Quizá debido a la dificultad de encontrar actores en Afganistán, o la propia de reflejar desde la ficción un horror tan mayúsculo como el desatado por los talibanes, ya van dos películas seguidas que nos acercan a ese mundo desde la animación. Hace poco veíamos un filme tan hermoso y terrible como El pan de la guerra (Nora Twomey, 2017), en la que se contaba la peripecia de una niña obligada a disfrazarse de niño para poder trabajar y sacar adelante a su familia. Ahora llega Las golondrinas de Kabul, realizada por Zabou Breitman y Eléa Gobbé-Mévellec, adaptación de una novela corta de Yasmina Khadra, pseudónimo femenino que utiliza el escritor argelino Mohammed Moulessehoul. Como en el filme de Twomey, o en aquella más lejana Osama (2003, Siddiq Barmak), la monstruosa situación de la mujer en aquel régimen cobra el protagonismo.
Con una animación realizada a base de acuarelas que busca más la fuerza expresiva que el realismo o el virtuosismo gráfico, Las golondrinas de Kabul arranca con una lapidación para contarnos la historia de dos mujeres, y sus respectivos maridos, cuya vida se convierte en una tragedia cuando los talibanes llegan al poder y lo prohíben absolutamente todo, incluso llevar zapatos blancos, un detalle que tendrá un cierto peso en la trama. Forzadas a estar encerradas en casa “sirviendo al marido” o a tener que llevar por la calle un burka que las cubre de la cabeza a los pies, una de esas mujeres pasa las horas deprimida en el sofá esperando que un cáncer galopante la libre de la pesadilla en que se ha convertido su vida mientras la otra aún sueña con la posibilidad de que las cosas cambien y el país en el que no hay cines, ni música, ni risas ni alegría vuelva a ser el que era o más bien el que podría ser.
En la historia mundial de la infamia, la locura homicida de los talibanes tiene pocos precedentes. Un régimen de terror absoluto en el que las mujeres son propiedad de unos hombres que pueden hacer con ellas lo que quieran. Hay dos hombres en esta historia, dos seres que poco a poco irán comprendiendo la profundidad del espanto en el que se hallan mientras se dan ánimos a sí mismos para enfrentarse a un gobierno que castiga con la muerte el menor atisbo de disidencia. Película desoladora donde las haya, Las golondrinas de Kabul deja un nudo en la garganta y aunque abre una pequeña puerta a la esperanza contempla el horror cara a cara sin dulcificar en ningún momento el espanto. En un momento en el que el fanatismo islámico sigue siendo un problema de primer orden mundial, vale la pena ver una película que nos cuenta la forma en que la barbarie destruye vidas para siempre.