Presentada en el último Festival de San Sebastián en la sección de Nuevos Realizadores, la película La inocencia, dirigida por Lucía Alemany, supone un golpe de aire fresco en nuestra cinematografía gracias a la calidez y autenticidad de los sentimientos que refleja. Ambientada en la Traiguera, una zona rural de Castellón en la que la directora pasó su infancia, hay claros ecos autobiográficos sin llegar a la autoficción en esta historia que narra el difícil paso a la madurez de una adolescente de espíritu libre que se ve oprimida por sus padres y por su entorno. Entre un cierto naturalismo que capta las rutinas de un pueblo marcado por las habladurías y la obsesión por las apariencias y el retrato intimista de una quinceañera a la que todo le sale mal pero nunca deja de luchar, Alemany logra un filme que rezuma verdad con personajes muy bien construidos y una estampa familiar contundente en la que sobresale la figura amenazante de ese padre autoritario al que da vida Sergi López.

La protagonista es Lis (una espléndida Carmen Arrufat), una chica que sueña con ser artista de circo y es pasto de los cotilleos de todo el pueblo por su romance con un chico mayor que ella, aficionado a las drogas y con aspecto de macarra. Lis llama la atención por sus atrevidos looks, sus sueños de artista y sus ganas de volar sola, asustando a sus conservadores padres, empezando por ese López que da a su personaje humanidad en el espanto y continuando por esa madre (interpretada por Laia Marull) que resulta ser el personaje, además de la protagonista, mejor construido y al final más interesante de la película con esa mezcla entre brutalidad y autocompasión. Si hace poco una película valenciana como La banda, de Roberto Bueso, nos adentraba en la provincia valenciana a partir del universo masculino de unos jóvenes aquí entramos de lleno en el mundo de las mujeres.

LA INOCENCIA. Tráiler oficial (VOSE). Ya en cines.

Cuenta Alemany que para su primera película quería contar una historia que sintiera cercana y que por eso ha querido reflejar esa Traiguera castellonense en la que pasó sus primeros años. Un universo de costumbres ancestrales, procesiones y charlas a la fresca de las mujeres, que Alemany refleja de manera crítica sin que se perciba por ello rencor en sus imágenes. Es esta una película contada desde el punto de vista de una mujer lo cual no es tan frecuente y ahí están secuencias como la del novio enloquecido que tantas veces hemos visto en el cine desde el punto de vista masculino y adquieren un matiz distinto en la mirada de esa protagonista que lo observa asustada y atónita, un tanto apenada por su infantilismo. 

@juansarda