Tras el reestreno la semana pasada de Cinema Paradiso, este viernes llega a la cartelera otro gran clásico: Apocalypse Now. El megalómano proyecto sobre la guerra de Vietnam de Francis Ford Coppola desembarca en las salas con no pocas novedades, ya que se trata de un nuevo montaje, titulado Final Cut, con una soberbia calidad de imagen gracias a la restauración en 4K llevada a cabo por el propio director a partir de los negativos originales.
Desde que ganara la Palma de Oro de Cannes en 1979 como work in progress que se alargaba hasta las tres horas, Coppola ha ido revisitando el montaje del filme a lo largo de los años. La versión que se estableció como canónica durante décadas gracias al VHS y el DVD duraba 147 minutos, pero no era ni siquiera la primera que se vio en cines ya que el director decidió modificar el final pocas semanas después del estreno comercial. En 2001 apareció la versión extendida, Apocalypse Now Redux, que llegaba a los 202 minutos con varias escenas que se habían quedado en la sala de edición en un primer momento. El Final Cut se estrena ahora para conmemorar el 40 aniversario de la película y viene a ser una versión intermedia de las anteriores, con un metraje de 182 minutos en el que no hay material nuevo. Sí que se altera el orden de aparición de algunas escenas y otras que se vieron en Redux ya no están, como la del segundo encuentro con las chicas Playboy. Pero se mantiene la larga secuencia (más de 20 minutos) de la plantación de los aristócratas franceses.
En cualquier caso, es una oportunidad perfecta para volver a disfrutar en pantalla grande de una película monumental, salvaje, caótica y apabullante. Un tratado sobre el horror y el sinsentido de la guerra, pero también sobre la oscuridad que anida en lo más profundo del ser humano. Un filme lisérgico y libérrimo, narrado a ritmo de rock and roll, que a punto estuvo de acabar con la cordura de Coppola y con la vida de la estrella protagonista, un Martin Sheen que entró en el proyecto tras una semana de rodaje para sustituir a Harvey Keitel, que no acababa de convencer al director.
“Una locura. La película refleja la actitud de los americanos en Vietnam. Estábamos en medio de la jungla, éramos demasiados, teníamos acceso a demasiado dinero, demasiado equipo, y perdimos el juicio poco a poco”, comenta Coppola en el imprescindible documental Corazones en tinieblas, que registra el larguísimo e infernal rodaje de la película a partir de las imágenes captadas por Eleanor Coppola, la mujer del director, con una cámara de 16 mm.
Unos jóvenes descerebrados
Coppola fundó en 1969 la productora independiente Zootrope y el primer proyecto que intentó levantar fue precisamente Apocalypse Now. Fue él quien retó a John Milius para que elaborara un guión que situara en Vietnam la trama de El corazón de las tinieblas, la novela de Joseph Conrad que Orson Welles había querido llevar a pantalla antes de rodar Ciudadano Kane. Milius acabaría inspirándose también en la Odisea. La idea era que el filme estuviera dirigido por George Lucas (que por entonces no había debutado todavía tras la cámara) y que se rodase en el mismo Vietnam, pero las majors se negaron a financiarlo por miedo a que esos jovencitos descerebrados acabaran muertos en mitad del rodaje. El guion, como tantos otros, acabó en un cajón.
El descomunal éxito de El padrino (1972) y El padrino II (1974) convirtió a Coppola de la noche a la mañana en multimillonario, y el director decidió apostarlo todo en su viejo proyecto. La película fue presupuestada en 13 millones de dólares, pero acabaría costando casi el triple. El rodaje fue una pesadilla que se alargó durante 238 días en los que hubo infinidad de problemas inesperados, dudas, crisis nerviosas, peleas y hasta tifones. “Lo extraordinario de la situación de estar en medio de esa jungla luchando contra todas aquellas dificultades, era que reflejaba el tema de la película”, explica Coppola en Corazones en tinieblas. “Fue la primera decisión que tomé como director: ponernos a todos a unas circunstancias que reflejaran el tema de la película”.
El rodaje comenzó en 1976 en Luzón, Filipinas, gracias a un acuerdo con el presidente Marcos, ya que EEUU se negó a participar. Coppola se comprometió a pagar miles de dólares cada día a un ejército filipino que estaba inmerso en una cruenta batalla con los comunistas del sur. Durante el rodaje del ataque de los helicópteros de Kilgore al ritmo de Wagner los pilotos a veces tenían que abandonar el rodaje para irse a luchar, provocando importantes retrasos. Pronto empezaron los rumores que indicaban que la producción era un auténtico caos, y no iban mal encaminados.
El mayor enemigo de Coppola, que había viajado al sudeste asiático con su mujer y sus tres hijos, fue sin embargo el guión que había escrito Milius. Para desligarse de él, comenzó a improvisar en busca de un final con el que no era capaz de dar. “He hecho la película más vulgar de la historia, la más entretenida, emocionante, llena de acción y de sensaciones. Hay emociones fuertes cada cinco minutos. Lo tiene todo: sexo, violencia, humor… Porque quiero que la gente vaya a verla. Pero el problema es que me topaba todo el tiempo con ese guion estúpido: cuatro tíos que van a matar a otro. Pero esa era la historia y me planteaba problemas que no podía solucionar. Sabía que la película estaba estructurada de tal modo que no solucionarlos supondría un fracaso”, aseguraba en un descanso del rodaje.
Enfrentados al caos y a la humedad, y con un plan de rodaje diario en el que a veces tan solo ponía ‘Escena desconocida’, el equipo fue llevado hasta el límite mientras el zeitgeist del momento se imponía en todas direcciones. El actor Sam Bottons afirma que en casi todas las escenas aparece bajo los efectos de la marihuana y que incluso llegó a ingerir algún ácido. La presión a la que el director sometió a Martin Sheen -definido por sus compañeros de rodaje como un buen tipo- para que encontrara dentro de sí mismo al asesino de Kurtz estuvo a punto de provocar una fatalidad: el actor sufrió un severo ataque al corazón que casi acaba con su vida. Su frágil salud mental le llevó a rodar completamente borracho la mítica escena en la que rompe de un puñetazo el espejo de la habitación de su hotel, cortándose la mano y llenándolo todo de sangre. El actor se tuvo que ausentar durante cinco semanas del rodaje, y el equipo tuvo que dedicarse a rodar planos con un doble de espaldas.
Y, por si fuera poco, todavía faltaba por llegar, a modo de endiosada y caprichosa diva, un Marlon Brando pasadísimo de peso, que ni siquiera se había molestado en leerse el libro de Conrad y que iba a cobrar un millón por cada una de las cuatro semanas de rodaje en las que iba a participar. Así definía Coppola el trabajo con el actor: “En cierto modo estoy en un cuarto con el suelo lleno de vaselina. Todas las novedades se me tiran encima. Intento mantenerme ahí, pero tengo a Marlon y es un comodín muy difícil de jugar. Él es como una fuerza única, no le importa nada. Y yo quería un personaje de una naturaleza monumental que luchara con los extremos de su alma. Y luchara con ellos a tal nivel, que a ti te aterrorizara y a él lo destrozara”.
De alguna manera, Coppola logró que todo funcionará y convirtió la locura que dominó el rodaje en una obra de arte perfecta. Apocalypse Now sigue brillando hoy como uno de los proyectos más extremos y bellos de la historia del cine. Un película descomunal cuyo rodaje es casi más mítico y arriesgado que el resultado final, y que nos llega ahora con una calidad de imagen y sonido que nos hará deleitarnos como si fuéramos Kilgore desayunando napalm por la mañana.