Hace ya casi veinticinco años, los hermanos belgas Jean-Pierre (Engis, 1951) y Luc Dardenne (Awirs, 1954) se consagraron como grandes maestros del cine europeo con su tercer largometraje de ficción, La promesa (1996), en la que reflejaban la toma de conciencia de un adolescente cuyo padre explota de manera inhumana a unos emigrantes africanos. Como si quisieran establecer un diálogo con ese personaje, en su nuevo título, El joven Ahmed, el protagonista es un adolescente de origen árabe nacido en Europa, un chaval que parece del todo integrado pero cae bajo las garras del radicalismo islámico.
Si en La promesa veíamos las atrocidades contra los inmigrantes que la sociedad belga asume en su propio seno, en El joven Ahmed contemplamos cómo los problemas de identidad de la juventud pueden tomar un camino sangriento. Los Dardenne –ganadores de dos Palmas de Oro en el festival de Cannes por Rosetta (1999) y El niño (2005)– retratan ahora a un adolescente desnortado que cree encontrar en el radicalismo la pureza de la juventud.
Pregunta. ¿Estaba entre sus ideas que cualquiera pudiera identificarse con el protagonista?
Luc Dardenne. Es una película sobre la adolescencia, una etapa muy particular en la que dejamos atrás la infancia y buscamos modelos fuera del hogar con los que identificarnos. Cuando uno es adolescente quiere sentir que ha sido “elegido” y creer que pertenece a algo superior. Es una etapa de gran narcisismo en la que podemos ser fácilmente seducidos. En este caso, Ahmed encuentra ese modelo en un imán que propaga mensajes de odio.
P. ¿Por qué jóvenes hijos de inmigrantes que ya han nacido en Europa y tienen vidas sin carencias toman un camino más radical que sus padres?
Jean-Pierre Dardenne. No lo sabemos. En Bélgica, como vemos en la película, surgen predicadores salafistas (una rama integrista del Islam) que vienen de Arabia Saudí con un mensaje de odio a Occidente muy peligroso. Después están los vídeos y la propaganda por internet. Estos imanes se aprovechan de las debilidades de estos jóvenes. La respuesta policial es insoslayable.
Se definen a sí mismos como una “persona con cuatro ojos” y tanto Jean-Pierre como Luc han hablado muchas veces de su total compenetración. Comenzaron en el territorio del documental a finales de los 70 con unos trabajos en los que, según ellos mismos, querían captar con su cámara “la forma de hablar y los modos de una cultura obrera que estaba desapareciendo”. Para los Dardenne, discípulos de André Bazin, el cine no inventa sino que capta una realidad que previamente existe y que sigue existiendo más allá de la película. En su libro Detrás de nuestras imágenes: el niño, el hijo (1991-2005), publicado por Plot, definen su cine como un “estado” en el que es más importante el gesto que la imagen, abogando por “la brocha y no por el pincel”. Muy pegados siempre a la experiencia íntima de los protagonistas de sus películas, dicen que quieren reflejar “movimientos morales” en un cine materialista con el que aspiran a captar la realidad tal cual es: “No trabajamos sobre encadenamientos. Mostramos a los personajes tal como actúan aquí y allá, y ese actuar es lo que construye su universo”. Para ellos, sus personajes siguen existiendo una vez se acaba la película, que no vendría a ser más que un fragmento “robado” de la vida.
P. ¿Les daba miedo que la comunidad musulmana les acusara de meterse donde no les llaman?
L.D. El arte es una manera de convertirse en otro y aunque yo no soy musulmán sí he sido un niño y un adolescente y puedo identificarme con Ahmed. El arte tiene la capacidad de transformarnos en otras personas. En el momento en el que dejemos de tender puentes entre unos y otros asistiremos a un gran fracaso humano. Es posible atravesar las identidades.
J.P.D. Hemos enseñado la película en escuelas ante muchos alumnos y sus familias y nos ha gustado ver que los musulmanes están de acuerdo con lo que contamos. Aunque sea una obviedad decirlo, la gran mayoría no son radicales y agradecen que hablemos de estos temas. Muchas familias musulmanas lo han pasado mal por culpa de la radicalización de sus hijos. Al final, el objetivo es que vivamos juntos.
P. ¿Consideran el radicalismo islámico una contestación al racismo?
J.P.D. Por supuesto hay racismo en la sociedad belga pero no creo que lo haya en toda la sociedad. Aquí lo que nos interesa es cómo ese punto sensible se convierte en un lugar al que se pueden agarrar los fanáticos religiosos, como el imán de la película, para manipular las mentes de los jóvenes.
"El cine está en pleno cambio. Nos parece un fraude decir que somos directores de cine si no hacemos películas para cines, ¿no?"
P. ¿Creen que la tendencia al fanatismo forma parte de la naturaleza humana?
L.D. No hay ninguna diferencia entre el fanatismo de los nazis o el de Mao durante la “revolución cultural” china. El problema con los fanáticos es que es muy difícil hacerles comprender que están equivocados porque viven presos de su propia ideología. Cuando eres así la ley común se convierte en secundaria y dejan de tener mala conciencia por los actos más atroces.
J.P.D. Hay una línea roja en el fanatismo que se cruza cuando pones las ideas o las creencias por encima del valor de la vida, como sucede con el radicalismo islámico. Ese imán quiere cargarse la vida pero no lo consigue porque el erotismo logra colarse por las rendijas de ese adolescente. En esta película queremos hablar de un chico que se convierte en un fanático pero también del triunfo de la vida, de la posibilidad de salir de ahí.
P. ¿Por qué sus películas están siempre del lado de los débiles?
L.D. No sé si “débiles” es la palabra porque luchan y toman decisiones. Son personas vulnerables que necesitan ayuda. En nuestras películas anteriores se produce un encuentro que permite al personaje principal cambiar. En El joven Ahmed estamos hablando de otra vulnerabilidad que es la vulnerabilidad psicológica.
P. ¿Se imaginan colaborando con Netflix o alguna de las nuevas plataformas?
J.P.D. Estamos en un momento en el que es difícil hacer películas como las nuestras. El cine es un medio que está en pleno cambio. No tenemos ningún inconveniente en trabajar con Netflix u otra plataforma siempre y cuando la película pase antes por las salas de cine. Nos parece un fraude decir que somos directores de cine si no hacemos películas para los cines, ¿no?