigue explorando su lado extravagante interpretando al piloto de carreras Ken Miles, personaje de carne y hueso que fue un mito del deporte automovilístico en sus albores de los años 60. Damon, por su parte, da vida a Caroll Shelby, ex campeón reconvertido en vendedor de coches de alta gama en Los Ángeles. Amigos del alma, las cosas no pintan bien para Miles debido a su carácter hosco y arisco, mientras Shelby gana mucho dinero pero no se siente realizado. La vida da un vuelco para ambos cuando el gigante del motor Ford, que pasa por horas bajas, contrata a Shelby para que ponga en marcha una escudería de lo que hoy llamamos Fórmula 1 capaz de competir con Ferrari y conseguir que su marca se asocie a lo cool. El problema es el propio Miles, de cuyas rarezas recela la corporación, temerosa de que manche su reputación. 

Mangold vivió su primer gran éxito con un thriller policial de calidad como Copland (1997) y después triunfó con aquel drama indie llamado Inocencia interrumpida (1999) que lanzó la carrera de Angelina Jolie dándole un Oscar. En los últimos tiempos, el director ha hecho fortuna con la saga de Lobezno y en Le Mans 66 nos entrega una película modélica en la mejor tradición del cine de calidad de Hollywood con una historia interesante, unos actores superlativos y la espectacularidad de las escenas de Fórmula 1, que Mangold rueda de manera austera y realista sin forzar el espectáculo digital. Parábola eterna sobre la importancia de la lealtad y seguir los propios principios, pocos meses después del Érase una vez en Hollywood… de Tarantino, Mangold vuelve a construir un monumento al valor de la amistad en esta película entretenida y emocionante.

@juansarda