'Klaus', tradición y perseverancia
Tras triunfar en los Annie, el filme español de Sergio Pablos es favorito para conquistar el Óscar a la mejor película de animación. Un premio que reconocería la arriesgada apuesta del director por el dibujo a mano y por la industria local.
7 febrero, 2020 16:25El pasado 25 de enero Klaus pasó de humilde aspirante a clara favorita para conquistar el Óscar. Los Premios Annie, los más importantes en la industria de la animación, encumbraron la película del madrileño Sergio Pablos (1970) con los siete galardones a los que optaba: mejor diseño de producción, mejor trabajo editorial, mejor diseño de personajes, mejor animación de personajes, mejor storyboarding, mejor dirección y mejor película. Una fantástica noticia para las aspiraciones del filme español en los Óscar, ya que históricamente el ganador de los Annie ha recibido la estatuilla a la mejor película de animación en 13 de las 18 ediciones en las que la Academia de Hollywood ha concedido premio en esta categoría.
“Alguien me preguntó en una entrevista hace unos días por qué había elegido Klaus para mi debut como director”, relataba Sergio Pablos sobre el escenario del Royce Hall de la Universidad de California, rodeado por los pesos pesados de su equipo, al recibir el Annie a la mejor película. “Yo en realidad no elegí este proyecto, simplemente es el que me han dejado hacer después de intentarlo 20 veces. Fue frustrante, pero he llegado a la conclusión de que todas las ocasiones en las que fracasé aprendí algo valioso y necesario para llegar hasta aquí”.
El éxito de Klaus descansa sin duda en la voluntad férrea de su director por sacar adelante un proyecto personal, una ambición que se remonta tres décadas atrás cuando comenzó su andadura en el mundo de la animación. Antes, cuando era pequeño, a Sergio Pablos le encantaba dibujar y solía repetir que cuando fuera mayor, enamorado de filmes como El libro de la selva (Wolfgang Reitherman, 1964), iba a ser “igual que Walt Disney”. Como a los 19 años seguía pensando lo mismo, sus padres buscaron la manera de que estudiara en el Instituto de las Artes de California. Tras graduarse, debutó como animador principal en El bosque de colores (Charles Grosvenor y David Michener, 1993), película de mensaje ecologista que fue producida por el mítico estudio Hanna-Barbera (actual Cartoon Network), responsables de Los Picapiedra o Scooby-Doo.
Los secretos del 2D
Este trabajo le serviría como trampolín para cumplir su sueño: ingresar en la compañía del ratón Mickey, donde aprendió todos los trucos de la animación en 2D trabajando en varios de sus clásicos. Fue uno de los diseñadores del malvado Juez Frollo de El Jorobado de Notre Damme (Gary Trousdale y Kirk Wise, 1996), animador en Hércules (Ron Clements y John Musker, 1997) y supervisor de animación en Tarzán (Kevin Lima y Chris Buck, 1999) y El planeta del tesoro (R. Clements y J. Musker, 2002).
De manera algo kamikaze –aunque también es cierto que ninguna de estas películas fue el éxito esperado y Disney parecía una compañía sin un rumbo claro en aquel momento–, Sergio Pablos decidió jugársela y regresó a una España sin estructuras ni inversión en el mundo de la animación para crear en Madrid The Sergio Pablos Animation Studios (The SPA Studios). Desde su nuevo hogar, fue capaz de ir creciendo poco a poco y creó la historia de una rentabilísima franquicia como Gru, mi villano favorito (Pierre Coffin y Chris Renaud, 2010), que desarrollarían Universal Pictures e Illumination Entertaiment, y de otro filme de estudio como Abominable (Jill Culton, 2019), producida por Warner Animation Group. “Siempre estaba ayudando a otros a contar sus historias”, explica Pablos. “Cuando empecé a intentar convertirme en cineasta, muchas veces ponía en marcha un proyecto que luego terminaba otra persona”. También trabajó como diseñador de personajes de Río (Carlos Saldanha, 2011) y Futbolín (Juan José Campanella, 2013). Dirigir un largometraje era una meta que se le seguía escapando.
En 2010, tras ver Batman Begins (Christopher Nolan), Sergio Pablos comprendió que explorar el origen de un personaje influyente pensando en el público actual era un ejercicio narrativo que podía funcionar. Tras tantear creaciones populares como Drácula y Napoleón, se le ocurrió la idea de jugar con la historia de Papa Noél. “Pensé que mejor lo dejaba, porque la historia que se me ocurrió para él era muy sensiblera”, confiesa Pablos. “Pero la idea no se me iba de la cabeza”.
Así, poco a poco, el CEO de The SPA Studios fue desarrollando la idea de ese cartero al que destinan a una gélida isla más allá del Círculo Polar Ártico en la que habitan dos familias que apenas se dirigen la palabra y en donde descubre a un misterioso carpintero que vive aislado en una cabaña repleta de juguetes hechos a mano.
En 2015, Pablos trató de vender Klaus en varios festivales y a varios estudios y en todos sitios recibió un ‘no’ por respuesta. La consideraban una película muy arriesgada. Pero en 2017, y tras haber alcanzado un acuerdo de producción con Atresmedia Cine, Netflix decidió apostar por ella y la convirtió en la primera película exclusiva de animación de su catálogo. “A nivel creativo ha sido increíble”, afirma Pablos. “Netflix nos dio libertad total: ‘Si necesitáis algo, avisadnos’. Eso es real-mente insólito”.
Dibujando a mano
Desde que en los años 90 Pixar rompiera el mercado con sus largometrajes realizados en 3D por ordenador, los filmes animados a mano se habían convertido en una especie de arte perdido. Sin embargo, Pablos apostó por la técnica tradicional y ha demostrado que todavía se podía innovar en este campo (la última película de gran envergadura que había optado por el 2D fue Tiana y el sapo, una producción de Disney dirigida por Musker y Clements que data de 2009). “El aspecto de Klaus se habría considerado imposible hace años”, asegura el director. “Yo mismo me sigo sorprendiendo al verla. A veces no me creo que todos los fotogramas tengan un efecto tan uniforme y tan bonito”.
De alguna manera, muchos profesionales se entusiasmaron con la posibilidad de trabajar en un proyecto en el que podrían dibujar los fotogramas y Pablos consiguió reunir un equipo de 250 personas –procedentes de 27 naciones distintas y con 15 lenguas maternas diferentes– que se dedicaron en cuerpo y alma durante año y medio a facturar el millón de dibujos a mano que requería la historia de Klaus. Tras tanto trabajo y dedicación, hoy Sergio Pablos recoge los frutos de su esfuerzo y ya no tendrá que seguir peleando por que alguien confíe en su visión. Caiga o no el Óscar de nuestro lado.