Todo pasa en Gotham City. La ciudad de Batman se ha convertido en un microcosmos cerrado en sí mismo que ejerce el papel de símbolo extremo de los males de Occidente. Un microcosmos polisémico porque ese universo creado por DC Comics también puede dar lugar películas muy distintas. Si hace poco veíamos Joker, un drama “serio” en el que el personaje interpretado por Joaquin Phoenix se convertía en una metáfora desquiciada de un mundo en descomposición, ahora llega Aves de presa (y la fantabulosa emancipación de Harley Quinn), una suerte de spin off dirigido por Cathy Yang protagonizado por la ex novia de Joker, una tal Harley Quinn, en un blockbuster puro y duro enfocado al público juvenil. Apología del gamberrismo, en versión light, el famoso payaso malvado no aparece por ninguna parte para ceder el estrellado a esa Quinn con coletas de colores, una joven de armas tomar que para anunciar al mundo su ruptura provoca la explosión de una central química o es perseguida con violentas intenciones por todos aquellos (muchos) que han padecido sus fechorías.
Protagonizada por Margot Robbie, que hacía su debut en la menos lograda Escuadrón suicida (David Ayer, 2016) que también era una apología de los placeres de ser un villano, Quinn se convierte en una suerte de subversivo símbolo feminista. Ya dice la filósofa Amelia Valcárcel que las mujeres tienen “derecho al mal” y las aguerridas chicas de Aves de presa reparten tantos mandobles y se comportan de la misma manera cuartelaria que el más bruto de los hombres. Todo ello, en una película destinada al público infantil/juvenil porque el Mal adquiere aquí un tono festivo y simpático, muy parecido al de aquella Bruja Avería que en la Bola de cristal anunciaba aquello de “Viva el mal, viva el capital”. Y es que ya se sabe que los buenos son siempre más dignos de admiración pero los malvados son mucho más divertidos.
Quinn no está sola en su lucha contra un mundo en el que parece que solo los hombres tienen derecho a disfrutar de los placeres de comportarse como gamberros. La película cuenta cómo se forma ese grupo de las Aves de presa, una pandilla de féminas aguerridas que además de la propia Quinn incluye a una policía lesbiana (Rosie Pérez), una cantante de jazz (Jurnee Smollet-Bell) y una vengativa guerrera de la ballesta (Mary Elizabeth Winstead) a sumar una niña japonesa con un don para robar carteras (Ella Jay Basco). En este caso, el verdadero malo es un capo de la mafia ultraviolento interpretado por Ewan MCGregor que tiene una relación homoerótica con su mano derecha y sicario.
Estructurada en torno a una voz en off de la propia Quinn que a veces resulta excesiva, la película tiene una estructura narrativa basada en continuos flashbacks que cambian el significado de la escena que acabamos de ver. Con estética de cómic puro y duro, estamos ante película que busca la diversión sin contemplaciones mediante una violencia coreografiada y guiñolesca en un espectáculo que no da tregua al espectador siguiendo el modelo del blockbuster moderno de Hollywood. Con un arranque vigoroso y algunos golpes de humor que animan el cotarro cuando parece que la trama no da más de sí, Aves de presa logra lo que busca, mantener al espectador dos horas entretenido en la butaca.