Oliver Laxe: "Yo no estoy para entretener a la gente"
Premiado en Cannes por sus tres primeras películas, el director de 'Lo que arde' imparte un taller en el que enseña a "mirar como un artista" y a "eliminar el ego"
7 agosto, 2020 18:23Aclamado en Cannes, donde recibió el Premio del Jurado en la sección Un Certain Regard por su última película, Lo que arde, Oliver Laxe ha comenzado este jueves un taller fílmico de diez días en el Valle de Baztán, en Navarra, organizado por Estudios Melitón. 40 alumnos participan en lo que el cineasta define más como una experiencia artística, espiritual e incluso terapéutica que un curso de cine al uso. El resultado de este retiro creativo podrá verse en septiembre, con una selección de los cortos que realicen los alumnos, en el Navarra International Film Festival. Según Laxe, no se trata de crear profesionales sino de aprender a mirar como un artista, cosa que cree que pasa por eliminar el ego porque “el exceso de mundo interior es la enfermedad de nuestro tiempo”.
Hijo de padres gallegos, Laxe nació en París en 1982 pero regresó a Galicia a los seis años, donde hoy vuelve a estar instalado después de pasar algunos años en las montañas del Atlas, en Marruecos. De esa experiencia marroquí son testigos sus dos primeras películas: Todos vosotros sois capitanes (2010), un documental rodado con niños de la calle de Tánger, y Mimosas (2016), una peculiar road movie a camello en la que profundizaba en la filosofía y la cosmogonía sufíes. Artista irreductible, el director nos cuenta por qué nunca rodará una serie, su reivindicación del artista frente al “profesional audiovisual” o su inagotable lucha en busca de la esencia.
Habrá que esperar para ver su próxima película, porque ahora mismo está enfrascado en el pastoreo, la apicultura, la recuperación de bosques y desbrozando para organizar una comuna de “artistas neuróticos” en los mismos paisajes donde rodó Lo que arde.
Pregunta. ¿Qué se aprende en los talleres de Oliver Laxe?
Respuesta. No hago talleres de formación, para mí el cine no es una profesión. No enseño a los alumnos a ser directores, ni cámaras, ni actores… Me gano la vida casi tanto como docente como cineasta y eso me permite ser libre, no tengo que aceptar encargos, ni series ni anuncios ni cosas que no quiero hacer. Ese no es mi camino, mi camino es otro. En estos talleres nos juntamos varias personas y aprendemos los unos de los otros. Se trata de hacer un pequeño viaje dentro de nosotros mismos porque el cine es una experiencia. En realidad, es más un desaprendizaje que un aprendizaje.
"El desaprendizaje consiste en quitar la personalidad para llegar a la esencia. El exceso de mundo interior es una enfermedad de nuestros tiempos"
P. ¿Qué quiere decir?
R. Una parte importante del taller es cuando la gente se presenta. Poco a poco vamos consiguiendo que hablen con más profundidad, que se abran, sin miedos… Algunos trabajarán en grupo, otros preferirán rodar en solitario. Se trata de ampliarles un poco la mirada porque hacer una película es una manera de conocerse mejor. Trabajo la manera de procesar la información sobre uno mismo y el conocimiento del mundo. Es un proceso creativo ensimismado, lingüístico y mental. Es bastante neurótico en el fondo poner una cámara entre unos y otros. Ese trabajo de desaprendizaje consiste en quitar la personalidad para llegar a la esencia. En griego “personalidad” significa “máscara” y de eso se trata, de quitar esa máscara para llegar a lo más hondo, lo más trascendente. El exceso de mundo interior es una enfermedad de nuestros tiempos.
P. ¿No se trata de que el artista aporte una “mirada única”?
R. La mayor parte de la producción artística está hecha desde el ego. Sócrates no escribió nada porque ya era alguien completo. En nuestra sociedad se hace un gran elogio de la personalidad. Un artista trata de conectar con su esencia para poder conectar con el mundo. No hay pedagogía ni paternalismo, se trata de poder escuchar algo nítido porque hay mucha emisora pirata.
P. ¿No le gustaría hacer una película de masas que sea un fenómeno comercial?
R. Yo no estoy para entretener a la gente. Un cineasta lo que debe hacer es abrir el corazón de la gente, es un proceso de liberación. Libero al espectador, lo despierto un poco. Para abrirle el corazón a alguien tienes que morir en el intento porque la belleza tiene sus reglas. La belleza siempre es frágil, está allí donde está lo vulnerable.
