La nueva película de la directora alemana Angela Schanelec, Estaba en casa, pero… -título que hace referencia al He nacido, pero... (Yasujiro Ozu, 1932)-, que ganó el premio a la mejor dirección en el Festival de Berlín de 2019, nos acerca a la existencia de una mujer berlinesa que vive con sus dos hijos pequeños y trata de sobrellevar la muerte de su marido, un director teatral. Esta manida y escueta sinopsis, que bien podría dar lugar a un drama de lo más convencional en el que hubiera que echar mano de un buen paquete de pañuelos, en manos de Schanelec se convierte en un filme singular, sin apenas narrativa ni desarrollo de personajes, en una negación de la propia sinopsis y en un limbo emocional por el que deambulan personajes con una gran incapacidad para comunicarse.

Con una puesta en escena fría y melancólica, encuadres precisos y de gran belleza estética y actuaciones de lo más bressonianas, la directora pinta una serie de viñetas de naturaleza inconexas. El filme arranca con un perro cazando una liebre y devorándola en una casa por la que deambula un burro, sin que quede claro la relación de este pasaje con el resto de la película, ni siquiera a nivel metafórico. Hay una escena en la que la protagonista le lee la cartilla a un director de cine porque no le ha gustado su trabajo. Durante unos diez minutos asistimos a la representación de un fragmento de Hamlet por parte de unos niños. Y así todo.

Con elipsis secas y un sentido del humor fino y extravagante, que a veces parece que apunta a Kaurismaki o Roy Andersson sin llegar nunca a explotar en ninguno de los dos, las escenas se van sucediendo y, ciertamente, la experiencia de la película se vuelve estrictamente cerebral. Aunque hay un momento, mientras suena la versión del Let’s Dance de Bowie en la voz de M. Ward, y vemos a la mujer sobre la tumba de su marido antes de un tierno flashback, en el que las emociones parecen afilarse. Solo es un espejismo.

Bien es cierto que en el centro del relato, como refuerza la conversación entre el profesor y su pareja, se encuentran los problemas materno filiales pero todo está abierto a la interpretación del espectador, ya que la directora parece construir la película por mera intuición para que el sentido aparezca en nuestras cabezas. La cuestión es si merece la pena el viaje.

@JavierYusteTosina