P. ¿Tan malo es entretenerse?
R. Ya hay muchos bufones que se dedican a entretener y que forman parte de la decadencia y la explotación del mundo. El problema es que no hace se otra cosa. Hacemos turismo, ¿pero quién viaja? Hay un paralelismo entre el arte y la comida. Yo de vez en cuando me como una bolsa de patatas, pero es malo para la salud y, si lo hago todo el rato, es muy malo. El mal arte es como la comida basura. Es insano.
"No distingo entre cine comercial y cine de autor sino entre arte con alma y desalmado"
P. ¿No es un punto de vista un poco elitista?
R. No estoy en la dialéctica entre alta cultura y baja cultura, huyo del elitismo autista. No distingo entre cine comercial y cine de autor sino entre arte con alma y desalmado. Hay cine hecho con vocación de público que tiene alma. Yo critico a la gente con formación que trabaja de manera extractiva, desde el ego. Lo hacen de una manera descarada. Creo que ese paso al público lo he dado con Lo que arde, es una película que ha gustado a los cinéfilos más cultivados y a gente que hacía 30 años que no iba al cine.
P. ¿Encuentra en Marruecos una sociedad más auténtica que en España?
R. En España hay mucha autenticidad, una sabiduría, un eco del campo y de la tradición. En Marruecos la tradición es fuerte pero también ves un Marruecos degradado. Pero al lado si que hay un Marruecos muy vertical, muy trascendente. Yo siempre digo que es un país espejo porque te va a dar aquello que tú eres. Si eres generoso recibirás regalos y bendiciones. Es un lugar en el que ves lo más execrable y lo más angelical del ser humano.
P. ¿En Todos vosotros sois capitanes quería reflexionar sobre el peso de su mirada occidental sobre el país?
R. Es un proyecto espejo. Hay un momento en el que me doy asco al verme con ellos. Es un trabajo de aceptar mi mirada de artista colonizador, extractivo, explotador. Una vez que acepto eso, dejo espacio para el amor. Hay un desarraigo espiritual y profundo en el que yo soy el mayor niño y me lo estoy pasando bien. Luego está esa cosa de la picaresca, que es muy común con España.
P. ¿El asunto final de Lo que arde es el amor de una madre por su hijo?
R. Nunca osaría reducir una obra de arte a un tema o a varios. Hay muchas intenciones detrás de la película. Me conmueven estos solteros que viven con sus madres, estos outsiders, me cruzo con muchos de ellos. Me opongo a una modernidad extractiva que no acoge lo frágil y lo vulnerable. Yo soy un hombre complejo y pensador pero con la película quiero reflejar cosas sencillas. La sociedad ve al protagonista (un expirómano rehabilitado) como un paria, pero es un tipo que cuida de su madre de 84 años bastante bien. La mayoría de nosotros no seríamos capaces de hacerlo por un exceso de ego. Me siento identificado con esos personajes que en un momento dado no tienen las herramientas para enfrentarse al mundo, como un outsider o un friqui.
"Me gusta evocar la cruz cristiana para definir mi trabajo: hay una horizontalidad que tiene que ver con lo humano y una verticalidad que se proyecta hacia lo eterno"
P. La fotografía siempre es primorosa en sus películas. ¿Trata de captar la esencia de los lugares que retrata más que proyectar “como los ve”?
R. Me gusta mucho el mundo, las cosas, los detalles, los gestos, las comidas, los árboles. Mi sensibilidad se ha estilizado pero sigue siendo muy bruta. Me considero un cineasta de imágenes que crea atmósferas. Trato de pelear contra el totalitarismo de las ideas. Me gusta evocar la cruz cristiana para definir mi trabajo: hay una horizontalidad que tiene que ver con lo humano, con lo cotidiano, con el olor del pan y de la lumbre y lo contingente, luego hay una verticalidad que se proyecta hacia lo eterno.
P. ¿Considera que su cine es más emocional que intelectual?
Mi manera de hablar con un periodista no muestra exactamente cómo funciono. Yo siempre digo que no hay que pensar delante de la obra de arte porque ella te lo da todo. La gente cree que mi trabajo es conceptual o intelectual porque no está acostumbrada a la ambigüedad y la polisemia. Quieren que esté todo clarito. Por eso te preguntan de qué va tu película. Quieres una respuesta, claro: para mí las emociones son lo más importante.